martes, 14 de enero de 2025
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El Concierto de Año Nuevo de Viena: Tradición en Pie de Guerra Contra el Ejército de lo Políticamente Correcto

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El Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, ese majestuoso ritual que marca el inicio de cada año con valses, polkas y una estética impecablemente vienesa, se ha convertido en el blanco predilecto de los cruzados de la inclusión. Para estos guerreros modernos, que parecen haber tomado un curso intensivo de destrucción de tradiciones, el hecho de que solo hombres hayan dirigido este evento durante más de 80 años es un ultraje digno de escándalo global.

La Tradición Como Villano: en la narrativa inclusiva, cualquier tradición que no se arrodille ante los nuevos dogmas es automáticamente culpable. En este caso, la exclusividad masculina del podio no es vista como un reflejo histórico o una cuestión artística, sino como un símbolo del “opresivo patriarcado musical”. Poco importa que la dirección de este concierto sea un honor que se gana por mérito, entendimiento profundo del repertorio vienés y un manejo excepcional de una de las mejores orquestas del mundo. Para los fanáticos del cambio por decreto, el talento siempre queda en segundo plano frente al género.

El Ataque a lo Exclusivo: los movimientos inclusivos tienen un curioso don: convertir lo exclusivo en excluyente. En su cruzada, ignoran que la exclusividad del Concierto de Año Nuevo no es una barrera, sino una celebración de lo mejor que la música vienesa tiene para ofrecer. Pero, claro, en su lógica, cualquier espacio que no cumpla con su lista de verificación inclusiva es una afrenta que debe ser reconfigurada a su imagen y semejanza. No es suficiente que la Filarmónica de Viena haya abierto sus puertas a mujeres en las últimas décadas, un cambio significativo para una institución que, hasta hace poco, era sinónimo de tradición rígida. No. Ahora el podio del Concierto de Año Nuevo debe ser colonizado, no porque haga falta, sino porque así lo dicta la última moda ideológica.

¿Tradición o Extinción?…: lo que está en juego no es solo quién dirige el concierto, sino la supervivencia de una tradición que ha resistido el paso del tiempo precisamente porque se ha mantenido fiel a sí misma. La Filarmónica de Viena no organiza un festival para satisfacer las cuotas de inclusión de Twitter; ofrece un espectáculo que es, por definición, una oda al pasado y a los valores culturales vieneses. Los críticos dicen que es hora de un cambio. Pero, ¿cambio para qué? ¿Para diluir lo que hace único al evento y transformarlo en un escaparate más de corrección política? No todo en la vida necesita ser reconfigurado para ajustarse a los caprichos de quienes se sienten ofendidos por todo.

La Ironía del Progreso: curiosamente, los movimientos inclusivos claman por diversidad mientras buscan imponer uniformidad. En su mundo ideal, no hay espacio para tradiciones que no se adapten a su molde. Si un evento como el Concierto de Año Nuevo no encaja, entonces debe ser destruido o remodelado, sin importar el daño que esto cause a su esencia.

Dejen el Concierto en Paz: el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena no necesita salvadores, ni reformas, ni lecciones de moral contemporánea. Es un símbolo de continuidad, de excelencia y de un mundo que, por un momento, no está obsesionado con el cambio por el simple hecho de cambiar. A los soldados de la inclusión: no todas las tradiciones están para ser destruidas. Y si tanto les molesta la dirección masculina, quizás deberían crear su propio evento, en lugar de exigir la mutilación de uno que ha resistido décadas siendo exactamente lo que es: una celebración de la excelencia vienesa, sin aditivos, sin remordimientos y, sobre todo, sin disculpas.

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