Hay películas que, más allá de narrar una historia, nos invitan a reflexionar sobre quiénes somos, de dónde venimos y qué dejamos para el futuro. Rita, el debut como directora de Paz Vega, es una de esas obras que toca el alma y se queda en la memoria. Con una sensibilidad desgarradora y una narrativa que evoca las memorias de la niñez, esta película no solo nos transporta a la Sevilla de los años 80, sino que también abre un diálogo profundo sobre la familia, el ayer y el hoy, explorando las dinámicas que nos marcan y las heridas que se heredan de generación en generación.
En el corazón de esta historia está Rita, una niña de 7 años interpretada con una autenticidad extraordinaria por Sofía Allepuz. Su actuación es un descubrimiento, una de esas interpretaciones que no se olvidan. Rita es curiosa, vivaz y, a la vez, profundamente observadora. Con una cámara que sigue su mirada, el espectador se convierte en su cómplice mientras navega por los juegos del barrio, las complicidades con su hermano menor y los silencios que llenan su hogar. La frescura y naturalidad de Allepuz no solo construyen el personaje, sino que lo convierten en el alma de la película. Su manera de expresar emociones con pequeños gestos y miradas nos hace sentir cada momento como si fuéramos parte de su mundo.
Entre los personajes que enriquecen este relato destaca Nito, el vecino silencioso interpretado con maestría por Daniel Navarro. Nito, es un niño que observa más de lo que habla, carga con un dolor que no necesita palabras para ser entendido. Su rostro, lleno de matices, refleja el peso de un amor infantil no correspondido que encuentra su voz en un acto de ternura: un dibujo entregado a Rita en una de las escenas más poéticas y emotivas de la película. Navarro, con su interpretación contenida pero poderosa, añade una dimensión conmovedora al relato. Juntos, Allepuz y Navarro iluminan la pantalla con una química única, construyendo un vínculo lleno de inocencia y emoción que recuerda a los lazos más puros de la infancia.
Paz Vega, además de dirigir con una sensibilidad notoria, interpreta a la madre de Rita. Su actuación es un retrato de una mujer atrapada en un matrimonio opresivo, una madre que lucha por mantener una semblanza de normalidad mientras enfrenta la soledad y el maltrato. Vega da vida a un personaje lleno de matices, donde cada silencio, cada mirada cargada de tristeza y resignación, habla de una lucha interna que muchas mujeres conocerán. Frente a ella, Roberto Álamo interpreta al marido con una intensidad inquietante, creando un personaje cuya violencia verbal y emocional domina el hogar. Sin embargo, Vega opta por contar esta historia con elegancia, evitando el sensacionalismo, dejando que sea la perspectiva de Rita la que nos guíe y proteja de las escenas más duras.
La dirección de fotografía, a cargo de Eva Díaz Iglesias, es un punto clave en la narrativa visual de Rita. Las imágenes combinan la calidez del verano andaluz con los rincones sombríos del hogar, reflejando de manera impecable la dualidad entre la inocencia de la infancia y las adversidades de la vida adulta. Cada encuadre está cargado de significado, desde los rayos de sol que iluminan los juegos de los niños hasta las penumbras que envuelven los momentos de tensión familiar. El diseño de producción y vestuario también contribuyen a crear un retrato fiel y auténtico de los años 80, sin caer en clichés nostálgicos, pero sí evocando la textura de una época difícil.
Más allá de sus aspectos técnicos, Rita sobresale por su narrativa emocional, escrita también por Paz Vega. Con una estructura que fluye con la naturalidad de la vida misma, la película no busca sorprender con giros inesperados, sino conmover con la autenticidad de sus pequeños momentos. Desde los juegos y las conversaciones triviales hasta los silencios cargados de significado, Rita construye un retrato íntimo de una familia marcada por el amor, la resiliencia y las dificultades.
Rita no es solo una película sobre el pasado, sino también una reflexión sobre las dinámicas familiares de hoy. En un contexto donde los modelos de familia evolucionan, esta obra nos recuerda que muchas de las luchas y desafíos que enfrentamos siguen vigentes: el peso del silencio, el impacto de la violencia, la importancia de los lazos afectivos y el rol fundamental de la empatía para sanar heridas. En ese sentido, Rita no solo es un retrato de una época, sino un espejo en el que podemos mirar nuestras propias historias y repensar el camino hacia relaciones más saludables y justas.
El debut de Paz Vega como directora es un triunfo, no solo por su habilidad para contar una historia tan íntima y emotiva, sino también por su ojo para descubrir y guiar el talento de dos jóvenes promesas del cine: Sofía Allepuz y Daniel Navarro. Sus actuaciones son el corazón palpitante de esta obra, y juntos construyen una historia que queda grabada en el espectador mucho después de que terminan los créditos.
Rita es una obra que trasciende su marco temporal para explorar las luces y sombras de la familia, la infancia y las emociones que nos forman como personas. Con una dirección impecable y actuaciones infantiles memorables, Paz Vega logra un debut que emociona, no solo en el cine, sino en el corazón de quienes la ven.