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Anecdotario de la Arena di Verona: Historia Viva entre las Piedras…

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La Arena de Verona, que data del siglo I d.C., es un anfiteatro que ha visto de todo: desde gladiadores en combate hasta algunas de las más exquisitas interpretaciones de ópera. En 1913, para celebrar el centenario del nacimiento de Giuseppe Verdi, el tenor Giovanni Zenatello y su amigo Ottone Rovato tuvieron la audaz idea de organizar una representación de Aida en la Arena di Verona. Aunque parecía un reto casi imposible—montar una ópera completa en un espacio abierto y vasto—, la magia de la Arena hizo su trabajo. Zenatello no solo interpretó el papel de Radamés, sino que también impulsó lo que sería una tradición centenaria.

Una curiosidad de esta primera edición fue la necesidad de improvisar con antorchas para iluminar la escena, ya que la electricidad aún no estaba instalada en la Arena. La atmósfera creada fue tan especial que los asistentes quedaron fascinados, marcando el inicio de lo que sería un festival legendario.

Caruso y el «Susto» en la Arena

Enrico Caruso, uno de los tenores más célebres de todos los tiempos, cantó en la Arena di Verona en 1906, mucho antes de que se fundara el festival de ópera. Durante una de sus presentaciones, mientras interpretaba una escena dramática, un fuerte ruido resonó en el anfiteatro. Caruso, conocido por su carácter supersticioso, se asustó tanto que interrumpió la función brevemente, temiendo que algo malo sucediera.

Resulta que el ruido provenía de una losa de piedra que se había desprendido ligeramente debido a la vibración de su potente voz. Aunque la situación se resolvió rápidamente, Caruso siempre recordaba aquel momento con una mezcla de humor y aprecio por la acústica de la Arena, que podía amplificar hasta el más mínimo sonido.

El Fantasma de la Segunda Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial dejó una huella profunda en Europa, y la Arena di Verona no fue la excepción. Durante los años de conflicto, el festival fue suspendido, y la Arena quedó en silencio. Sin embargo, en 1946, solo un año después del fin de la guerra, la ópera volvió a llenar el anfiteatro de vida. Esa temporada fue vista como un renacimiento, un símbolo de esperanza en tiempos difíciles.

Se cuenta que durante la primera función de esa edición, cuando el director alzó la batuta para dirigir la orquesta, una bandada de palomas—habitantes constantes de la Arena—se elevó en el aire, como si también celebraran el regreso de la música a este histórico lugar.

María Callas y la Paloma de la Traviata

María Callas es una de las figuras más emblemáticas que han pisado la Arena di Verona. Su debut en este escenario ocurrió en 1947, pero fue en 1958 cuando una anécdota curiosa dejó huella en la historia del festival. Durante un ensayo de La Traviata, mientras interpretaba «Addio, del passato», una paloma se posó en su hombro. El equipo y la propia Callas se sorprendieron, pero la soprano continuó cantando sin perder la compostura.

El hecho fue interpretado como un buen augurio, y esa función en particular se convirtió en una de las más recordadas de su carrera. Para muchos, la imagen de Callas con la paloma en el hombro es un símbolo de su conexión casi mística con la ópera.

Pavarotti y la ‘Cura Milagrosa’

Luciano Pavarotti, el tenor que llevó la ópera a las masas, también tiene su historia en la Arena di Verona. Durante una de sus presentaciones de La Bohème en los años 80, se encontraba enfermo y casi sin voz. Se cuenta que, antes de salir al escenario, alguien le recomendó un remedio casero: un té de jengibre con miel, junto con una oración a Santa Cecilia, patrona de los músicos. Pavarotti, conocido por su superstición, siguió el consejo.

Sorprendentemente, la función fue un éxito rotundo, y Pavarotti cantó con una voz clara y poderosa. Desde entonces, el tenor adoptó el té de jengibre como parte de su rutina antes de cada función, y la historia de su «cura milagrosa» se convirtió en parte del folclore del festival.

La Nota más Alta: Franco Corelli y el Agudo que Retumbó en Verona

Franco Corelli, otro de los grandes tenores que han hecho historia en la Arena, es famoso por su potente voz y sus agudos espectaculares. Una anécdota inolvidable ocurrió durante una función de Turandot en los años 60. Corelli, en el papel de Calaf, cantaba el famoso «Nessun dorma», y al llegar al temido agudo final en «Vincerò», sostuvo la nota con tal fuerza y duración que el público estalló en una ovación antes de que la orquesta terminara la pieza.

Esa noche, los asistentes juraron que la nota resonó más allá de los muros de la Arena, llegando hasta las calles de Verona. Corelli se convirtió en leyenda, y desde entonces, el «Vincerò» en la Arena di Verona se asocia con su nombre.

Una Ópera bajo la Tormenta

Uno de los momentos más dramáticos en la historia reciente del Festival de Verona ocurrió en 1977, durante una representación de Rigoletto. Mientras el barítono Piero Cappuccilli cantaba el famoso «Cortigiani, vil razza dannata», una tormenta comenzó a formarse sobre la Arena. Los relámpagos iluminaron el cielo, y la lluvia empezó a caer de manera torrencial. A pesar de las condiciones, Cappuccilli continuó cantando, empapado pero imperturbable, en una demostración de profesionalismo que el público nunca olvidó.

