OPERA: «LA GIOCONDA» de A. Ponchielli , inauguró la Temporada 2016 del MUNICIPAL DE SANTIAGO DE CHILE, en una versión con claros y oscuros

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La Gioconda

Opera en cuatro actos con música de Amilcare Ponchielli y libreto en italiano de Arrigo Boito, que lo firmó como «Tobia Gorrio».

Teatro Municipal de Santiago de Chile (funcion viernes 20 de mayo /2016)

Director: Konstantin Chudovsky

Director de escena: Jean-Louis Grinda

Escenografía: Eric Chevalier

Vestuario: Jean-Pierre Capeyron

Iluminación: Ramón López

Coreografía: Eugénie Andrin

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Elenco

La Gioconda: Elisabete Matos

Enzo Grimaldo: Walter Fraccaro

Laura Adorno: Géraldine Chauvet

Barnaba: Sergey Murzaev

Alvise Badoero: Sergey Artamonov

La ciega: Evelyn Ramírez

Zuàne: Javier Weibel

Isèpo: Gonzalo Araya

El piloto: Cristián Lorca

Un barnabotto: Cristián Lorca

Un cantore: Francisco Salgado

Primera voz lejana: Claudio Fernández

Segunda voz lejana: Jorge Cumsille

La Gioconda es una transposición en el mundo de la lírica italiana de la grand opéra francesa, es decir, un tipo de espectáculo que se basa en la magnificencia de efectos escénicos, en este caso basándose en el inmenso potencial de Venecia en el siglo XVII, con múltiples tipos de caracteres que componen el coro (monjes, senadores, marineros, señoras y caballeros, cómicos, militares, etc.) y escenas coreográficas como Furlana y la famosa Danza de las Horas.

Ponchielli, es un compositor competente dotado de un sentido teatral eficaz, pero su trabajo tiene algunas dificultades para resistir al igual que la construcción musical. Como tal, el público conocerá la trama, su simbología y tendrá que imaginar el resto de componentes o recibir sólo una visión parcial de la totalidad, contentándose con una recepción de una “ópera modelo anticuado”, basado en el culto a la vocalidad y a grandes intérpretes en cada rol.

A pesar de esta limitación, sería injusto no remarcar las virtudes de lo que se oyó el viernes pasado en el Teatro Municipal de Santiago de Chile. Con libreto de Arrigo Boito, La Gioconda gira en torno a una serie de pasiones dispares, la traición, la perfidia y el sacrificio por amor. La función principal parece adecuada para el temple y la voz de la soprano portuguesa Elisabete Matos, quien, en esta etapa de su carrera, mostró la variedad de registros vocales a las solicitudes del papel, sino también incluyo los más extremos, como también los matices necesarios a sus estados emocionales exagerados marcados en el rol, una voz que por algo está pautada para Bayreuth 2017 para interpretar el rol de Brunhilde.

Otros personajes de peso como Barnaba interpretado por el barítono Sergei Murzaev, de reconocida trayectoria mundial, dio clase de estilo vocal cargado de matices como en volumen en expresividad. Uno ya lo había visto interpretando su célebre Gerard del Andrea Chenier, años atrás en el Opera de la Bastilla, en este caso con años transcurridos, su admirable evolución vocal, demuestra su capacidad de registro de emisión, que lo sitúa entre los mejores barítonos de la actualidad, dando una caracterización antológica en el rol.

Otra notable, la Cieza interpretada por la joven mezzo chilena Evelyn Ramírez, mostro en su famosa aria “Voce di dona o d’angelo” una emocionante interpretación con sus dotes de tesitura media de amplio espectro. La mezzosoprano francesa Geraldine Chauvet fue un contundente Laura Adorno; de carácter correcto fue Sergey Artomonov (Alvise Badoeiro). Ahora bien, el italiano Walter Fraccaro pecó por exceso de vibrato, un tono fatigado, esto se escuchó en su célebre romanza “Cielo e mare”. La calidad general del reparto se extendió a papeles más pequeños de manera correcta y el Coro Estable del Teatro, logro finalmente alcanzar el equilibrio, y un buen rendimiento después de las intervenciones duras, de excesiva impronta durante el primer acto.

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Bajo la dirección de Konstantin Chudovsky, la orquesta estable mostró su mejor momento en el último acto, se logró una melodía expresiva considerable con los cantantes, especialmente con Elisabete Matos antes de la consumación final del célebre “suicidio” de la protagonista. No fue una demostración lineal en lectura de partitura, más de una vez falto brillantez en tempos que la misma posee, claro ejemplo son los staccatos de la danza de las horas, en donde todo fue fluido pero carente de contra puntos orquestales, sobre todo en percusión.

La producción en este caso, realizada bajo la reggie de Jean Luoius Grinda (actual director de la Opera de Montecarlo), fue continua y sencilla, de punto minimalista, llevado al escenario por el escenógrafo Eric Chevallier. Solamente dos paredes móviles, con un telón cambiante de fondo, los cuales no rompieron el estilo ecléctico de la partitura planteada por el compositor. La iluminación de Jean Pierre Cayperon, conjuntamente con el vestuario de Ramon López, fueron los elementos más destacados de esta producción escénica. Dando claro ejemplo de refinamiento y buen criterio para demarcar escenas dramáticas como brillantes.

En resumen, una versión de “La Gioconda”, que a los ciento cuarenta años de su estreno y a treinta años de no estar en la programación del Municipal de Santiago, volvió a convocar público, con un elenco con altos y bajos, pero que acerco al mencionado al estilo de Gran Opera italiana.

Una cosa que debemos comentar, es que la obra fue pautada con un intervalo solo (primero y segundo acto se daría de manera continua -solamente a telón cerrado y sala en oscuridad, se realiza un cambio escenográfico -luego un intervalo de veinte minutos para de manera contigua se dan los actos terceros y cuarto) el inconveniente en la función vista, fue que se permitió entrar a la sala entre los cambios escénicos de la primera parte a espectadores, los cuales no respetaron el comienzo musical del director de orquesta, uno se pregunta si en los Teatros no se respetan las pautas que se dan y en este caso con los anuncios de intervalos, uno puede en verdad disfrutar de un hecho artístico como es una ópera?, se vio a gente cambiándose de sitios, acomodadores haciendo lo imposible por sentar a los espectadores mal ubicados, asimismo colocando a nuevos ocupantes, dejando de lado a la música que emergía del foso de orquesta. Un problema a subsanar por tan importante Institución, que siempre ha mostrado buena dirección en su atención con el público y en lineamientos generales.

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