ORQUESTA SINFÓNICA DE JERUSALEM
DIRECTOR: YERUHAM SCHAROVSKY
VIOLÍN SOLISTA: ITAMAR ZORMAN
TEATRO COLISEO
CICLO NUOVA HARMONIA
Programa
I parte
Mark Lavry (1903-1967)
Danza Hora del poema sinfónico “Emek”
Felix Mendelssohn (1809-1847)
Concierto para violín en mi menor Op. 64
Allegro molto appasionato
Andante
Allegro non troppo/Allegro molto vivace
II parte
Johannes Brahms (1833-1897)
Sinfonía N 1 en do menor Op. 68
Un poco sostenuto-Allegro
Andante sostenuto
Un poco alegretto e grazioso
Adagio-Allegro non troppo, ma con brio
Como bien dice el editorial de la directora general y artística del Teatro Coliseo Elisabetta Riva: “el espectáculo en vivo es un privilegio…” y con esta idea nos dispusimos a disfrutar de este concierto en celebración de los 80 años de la Orquesta Sinfónica de Jerusalén y los 70 años de formación del Estado de Israel, agradecidos por la oportunidad de disfrutar este repertorio.
Desde los primeros acordes de la orquesta se disiparon las dudas en cuanto a la acústica del Teatro. Se escuchaba perfecto desde la platea y el sonido corría por la sala, notándose con definición y prolijidad en los matices, en especial los pianísimos tan importantes en estas obras.
La fantástica dirección del nacido en Argentina Yeruham Scharovsky ayudó al ajuste de las obras. Con una géstica precisa marcó entradas y derramó simpatía y profesionalismo, algo que parece lejano en los aclamados directores de orquesta últimamente. Mostró su experiencia y trayectoria llevando a los músicos por los vericuetos de estas difíciles partituras.
Itamar Zorman sorprendió al público, si bien ya venía con fama de ser un prodigio. La primera impresión me causó el vértigo de ver un niño tímido con su violín sobre el escenario, no duró esto mucho ya que posee un sonido maduro y lleno de matices, con excelentes ligados y, claro, una digitación endiablada. Posee además, nada más ni nada menos que un violín Guarneri Del Jesú de la colección de Yehuda Zisapel de 1734, con sonidos medios potentes que equilibran la paleta de sonidos, emparejando todo el registro.
La potencia de la orquesta se lució en todas las secciones, con un gran trabajo de empaste. A veces pienso que el gran trabajo del director en estas giras es justamente no sonar siempre igual o de manera automática, en especial en este tipo de obras difíciles pero de “repertorio habitual”.
Los bises deleitaron a la platea y allí otra generosidad de la orquesta; Itamar Zorman realizó dos después del Mendessohn y la orquesta dos también: “Taquito militar” de Mariano Mores con un bello arreglo orquestal y una obra hebrea, tocada de manera muy sentida que emocionó a la platea.
Así transcurrió una velada de gala, de refinamiento académico y cultural.
El “privilegio de escuchar música en vivo” tan necesario como fundamental para la unión de los pueblos y para aquietar el vaivén de los tiempos que corren.