Los Premios Oscar 2025, celebrados anoche 2 de marzo en el Dolby Theatre de Hollywood, serán recordados no solo por los galardones entregados, sino por lo que quedó en las sombras: un cambio tectónico en la industria cinematográfica estadounidense impulsado por el nuevo gobierno de Donald Trump y el creciente movimiento «anti-woke». Este giro marcó el desplome de las políticas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), que durante años habían moldeado las narrativas de Hollywood, y dejó en evidencia una serie de enfrentamientos, campañas ocultas y decisiones que trascienden las pantallas. Aquí, desentrañamos lo que no se dijo abiertamente en la gala, pero que resonó en los pasillos de la industria.
El fin de la era DEI y el ascenso del «anti-woke»
Con la llegada de la administración Trump, las políticas DEI fueron desmanteladas de manera fulminante en instituciones educativas y culturales de Estados Unidos, salvo en los colegios católicos, que nunca las adoptaron por completo. Hollywood, epicentro de estas iniciativas, no fue la excepción. Empresas como Warner Bros. Discovery, Disney y Paramount anunciaron recortes en sus programas de diversidad, respondiendo a una presión directa desde la Casa Blanca que veía en estas políticas una imposición ideológica. Los Oscar 2025 reflejaron esta transición: temas como las minorías sexuales, el transgénero, las etnias y las religiones, antes omnipresentes en las nominaciones, quedaron relegados. La Academia, consciente del nuevo clima político, optó por un enfoque más «neutral», priorizando historias que evitaban confrontar directamente estas cuestiones.
Emilia Pérez: De favorito imbatible a fiasco inesperado
Emilia Pérez, el tanque de Netflix dirigido por Jacques Audiard, llegó a la temporada de premios como un coloso: 13 nominaciones (no 15, como algunos rumores exageraron) y la histórica candidatura de Karla Sofía Gascón como la primera actriz transgénero nominada a Mejor Actriz. La cinta, un narco-musical con una protagonista trans, parecía destinada a arrasar, respaldada por una campaña promocional de 40 millones de dólares. Sin embargo, su desplome fue estrepitoso: solo obtuvo dos premios (Mejor Actriz de Reparto para Zoe Saldaña y Mejor Canción Original). ¿Qué pasó?
La caída comenzó meses antes, cuando resurgieron tuits antiguos de Gascón con contenido ofensivo hacia musulmanes, personas negras y hasta sus propias compañeras de reparto, como Selena Gómez. La controversia explotó, y Netflix, en un movimiento drástico, retiró a Gascón de la promoción para salvar la imagen del filme. Pero el daño estaba hecho. La campaña «anti-woke», alineada con el nuevo gobierno, aprovechó el escándalo para socavar la credibilidad de la película, presentándola como un símbolo de la hipocresía de la agenda DEI. Además, se rumorea que hubo una guerra subterránea con Aún Estoy Aquí, la cinta brasileña que finalmente ganó Mejor Película Internacional. Fuentes no confirmadas hablan de correos filtrados que enfrentaban a las dos producciones por cuestiones étnicas, debilitando aún más a Emilia Pérez. Netflix, atrapado en el ojo del huracán, pareció bajar los brazos, dejando a Gascón a la deriva y a la película sin el apoyo necesario para competir en las categorías principales.
El trasfondo de Netflix y Abbot Laboratories
Un detalle poco discutido es la conexión entre Netflix y Abbot Laboratories, un gigante farmacéutico que, según algunas fuentes, sería accionista mayoritario de la plataforma. Abbot fabrica medicamentos como el Lupron, usado para bloquear la pubertad en tratamientos de transición de género. Esta relación plantea preguntas incómodas: ¿hasta qué punto Emilia Pérez, con su narrativa trans, fue una apuesta estratégica para alinear los intereses comerciales de Abbot con una historia de «inclusión»? El abandono de Gascón por parte de Netflix podría interpretarse como un sacrificio calculado para no exponer esta alianza en un momento en que la marea política giró en contra de tales discursos. Aunque no hay evidencia concreta que vincule directamente estas decisiones, el silencio de la industria sobre este punto alimenta las especulaciones.
Anora: La vencedora inesperada
En contraste, Anora, dirigida por Sean Baker, emergió como la gran triunfadora con cinco Oscars, incluyendo Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Actriz para Mikey Madison. La historia de una prostituta de Brooklyn enfrentada a oligarcas rusos resonó como una narrativa cruda y apolítica, libre de las ataduras de la agenda DEI. Baker, un cineasta independiente, celebró el triunfo como una victoria del cine sin agendas impuestas, un mensaje que caló hondo en un público y una Academia cansados de la polarización. Curiosamente, mientras temas como el conflicto en Israel o las tensiones con Rusia podrían haber generado controversia, Anora navegó sin problemas, evitando cualquier comentario político explícito.
Israel, judíos y un simbolismo tácito
Otro aspecto silenciado fue el éxito de producciones y artistas judíos en un año marcado por el conflicto en Israel. Adrien Brody, de ascendencia judía, ganó Mejor Actor por El BRutalista como en la misma ascendencia Mikey Madison como mejor actriz por Anora, y No Other Land, un documental sobre la ocupación en Cisjordania dirigido por un colectivo israelí-palestino, se llevó Mejor Documental. Aunque la gala evitó referencias directas a la guerra, estas victorias podrían leerse como un reconocimiento implícito a historias vinculadas a la identidad judía, en un momento en que Hollywood buscaba equilibrar su imagen tras años de acusaciones de sesgo progresista.
Lo que no se dijo en el escenario
La gala, conducida por Conan O’Brien, estuvo salpicada de bromas sobre el escándalo de Gascón, pero evitó profundizar en las razones de la debacle de Emilia Pérez o en el cambio de rumbo de la industria. El monólogo inicial destacó la palabra «fuck» en Anora (pronunciada 479 veces), pero no tocó temas más espinosos como la retirada de las políticas DEI o las presiones políticas detrás de las nominaciones. Zoe Saldaña, al aceptar su premio, lloró y habló de su orgullo dominicano, pero omitió mencionar a Gascón, una ausencia que muchos interpretaron como un snub intencional.
Conclusión: Un nuevo Hollywood en gestación
Los Oscar 2025 no solo premiaron películas; marcaron el fin de una era y el nacimiento de otra. La caída de Emilia Pérez y el triunfo de Anora simbolizan un Hollywood que, bajo la influencia del gobierno Trump y el auge «anti-woke», busca redefinirse. Las intrigas detrás de escena —desde las campañas de desprestigio hasta las conexiones corporativas— revelan que los premios son más que un reconocimiento artístico: son un campo de batalla donde se juegan poder, dinero y narrativas. Lo que no se dijo en la gala es, quizás, más elocuente que los discursos de aceptación: la industria está en transición, y los reflectores ahora apuntan a un futuro incierto.