«La noche de la Sirena» pinturas-ensambles-tallas Museo de Artes Visuales»Victor Roverano » Rivadavia 498- Quilmes Martes a Viernes de 9 a 19 hs. Nuestra calificación: muy bueno
Los artistas plásticos hemos sido beneficiados —como tantos otros creadores y profesionales— por las redes sociales y la web, al permitirnos exhibir nuestras obras, incluso casi simultáneamente al momento de finalizarlas. Sin embargo, esta inmediatez positiva nunca suprime el placer de ver las creaciones expuestas en conjunto en un entorno “tradicional”, como una galería de arte, un museo o un espacio alternativo adaptado para tal fin. Al contrario, lo complementa. Existen diversas razones, pero mencionaré solo dos que considero fundamentales. La primera, nada menor, es la dimensión real de la obra: no es lo mismo observar una pieza de 30 x 50 cm que una de 1,5 x 1 m, aunque en pantalla ambas se vean del mismo tamaño. La segunda, esencial, es la posibilidad de una «conexión directa e individual» entre el espectador y el objeto estético. Esa vibración, esa energía, se da especialmente cuando las obras tienen algo que decirnos, y nosotros somos sensibles a ello.
Por ello, es motivo de celebración que Horacio Farías —quien es muy activo en Instagram y allí anticipa imágenes de sus pinturas y esculturas— esté exhibiendo sus creaciones en el Museo Roverano de la Ciudad de Quilmes, en su sala principal, el espacio ideal para albergar sus obras bi y tridimensionales. Horacio presenta “La noche de la sirena”, un título sugerente y para nada casual. Aplaudimos este evento, ya que nuestro artista es un gran creador, con una trayectoria notable, y quisiéramos ver sus exposiciones con mayor frecuencia. Es algo digno de tener en cuenta.
Bajo este título nos encontramos con un conjunto de pinturas, tallas y ensambles que forman un coherente conjunto, difícil de ignorar tanto individualmente como en su totalidad. De hecho, me atrevería a decir que lo expuesto actúa casi como una «instalación», donde las pinturas interactúan con las piezas escultóricas policromadas, y estas a su vez dialogan entre sí, ubicadas estratégicamente. Tal es la sensación de dinamismo que, en algún momento, parece que las obras podrían cobrar vida. ¿No sucederá esto quizás en la calma de la noche, cuando no haya ojos humanos que las obliguen a permanecer en quietud absoluta? Yo no descartaría esta posibilidad…
¿Y por qué “La noche de la sirena”? Nos lo dice el propio autor en el catálogo: “Ya no recuerdo si ‘La Noche de la Sirena’ surgió como un cuento que devino en pintura, una pintura que quise contar o, como dice Felisberto Hernández en el prólogo de su libro Las Hortensias, (:) nació en un rincón de mí como una planta que aceché, creyendo que en ese rincón se había producido algo raro, que podría tener porvenir artístico. (…) Sin saber cómo hacerla germinar, favorecer o cuidar su crecimiento, me hacía feliz que esta idea no fracasara del todo (…) Solo presiento o deseo que tenga hojas de poesía, o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos…”.
“Pasaron los años —continúa Farías— y, a la luz de esta criatura mitológica aparecida de la nada en la noche de un circo trashumante, germinaron otras plantas, otras ideas, pinturas, ensambles, tallas, que podían tener destino artístico. La tierra, el vuelo, la pareja humana, las flores incesantes, el horizonte, el vacío, el cielo y el mar, las venus, el caballo azul, la niña bonita y el jinete con corneta habitan el taller y conforman el cuerpo de esta muestra”.
Y es exactamente así. Todos estos elementos y personajes están allí, exhibidos frente a nosotros. Algunos parecen indiferentes a nuestras miradas, pero palpita en ellos una pulsión de acción, como si estuvieran a punto de tomar vida propia. Solo están cumpliendo la obligación de mostrarse inmóviles para nosotros.
Finalmente, Farías nos comparte en el último párrafo del catálogo algo fundamental que define su propósito como creador de estas obras y personajes, y como artista que tiene algo de demiurgo (¿acaso no lo son todos los grandes artistas?): “Mis trabajos no interpelan, no denuncian, no ideologizan, solo esperan pacientes y silenciosos la mirada del otro, la misma mirada antigua de los primitivos en la oscuridad de los primeros tiempos”. ¿Podría ser más claro?
Sabemos que Horacio Farías es un creador único, dueño de una gran técnica tanto en lo pictórico como en lo escultórico, especialmente en la talla. Esto queda muy claro en la muestra. Pero en esta ocasión destacan especialmente los ensambles, que combinan una exquisita creatividad con técnica y expresividad. Son —como dice el propio artista— la parte más “lúdica” de su trabajo, y eso se percibe claramente. Aunque no hay una “intencionalidad” inicial (al menos consciente), siguen siendo “sus” imágenes, que nacen de las cosas que encuentra por azar y que, a veces, acumula por un tiempo hasta que se transforman en algo necesario para la obra. Fragmentos de muebles desarmados, maderas de obra con pátinas provocadas por el tiempo o la intemperie, objetos encontrados en sus caminatas por las playas… Todos encuentran su lugar: se convierten en una nariz, un sombrero, una pierna, un cuello de caballo… Y así, de lo encontrado casualmente, surge el objeto artístico en toda su magnitud.
No quiero dejar de destacar algo significativo: no es casual que Horacio haga referencia en el catálogo al escritor y compositor uruguayo Felisberto Hernández (1902-1964), uno de los cuentistas más originales de América Latina, cuyas extrañas narraciones, basadas en el recuerdo y la memoria, evocan el vibrar de un objeto o una calle que trae sensaciones y hasta una nueva presencia. Esto también vibra en las obras de Farías.
Por todo lo mencionado, la exposición de Horacio Farías no puede dejar de verse, ya que nos transporta casi a otra dimensión, a otro tiempo, sumergiéndonos en ese mundo y acompañando a las criaturas que lo habitan.