LA CAJA MÁGICA de Disney: entre sombras y desencantos

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En la celebración de sus 100 años de magia, Disney presenta «La Caja Mágica», un supuesto viaje por las canciones icónicas de sus películas que promete recuperar la infancia perdida. Sin embargo, este espectáculo resulta ser más un hechizo confuso que nos sumerge en una amalgama de emociones en lugar de despertar la alegría esperada.

A pesar de sus intentos, «La Caja Mágica» no logra cumplir su promesa de rejuvenecer el espíritu infantil. En lugar de ello, se convierte en un recordatorio incómodo de lo que alguna vez fuimos, provocando mareo en el alma, risas forzadas y una nostalgia que lucha desesperadamente por aferrarse a la esperanza.

La puesta en escena, las coreografías vibrantes, las voces llenas de agudos y los efectos visuales nos transportan a mundos de fantasía, pero el resultado es un pastiche confuso. El inicio, que evoca la visita a Disneyworld, nos introduce a Mara, la protagonista, quien con grandilocuencia intenta mostrarnos la pérdida de fe en la magia y la desaparición de nuestro niño interior. La caja, en el centro del escenario, comienza como una ilusión diminuta pero se expande grotescamente cuando Mara se acerca.

A pesar de la presencia de icónicos personajes Disney, su inclusión contribuye a la confusión de una historia ya deshilachada. Los 19 bailarines y cantantes en el escenario intentan repasar emotivamente los años, vestimenta y momentos de la historia, pero terminan generando un conjunto desordenado e irrelevante.

Entre las miradas perdidas, los susurros indiferentes y los aplausos que resuenan como fuegos artificiales. Es un viaje sin rumbo, plagado de componentes , culmina en un cierre que provoca que el público cante, aplauda, ría y llore, pero, en realidad, solo deja el desencanto de la magia que Disney intentó transmitir.

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