Amilcare Ponchielli, una vez considerado el compositor italiano más destacado de su generación, ha dejado un legado indeleble con su obra maestra, La Gioconda. Mi reciente experiencia en La Scala ha confirmado que esta ópera, aunque a veces eclipsada, continúa brillando con intensidad, especialmente gracias a la extraordinaria interpretación de un elenco talentoso y una dirección creativa.
La velada, que marcó el regreso de La Gioconda a la prestigiosa Sala Milanesa después de 25 años, estuvo marcada por un elenco que formó un nudo gordiano de talento vocal y dramático. En el papel principal, Saioa Hernandez se destacó como una Gioconda arrolladora, dotada de un volumen y temperamento impresionantes. Su voz única, rica en colores y matices, creó climas notables en todo su amplio registro, dejando una impresión duradera y única en mis casi 60 años de vida.
Daniela Barcellona, en el papel de Laura, ofreció una interpretación rica en contrastes y una versatilidad brillante. El dueto con Erwin Schrott, quien encarnó a Alvise Badoero, el malvado esposo de Laura, fue uno de los momentos destacados de la noche, con ambos cantantes sincronizados de manera impecable en medio de la amenazante persecución escénica.
Roberto Frontali, como el villano Barnaba, superó las dificultades iniciales y se transformó en un intérprete notable, destacando especialmente en su aria «O monumento». Stefanno La Colla, aunque llegó a último momento para el papel de Enzo, presentó un amplio squillo, a pesar de algunas limitaciones en el centro y los matices.
La dirección escénica de David Livermoore y su equipo respetó meticulosamente la trama y la ambientación veneciana, creando una atmósfera onírica que evocaba referencias desde el cine hasta la pintura y el cómic. La elección de materiales transparentes para la escenografía y la mezcla de épocas en el vestuario aportaron una dimensión visual única a la producción.
Frederic Chasslin, en el podio, brindó una lectura ágil y suntuosa de la partitura, destacando la orquesta con un sonido fastuoso y tempos bien equilibrados.
En resumen, la velada fue una celebración del esplendor vocal que caracteriza a la ópera dramática. Saioa Hernandez se erige como la nueva diva de La Scala en el siglo XXI, elevando La Gioconda a nuevas alturas en una noche inolvidable. La combinación de talento vocal, dirección escénica innovadora y la rica partitura de Ponchielli crearon una experiencia que quedará grabada en mi memoria como amante de la ópera durante mucho tiempo