Autor: Suzie Miller. Dirección y adaptación: Andrea Garrote. Intérprete: Julieta Zylbelberg. Vestuario: Betiana Temkin. Escenografía e Iluminación: Santiago Badillo. Música original y Sonido: Ian Shifres. Sala: Multiteatro Comafi (Corrientes 1283). Funciones: lunes y martes, a las 20.15. minutos. Nuestra opinión: muy buena
Cuando conocemos por primera vez al personaje interpretado por Julieta Zylberberg, nos encontramos con una abogada de primera categoría, una verdadera «pura sangre» que está en una racha impresionante de victorias. Con una alegría traviesa y contagiosa, salta sobre el escritorio y nos cuenta, sin aliento, su última hazaña: cómo hizo que un testigo arrogante se sintiera falsamente seguro para luego destruir su testimonio con precisión quirúrgica. Zylberberg encarna a la perfección esa sensación de poder y respeto que su personaje disfruta tanto, y nos hace partícipes de su deleite en el juego legal.
Pero detrás de esa fachada de éxito, se esconde una mujer de clase trabajadora que ha luchado ferozmente para llegar a la cima. Su respeto por el sistema legal es palpable; ella cree firmemente que los abogados defensores como ella brindan un servicio esencial a la humanidad y que cada caso, incluso los de agresión sexual en los que a menudo participa, merece ser examinado minuciosamente. Para ella, la búsqueda de la «verdad» no es su responsabilidad directa, sino presentar la mejor versión posible de la historia de su cliente, generando así dudas razonables en el jurado.
Esa fe inquebrantable y una dosis de arrogancia (que Zylberberg maneja con un aire despreocupado y cautivador) se desmoronan brutalmente cuando su personaje se convierte en víctima de una agresión sexual. Al enfrentarse a sí misma en un interrogatorio interno, se da cuenta de cómo los detalles de su caso la condenarían en un tribunal: su agresor es alguien a quien conocía y había invitado a su casa, habían estado bebiendo, habían tenido intimidad antes, y en su estado de angustia, ha destruido pruebas y no recuerda bien algunos detalles cruciales.
Ver el sistema legal desde el otro lado resulta ser una violenta llamada de atención, y es en este punto donde el dramaturgo australiano Suzie Miller –una ex abogada penalista– da un giro hacia la polémica pura. Esta transición puede parecer una elección dramática arriesgada, pero Zylberberg la hace funcionar con su pura fuerza de voluntad y talento interpretativo. Ella mantiene el estado psicológico de la protagonista en primer plano, mientras Miller desentraña los engranajes del sistema legal que pueden ser igual de despiadados tanto para los defensores como para las víctimas.