domingo, 18 de mayo de 2025
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Cine: La belleza de PARTHENOPE, una oda visual de Paolo Sorrentino

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Parthenope (Italia-Francia/2024). Guion y dirección: Paolo Sorrentino. Fotografía: Daria D’Antonio. Edición: Cristiano Travaglioli. Elenco: Celeste Dalla Porta, Silvio Orlando, Peppe Lanzetta, Gary Oldman, Luisa Ranieri, Isabella Ferrari, Stefania Sandrelli. Duración: 137 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: muy buena.

Parthenope (2024), la más reciente obra del aclamado director napolitano Paolo Sorrentino, es un canto a la belleza en todas sus formas: la de una mujer, la de una ciudad y la de la vida misma, impregnada de melancolía, deseo y contradicción. Estrenada en el Festival de Cannes y aclamada por su exuberancia visual, la película es una epopeya femenina que trasciende el relato lineal para convertirse en un mosaico de imágenes y emociones, donde Nápoles y su protagonista, Parthenope, se funden en una danza de luz, sombra y sensualidad. A continuación, desglosamos los elementos de belleza que componen esta obra maestra.

1. La belleza de la protagonista: Celeste Dalla Porta como Parthenope

La belleza de Parthenope comienza con su protagonista, interpretada por Celeste Dalla Porta, quien encarna a una joven napolitana cuya hermosura es descrita como casi mitológica, reminiscente de la sirena Parténope de la mitología griega. Sorrentino no solo la presenta como un objeto de deseo, sino como una fuerza magnética que transforma a quienes la rodean. Su presencia en pantalla es un deleite visual: cada plano de Dalla Porta está cuidadosamente compuesto, con su melena salvaje al viento, sus ojos profundos y una sensualidad que no necesita esfuerzo para cautivar.

Esta belleza, sin embargo, no es meramente física. Parthenope es inteligente, inquisitiva y libre, características que Sorrentino resalta en sus diálogos ingeniosos y en su búsqueda académica en antropología. La actriz, en su debut, irradia una mezcla de vulnerabilidad y poder. Su gestualidad, pausada pero intensa, evoca una sensualidad que no se impone, sino que seduce sutilmente.

2. La belleza de Nápoles: Un personaje vivo y contradictorio

Nápoles, la ciudad natal de Sorrentino, es mucho más que un escenario en Parthenope; es un personaje que respira, seduce y hiere. La película captura la ciudad en toda su gloria barroca: desde la bahía resplandeciente y las vistas de Capri hasta los callejones vibrantes del quartiere spagnolo, donde la vida y la miseria conviven en una armonía caótica. La fotografía de Daria D’Antonio, premiada en Cannes, transforma cada rincón de Nápoles en una postal viva, con colores saturados, luces doradas y sombras que dan profundidad a cada cuadro.

La ciudad es filmada con una sensualidad palpable: los movimientos de cámara son fluidos, deslizándose por las calles estrechas o acariciando las olas del mar. Nápoles, como Parthenope, es magnética y contradictoria, un lugar que “hechiza, hiere y no deja ir”. Sorrentino la presenta como una entidad libre, que no juzga, pero que también atrapa a sus habitantes en su melancolía.

3. La belleza visual: Un banquete barroco

El estilo visual de Sorrentino en Parthenope es uno de los pilares de su belleza. Cada escena es una obra de arte, con composiciones que recuerdan a pinturas barrocas, llenas de contrastes, texturas y una exuberancia que abruma los sentidos. La cámara de Sorrentino danza, se detiene en detalles –un cigarrillo entre los labios de Parthenope, el brillo del mar, una tela ondeando al viento– y crea un ritmo que es a la vez contemplativo y hedonista.

La paleta de colores, dominada por azules profundos, dorados cálidos y rojos intensos, evoca la opulencia de un palazzo napolitano, mientras que la iluminación, con sus claroscuros, añade un toque de dramatismo teatral. Esta estilización, que algunos críticos han comparado con anuncios de perfumes o campañas de Dolce & Gabbana, no es gratuita: es una celebración de la belleza como experiencia sensorial, donde cada imagen busca provocar una reacción visceral.

4. La belleza narrativa: Una epopeya fragmentada

La narrativa de Parthenope no sigue una estructura convencional, sino que se despliega como un collage de momentos que abarcan desde el nacimiento de la protagonista en 1950 hasta su vejez. Esta fragmentación, aunque criticada por algunos por su falta de cohesión, es parte de su encanto. Sorrentino no busca contar una historia lineal, sino capturar la esencia de una vida y una ciudad a través de episodios que mezclan hedonismo, tragedia, deseo y reflexión.

La película explora temas universales –la juventud, el amor, la pérdida, la búsqueda de libertad– a través de la lente de Parthenope, cuya vida es tanto una metáfora de Nápoles como una exploración de la belleza como bendición y maldición. Los diálogos, cargados de frases poéticas y aforismos, como “La belleza es como la guerra: abre puertas” (dicho por el personaje de Gary Oldman, John Cheever), añaden una capa de sofisticación que eleva la narrativa a un plano casi mítico.

5. La belleza musical: Una banda sonora que acaricia

La música de Parthenope, compuesta por Lele Marchitelli, es otro elemento que contribuye a su belleza. La banda sonora combina piezas clásicas con composiciones originales que oscilan entre lo melódico y lo incidental, subrayando los momentos de emoción y añadiendo una capa de sofisticación a las imágenes. Los acordes suaves y las melodías envolventes actúan como una caricia auditiva, complementando la sensualidad visual de la película.

Una belleza que seduce y hiere

Parthenope es una obra que destila belleza en cada fotograma, desde la deslumbrante presencia de Celeste Dalla Porta hasta la opulencia visual de Nápoles y la poesía de su narrativa fragmentada. Paolo Sorrentino, fiel a su estilo barroco y hedonista, crea una película que no solo celebra la belleza, sino que también reflexiona sobre su poder y sus límites, presentándola como una fuerza que puede abrir puertas, pero también aprisionar a quienes la poseen. Parthenope no es solo una película; es una experiencia sensorial que, como Nápoles y su protagonista, “hechiza, hiere y no deja ir”.

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