El público, en lugar de dispersarse, se quedó firme bajo la lluvia, ovacionando a Cappuccilli por su valentía y entrega. La función se detuvo brevemente por razones de seguridad, pero al reanudarse, la energía de la audiencia y la determinación de los artistas convirtieron esa noche en una de las más memorables en la historia del festival.

Nino Machaidze y la Perla Perdida

Durante una función de La Traviata en 2012, la soprano Nino Machaidze, en el papel de Violetta, tuvo un pequeño accidente en escena. Mientras cantaba el aria «Addio, del passato», una de las perlas de su collar se desprendió y cayó al suelo. En lugar de ignorar el incidente, Machaidze, con gran elegancia, se agachó, recogió la perla y la guardó en su mano mientras continuaba cantando sin perder el tono ni la compostura.

El público, impresionado por su profesionalismo, rompió en aplausos espontáneos. Después de la función, la perla fue enmarcada y ahora se exhibe en el vestíbulo del teatro como un símbolo de la gracia y la habilidad de Machaidze bajo presión.

Domingo y la Noche de los Tres Tenores

En 1984, una de las noches más recordadas en la historia del Festival de Verona fue cuando Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti coincidieron en una misma función de Don Carlo. Aunque la idea de los Tres Tenores como conjunto aún no había nacido, aquella noche sirvió como preámbulo a lo que años después se convertiría en un fenómeno global.

Durante los ensayos, surgió una pequeña disputa entre los tenores sobre quién debía cantar el aria final, ya que cada uno quería lucirse. Finalmente, acordaron compartir el aria, cada uno tomando una parte diferente. La función fue un éxito rotundo, y aquella colaboración improvisada se convirtió en un momento icónico que prefiguraba la futura alianza de los Tres Tenores.

Anna Netrebko y la Caída Inesperada

En 2011, durante una representación de Il Trovatore, la soprano Anna Netrebko sufrió una pequeña caída en escena mientras interpretaba «D’amor sull’ali rosee». A pesar del tropiezo, Netrebko se levantó inmediatamente y continuó cantando con la misma intensidad y pasión que la caracterizan.

Lo que hizo este incidente especial fue la reacción del público, que se levantó en una ovación de pie antes de que terminara el aria, admirando la determinación y profesionalismo de la soprano. Netrebko, visiblemente emocionada, completó la función con una energía renovada, y la anécdota se convirtió en una historia de superación personal y artística.

Renata Tebaldi y el Silencio del Público

Renata Tebaldi, una de las sopranos más queridas del siglo XX, tuvo un momento particularmente conmovedor en la Arena di Verona en 1969. Durante una de sus interpretaciones de Tosca, en el aria «Vissi d’arte», Tebaldi alcanzó tal nivel de emoción que, al terminar, no hubo aplausos inmediatos. El público quedó tan conmovido que un silencio reverente se apoderó del anfiteatro durante varios segundos, un hecho extremadamente raro en la ópera.

Finalmente, los aplausos llegaron, y fueron tan intensos y prolongados que Tebaldi tuvo que regresar al escenario varias veces para recibir la ovación. La soprano siempre recordaba ese silencio como uno de los más grandes cumplidos de su carrera, y mencionaba a menudo que la Arena tenía el poder de hacer que el tiempo se detuviera.

Cecilia Gasdia y el Aria Inesperada

En 1986, Cecilia Gasdia, una joven soprano en ese entonces, estaba destinada a interpretar el papel de Gilda en Rigoletto. Sin embargo, durante los ensayos generales, la soprano que debía cantar el papel de Violetta en La Traviata cayó enferma, y los organizadores del festival se vieron en un aprieto. Sin dudarlo, Gasdia se ofreció para reemplazarla, a pesar de que no estaba programada para ese papel.

La noche de la función, Gasdia interpretó La Traviata con tal maestría que el público no podía creer que no hubiera ensayado para ese papel en particular. Aquella noche fue decisiva para su carrera, y la Arena di Verona se convirtió en el escenario de su consagración como una de las grandes sopranos de su generación.

El Pianista Invisible

Una anécdota menos conocida pero igualmente curiosa ocurrió en 1953, durante una representación de Il Barbiere di Siviglia. Al comenzar el aria «Largo al factotum», el barítono Tito Gobbi se dio cuenta de que el piano que debía acompañar su entrada no estaba en su sitio. El director de orquesta decidió continuar la función sin el instrumento, improvisando la sección con la orquesta completa.

El público, inicialmente desconcertado, pronto se dio cuenta de la ausencia del piano, pero Gobbi, con su talento actoral, logró incorporar el incidente a su interpretación, haciendo gestos humorísticos como si estuviera buscando al «pianista invisible». La función se convirtió en una comedia improvisada, y Gobbi fue ovacionado por su ingenio y sentido del humor.

Este anecdotario de la Arena di Verona celebra la grandeza de la ópera y también la humanidad, la improvisación y el espíritu inquebrantable de los artistas, que han convertido este anfiteatro en un lugar donde la música y las historias crean magia cada noche.

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