RIGOLETTO…»EL DIFICIL ARTE DE HACER REIR»…Teatro Colón

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RIGOLETTO…»El difícil arte de hacer reír»

Teatro Colón

 

¡Que rabia, ser deforme!…

¡qué rabia ser bufón!…

¡No deber, no poder hacer otra cosa

más que reír!

Me está prohibido el patrimonio

de cualquier hombre… ¡el llanto!

Rigoletto Act II

 

  Desde que Diego Velázquez, allá por el 1600 pintó bufones, estos no han dejado de fascinar y ser foco curiosidad. Para los simples mortales, que no andamos con un bufón animándonos el día, nos preguntamos muchas cosas sobre ellos.

Velázquez en su madurez artística no se atrevió a faltarles el respeto. Al contrario explícitamente pinta sus miradas, mezcla de tristeza o resignación, sus vestuarios particulares y hasta sus instrumentos de trabajo.

Porque eso son, trabajadores. Existen a través de la historia y han estado al lado de toda figura poderosa (a la sombra y protección del poder de turno), desde el Imperio Romano hasta las monarquías europeas; animándose a decir lo que nadie se atreve, confidentes y cercanos, peligrosos si caemos en el centro de atención de sus burlas. Despertaron a lo largo de los siglos simpatías y odios, entre cortesanos y soberanos.

Pero claro, esto no es una clase de historia, solo un detenerse a reflexionar sobre estos personajes a propósito de la puesta de la ópera Rigoletto de G. Verdi en el Teatro Colón de Buenos aires.

Pensamos tal vez que el bufón esta extinto desde el siglo XIX pero basta prender un dispositivo móvil para encontrarnos con bufones esforzados de todo tipo. Llegar a la carcajada/diversión no es tarea fácil y, si uno no se cuida o tiene un buen editor del material, se puede caer en lo burdo u ordinario. Bástese ver cualquier reallity show, youtuber o influencer: más likes, más “me divierte”, más morbo y más grosero se vuelve el contenido.

Es una adicción en la cultura pop: “no importa lo que digan mientras hablen”.

En este reinventarse del bufón surgen varios interrogantes: ¿ Es necesario un desnudo en una ópera para equiparar contenidos de otros formatos? ¿Cuáles son los límites del mal gusto?

La puesta casi clásica del Teatro Colón no tuvo sorpresas. Un elenco que cumplió. Una orquesta que se adaptó al volumen de los cantantes y tempos dinámicos con la batuta del maestro Maurizio Benini. La unión de 2do y 3er acto también fue acertada.

El vestuario que se lució solo en el saludo final, con mejor iluminación. La idea fatigada hasta el cansancio de una estatua “representativa” como punto de focalización y apenas utilería como eje de la escenografía no tuvo en cuenta que desde el 5to piso del teatro no se ve el fondo del escenario! La galería existe mis queridos amigos escenógrafos, una pena que se pierdan detalles de la puesta (aunque sean proyecciones).

Fabián Veloz fue Rigoletto. Se esforzó por llegar al alma de tan complejo personaje, buscar la voz, el timbre ideal; no basta con llegar a las notas, uno tiene que lograr el estilo, la cualidad vocal del rol. Creo que se llevó todos los aplausos merecidamente.

Ekaterina Siurina fue una Gilda sin brillo vocal. Una voz dulce y melodiosa pero que costaba escuchar en los números de conjunto no transmitió mucho actoralmente. Las marcaciones tipo Julie Andrews cantando “The hills are alive” no ayudaron en la icónica “Caro nome” y se diluía entre el resto del elenco.

Mi maestra de canto del conservatorio amaba la ópera francesa y odiaba la italiana. Pero más que todo odiaba a Verdi (yo lo amo, claro).Cada vez que le pedía cantar algún aria o conjunto de esta ópera gritaba: “es una drama infecto”!! Y si, pocos dramas hay tan terribles como la historia de este padre y su hija, pero que música maravillosa, arias y conjuntos en contrapunto con la orquesta hacen que, cualquiera sea la puesta, uno vaya al teatro y disfrute de la belleza musical que es. Verdi el gran showman del siglo XIX nunca fue un bufón, dijo lo que quiso con solapada elegancia y llegó a la fama a pura fuerza de su increíble talento.

Y los bufones hoy para nosotros? Pues ellos nos acompañan a todos lados ahora, los llevamos en cada aparato o plataforma digital. Privilegios cortesanos de los tiempos que vivimos.

 

Laura Ferrarini

 

P.D.: y tal vez sea material para otra charla de café, pero somos consientes de las edades del público? Cuántas generaciones más apreciarán la ópera? Si uno mira a los costados el rango de edad es alto y cada vez les cuesta llegar más a las estrechas butacas.

Se adapta la ópera a estos tiempos? Solo pensemos que tiene los mejores contenidos de la historia. Faltaría un poco de….

Ah preguntas!

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