Los pescadores de perlas, de Bizet … «Los registas pasan y los compositores quedan»… (Teatro Colón de Buenos Aires – 2022)

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Ópera en tres actos, con texto de Eugène Cormon y Michel Carré, y música de Georges Bizet. Con: Hasmik Torosyan, Dmitry Korchak, Gustavo Feulien, Fernando Radó. Iluminación: José Luis Fiorruccio. Video: Carolina Jacewicz. Escenografía: Luigi Scoglio. Vestuario: Mini Zuccheri. Coreografía: Diana Theocharidis. Régie: Michal Znaniecki. Coro (dir.: Miguel Fabián Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (dir.: Ramón Tebar). Domingo 30 de Octubre, 17hs.

En 1863, cuando Bizet, a la edad de 25 años, compuso esta ópera, todavía estaba de moda el orientalismo de Félicien David. Los siglos XVII y XVIII gustaron de lo turco, el XIX, un Oriente más lejano, más misterioso, más exótico, como en la Lakmé de Léo Delibes, un gusto que se extendería al XX con Madame Butterfly de Puccini, anunciado ya Madame Chrysanthème , de Loti y Messager, antes de su Turandot final .  Figuras de mujeres emblemáticas: la sacrificada y la sacrificadora, la que es violada y la que castra, porque al burgués del siglo XIX le fascinaba la imagen ambivalente de la mujer, la que gustaba y la que disgustaba, la cortesana -la puta- y la virgen necesaria cuya pureza permitía exaltar y denunciar la deshonra de la otra. De la Virgen Vestal de Spontini a Norma , aquí de nuevo la mujer condenada al altar y al oprobio público, a la muerte si falta a la virginidad impuesta por la ley del hombre y destruida sin piedad por los guardianes del templo masculino. Pues bien quienes, en esta primavera, sueñan con aventuras exóticas bajo las palmeras de Ceilán, con un argumento simplista sobre la rivalidad amorosa entre dos amigos, se encontrarán luego de los primeros acordes, que se abra el telón, et voilá el disparate … una aproximación al delirio del neorrealismo post capitalista; una propuesta llena de tips que el espectador “seguramente” afiatado sabrá prontamente descubrir… pero sobre todo disfrutar… ¿o no?…

Todo lo que se ve es de un pasticcio extremo, pueblo (coro) entre desechos, figurantes reptando por el escenario… parejas de bailarines al mejor estilo  “Escuela de sirenas” (film de 1944 célebre por sus escenas acuáticas interpretadas por Esther Williams) realizan pas de deux en un formato de imagen acuática… Es decir el agua presente de forma frontal en grandes blasones proyectados, en el mismo plano en que se nos presentan los personajes protagónicos … Una bienvenida al espectador. Pues a partir de allí Michael Znaniecki como regista, provoca al choque del que quiere disfrutar de un espectáculo de ópera en donde las artes se unen bajo la música de un autor y el relato marcado en el libreto…¿o no?…


Crédito Fotográfico correspondiente: PRENSA TEATRO COLÓN / ARNALDO COLOMBAROLI

Y así el desarrollo de las palmera exóticas y las bellas playas de Ceilán nunca aparecen, sino oscuridad, tristeza, pobreza, horror… un mundo apocalíptico que por supuesto a los presentes les permitió disfrutar a fin de poder llegar con la sublime música a la ensoñación del exotismo…pido disculpas por mi atrevimiento irónico… Pues nunca llega a la resolución y al logro en su totalidad, sino que muestra escenas al mejor estilo de manga japonesa, una estilización demodé, que no puede abarcar el relato clásico en ningún momento. Pues bien mis lectores, vayamos a lo fundamental, los intérpretes.

Contra viento y marea el triunfo melódico de Bizet prevalece, realizándose magníficamente en la actuación de Dmitry Korchak quien fue un Nadir impecable, de bonito y generoso timbre, con valientes acentos en el registro agudo y un fraseo de gran clase. Bordó su icónica aria con delicado uso de la mezza di voce y recordó al gran Gedda, ilustre colega de cuerda y todo un Nadir de referencia. Korchak muestra una técnica meritoria ya que en la misma función hace coincidir dos impostaciones tan distintas como la «voz mixta» y una especie de impostación «Italiana», voz de brillo y de absoluta jerarquía, que en esta objetable “Temporada 2022”, será para el recuerdo por su calidad.

Crédito Fotográfico correspondiente: PRENSA TEATRO COLÓN / MÁXIMO PARPAGNOLI

La soprano Hasmik Torosyan, con la seguridad que brota de la solidez de su técnica, arriesga y gana, desplegando la belleza de su vibrato y sus preciosos melismas en “Ô dieu Brahma”, y la dulce fragilidad de la cadenza en su aria de salida del segundo acto.

La perla de la obra, el dúo “Au fond du temple saint”, no relució especialmente por la falta de unión entre los intérpretes. El barítono Gustavo Feulien, cuya voz resulta claramente modesta y de volumen reducido, es uno de esos cantantes que tienen la voz atrás, llegando a la sala con dificultades. No es fácil entender su presencia en este primer reparto.

Fernando Radó en su interpretación de Nourabad, fue un intérprete correcto del sacerdote de Brahma.

El Coro Estable del Teatro Colón, bajo la dirección del Mtro. Miguel Martínez, fue toda una garantía, brilló especialmente con el protagonismo que le confiere la partitura, alcanzando grandes cotas de grandilocuencia en el primer acto (“Le ciel est bleu!”) y de dramatismo fatal en los actos segundo y tercero (“Ah revenez a la raison”, “Arrêtez! Arrêtez!”). Es justo en su comunión con el coro donde sobresalió la orquesta bajo la dirección de Ramón Tebar, de gran expresividad en los pasajes más intensos, como en la casi nulidad de la utilización de los fortissimos, tan habituales en la actualidad.

Sin duda una apuesta escénica errática, que intenta cubrir la deficiencia con el artificio, pero que no logró convencer. El esperpéntico exceso de estímulos o la elección como punto de partida de una realidad demasiado chabacana para el espectador habitual. Conlleva sus riesgos,aunque es tentador. Mejor suerte para la próxima. No olvidemos que hacía ciento nueve años que los Pescadores de Perlas no se representaba en el Teatro Colón, y sigue siendo una buena oportunidad de disfrutar de los aciertos melódicos de “la otra” ópera de Bizet.

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