Guión: Víctor Erice, Michel Gaztambide
Diseño de producción: Curru Garabal
Edición: Ascen Marchena
Fotografía: Valentín Álvarez
Música: Federico Jusid
Reparto principal: Manolo Solo, José Coronado, Ana Torrent, Petra Martínez, María León, Mario Pardo, Helena Miquel, Antonio Dechent, José María Pou, Soledad Villamil, Juan Margallo
Cerrar los ojos, la última obra del renombrado director Victor Erice, se sumerge en el mundo de los recuerdos y las desapariciones, llevando a los espectadores a través de una travesía melancólica y reflexiva. Aunque no logra alcanzar las alturas metafóricas de sus clásicos anteriores, como «El Espíritu de la Colmena» o «El Sur», esta película marcada por la vuelta del cineasta después de 30 años de silencio ofrece un vistazo intrigante a la exploración de traumas personales y nacionales mediante el lente cinematográfico.
La trama se despliega a través de dos períodos temporales: la España rural de 1947 y el 2012 contemporáneo. Erice, colaborando con el talentoso guionista vasco Michel Gaztambide, utiliza la desaparición de un actor durante el rodaje de una película como hilo conductor para explorar los vacíos en la historia española y la amnesia colectiva.
La película comienza en un castillo decadente en la Francia rural, evocando la atmósfera de posguerra. El anarquista, interpretado por un convincente Manolo Solo, emprende un viaje a Shanghai en busca de la hija de un compatriota. La revelación de que esta escena es parte de una película inconclusa dirigida por Manolo Solo en 1990 da paso al verdadero foco de la trama: la desaparición del actor Julio Arenas, interpretado por José Coronado.
A medida que la película avanza en el tiempo hasta 2012, seguimos a Manolo Solo, un director de alma introvertida y melancólica, mientras se enfrenta al pasado en un programa de televisión sobre personas desaparecidas. Sin embargo, la película se queda corta al explorar a fondo sus motivaciones y emociones, dejando al espectador anhelando más profundidad en el personaje.
«Cerrar los ojos» destaca en su representación de la nostalgia por el cine analógico y la tristeza por la desaparición, especialmente en una escena emotiva con el antiguo montador. A pesar de su filmación plana, la película logra generar una carga emocional en su última media hora, explorando cuestiones de identidad y lo que queda cuando la memoria se desvanece.
La presencia de Ana Torrent, un recordatorio del pasado cinematográfico de Erice, junto con la proyección de la película inacabada en un cine local cerrado, infunde una sensación de magia cinematográfica. Aunque no alcanza las cotas de sus obras maestras anteriores, «Cerrar los ojos» deja una impresión duradera, recordándonos la habilidad única de Erice para explorar lo profundo de la condición humana a través del cine.