Sonya Yoncheva, recital Teatro Colón

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Sonya Yoncheva

Teatro Colòn

Piano: Malcolm Martineau

Programa

Parte l

Giacomo Puccini

“Sole e amore”

“Terra e mare”

“Mentia l´avviso”

“Canto d anime”

Giuseppe Martucci

“Al folto bosco, placida ombrìa”

Franesco Paolo Tosti

“L´ultimo bacio”

“Ideale”

Giuseppe Verdi

“In solitaria Stanza”

“Ad una stella”

“L´esule”

Parte ll

G. Puccini

De “Le villi”

“Sei come piccinina”

De “Tosca”

“Vissi d´arte”

Isaac Albéniz

Tango en Re

G. Puccini

De “La Boheme”

“Donde lieta usci”

De Madama Butterfly

“Un vel di vedremo”

Jueves 5 octubre, Sala principal

Foto, gentileza Prensa Teatro Colón – Arnaldo Colombaroli

“Y te sentí en la luz, en el aire,

en el perfume de las flores,

y la habitación solitaria

estaba llena,

de ti, de tus resplandores…”

Ideale, aus Tosti y Errico, 1882

La fascinación sutil de una mujer y un piano

Sonya Yoncheva es una cantante de origen búlgaro en la cima de su carrera, con un repertorio que abarca desde el Barroco hasta el bel canto y verismo completos; no solo como soprano dramática sino también con algunos roles de mezzo. Ha cantado en los mejores teatros del mundo, con las mas variadas producciones, conciertos y recitales. Por eso llama mucho la atención que nos haya obsequiado con un concierto tan en su zona de confort, tan poco jugado.

Tiene una voz aterciopelada y poderosa, tanto que apenas usa la zona de pecho (tan sonora es su zona media y baja que no la necesita), gran fraseo, permanente histrionismo y simpatía y belleza vocal digna. Posee un timbre con una sonoridad muy contemporánea, similar a algunas cantantes europeas, seguramente una cuestión de físicos, laringes y escuelas técnicas de la voz. Pero con un registro desde los graves a los agudos parejo y contundente.

La primera parte pasó sin pena ni gloria. Las canciones de Puccini parecían un vocalizo, una entrada en calor para una voz que podía mucho más. Tosti hizo vibrar al público y Verdi es un favorito, ora cámara ora ópera.

La segunda parte trajo aires más vibrantes, y no por la temática y el vestido de gasa rojo que emulaba una rosa. Ya sin la atadura de la partitura Yoncheva pareció entrar en calor y disfrutar de su estadía en Buenos Aires regalando los clásicos que el público siempre quiere volver a escuchar. Con soltura se movió por el escenario, interactuó con el pianista y con la platea, no faltaron las miradas insinuantes, los suspiros y los gestos apasionados.

Realmente es una voz que parece no costarle ninguna de las arias famosas, ni Verdi ni Puccini sugieren dificultades técnicas a una voz que le sobra para todos los roles.

Malcolm Martineau fue un acompañante correcto, atento y participativo, en ningún momento sobrepasó el volumen u osó destacarse. Si bien como decimos este fue un concierto de repertorio, fue el soporte ideal de la cantante.

Los bises no aportaron nada nuevo, un remanido “O mio babbino caro” que ya tendría que jubilarse; y una Carmen que dejó en claro que Sonya Yoncheva puede con todo tipo de roles dramáticos, épocas y estilos líricos.

A pesar del programa conocido, la ciudad disfrutó de una cantante en la cima de su carrera mundial. Vale preguntarse si este tipo de espectáculos pueden tener valor artístico o son solo una vista gimnástica del interprete.

¿Hasta cuándo una mujer y un piano seguirán fascinando a las audiencias?

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