SAMANÁ , el paraíso , descubramoslo antes de que se invada de turistas…

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Palmeras, playas, aguas cristalinas y, por supuesto, sol -mucho sol-, son algunos de los tópicos más recurrentes que suelen venir a la mente de la mayoría al pensar en el Caribe, y rincones como Punta Cana o Playa Bávaro, como los destinos top de la República Dominicana.

Sin embargo, años de explotación turística han convertido estos lugares, sin duda de gran belleza, en destinos de moda, aunque algo masificados. Ya no son los sitios paradisíacos y solitarios perseguidos por muchos viajeros que buscan paisajes vírgenes y auténticos en los que desconectar en plena naturaleza. Si es tu caso, si buscas un destino de belleza espectacular, tranquilo y de parajes desiertos, toma nota: su nombre es Samaná.

Antes que nada, sitúala en el mapa. Samaná es una península del noreste dominicano, escenario de películas de piratas. Este paraíso, todavía desconocido, tiene infinitas razones para que la disfrutes antes de que sea conquistado por los turistas. ¡Toma nota!

Podría sonar a anuncio publicitario, pero lo cierto es que Samaná puede presumir de tener algunas de las playas más increíbles del Caribe. Diversas y sobre todo, salvajes, sus aguas turquesa y sus arenas blancas ofrecen una imagen idílica, casi irreal. Bordeadas de cocoteros y de una naturaleza desbordante, se extienden solitarias a lo largo de kilómetros.

Aunque virgen, la más conocida es, sin duda, playa Rincón, en diversos rankings considerada una de las mejores no solo del Caribe, sino del mundo. Junto a ella, sobresalen otras como las Galeras, las Terrenas, el Frontón, las Flechas – la primera que pisó Cristóbal Colón- o Bacardí, todas ellas accesibles para el público. Y es que las playas de la República Dominica son públicas, lo que significa que no existe impedimento para poder pasear y bañarse en cualquiera de ellas.

Naturaleza exuberante

El clima, las temperaturas templadas y las playas no pueden hacer olvidar al turista que Samaná no es únicamente un destino de sol y playa, sino que es un lugar perfecto para los amantes de la naturaleza salvaje. En definitiva, para los amantes del ecoturismo.

El elevado índice de precipitaciones de la zona hace que cuente con una amplia zona pantanosa -protegida-, un territorio muy preciado de exuberante vegetación selvática. En él encontramos bosques húmedos, manglares, cuevas con arte rupestre, senderos y ríos que forman piscinas naturales, y espectaculares cascadas, como el Salto del Limón, cuyas aguas cristalinas se precipitan 40 metros.

Es el  parque nacional Los Haitises, un nombre de origen arahuaco -la lengua autóctona de los indígenas de Samaná- que significa tierras altas o montañosas, en una clara alusión a la zona más elevada de la península.

Pelícanos, buitres, gaviotas reales, gavilanes o tijeretas son algunas de las especies con las que disfrutarán sin lugar a dudas los amantes del turismo ornitológico. Y es que entre la fauna presente en Samaná se encuentran numerosas aves nativas y migratorias.

Aunque posiblemente uno de los animales que despiertan mayor atracción tiene su hábitat bajo el agua. Se trata de la ballena jorobada, un mamífero que durante la temporada de aparejamiento, entre los meses de diciembre y marzo, se concentra en la zona para reproducirse. Se calcula que cada año migran desde las frías aguas del Atlántico Norte entre 3.000 y 3.500 ejemplares.

El espectáculo es impresionante. Los cantos de los machos para atraer a las hembras pueden oírse desde un radio de 30 kilómetros, y sus saltos impresionan a los que visitan el Banco de Plata, un santuario creado hace más de tres décadas para la protección de las ballenas, donde el avistamiento y la observación justifican el viaje.

Kitesurf en las Terrenas o el Portillo; submarinismo y snorkel en la playa las Ballenas o en playa Rincón; espeleología en las cuevas de los indios tainos y senderismo en el parque nacional Los Haitises; baños en cascadas como la de Lulú; excursiones a caballo hasta el Salto el Limón y pesca a bordo de un catamarán, subirse a una moto de agua…Las opciones de turismo activo en la península son infinitas. Muchas de ellas puedes realizarlas por tu cuenta, aunque el lugar dispone de guías locales y una interesante oferta de actividades respetuosas con el medio ambiente. Los dominicanos y, en especial, los habitantes de Samaná se han ganado merecidamente la fama de ser gente feliz y sencilla, y unos anfitriones acogedores. Es fácil entablar conversación con ellos. Viven sin prisas, algo que a la llegada puede sorprender, pero que con el tiempo, acaba impregnando al viajero.La música y el baile, con el merengue, la salsa y la bachata, están siempre presentes, igual que el ron, la cerveza o la Mamajuana, el licor con supuestos poderes afrodisíacos que se ha convertido en todo un símbolo del lugar.Si uno viaja hasta la península pues no temas por la gastronomía, le  aseguro que disfrutará comiendo. Su cocina criolla, el café y el cacao te sorprenderán.No se puede dejar de probar los dulces salados, la leche de coco o el picapollo -pollo frito rebozado, con yuca y plátano frito-, las deliciosas frutas tropicales que encontrarás en cualquier rincón, ni los pescados y los crustáceos como la langosta. Probala a la brasa, te encantará.Los alojamientos, a diferencia de lo que ocurre en otras zonas de la República Dominicana, repleta de grandes instalaciones hoteleras, en esta región, la oferta se nutre sobre todo de pequeños establecimientos típicamente locales, básicamente de carácter familiar. Si bien es cierto que existen algunos resorts -pocos- estos se encuentran perfectamente integrados en su entorno y sus precios son asumibles.No temas por tu seguridad. Las advertencias sobre la necesidad de tomar precauciones nunca están de más -como en todas partes-, pero, por norma general, los turistas no tienen problemas. Solo un consejo: si compras en mercados públicos, regatea. Tu aspecto te delata y es probable que los vendedores intenten cobrarte de más… Feliz viaje al paraíso

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