Director Musical: Mtro. Eugene Kohn. Solistas: Maria José Siri (soprano), Placido Domingo y Plácido Domingo Jr. Invitada: Nancy Fabiola Herrera (mezzo). Coro Municipal de Colonia, bajo la dirección del Mtro. Fernando Maddalena. Plaza de Toros del Real de San Carlos. Evento día jueveves 6 de Marzo/2025. Nuestra calificación: bueno
La noche del 6 de marzo de 2025, la restaurada Plaza de Toros de Colonia del Sacramento se vistió de gala para recibir a una leyenda viviente: Plácido Domingo. Decir que este tenor —o barítono reconvertido, según le convenga al paso del tiempo— sigue pisando escenarios a sus 84 años es hablar de un caso único, un fósil lírico que se niega a ser exhibido solo en useos. Más de medio siglo de carrera lo avalan, un derrotero de roles que evoca al mismísimo Francesco Tamagno en su ambición y versatilidad. Su longevidad, que lo ha llevado a retroceder a sus orígenes baritonales, no hace sino subrayar una verdad ineludible: el público lo ama no por su masculinidad —esa narrativa agotada que algunos aún insisten en vender— sino por esa voz que, aun con el desgaste lógico del tiempo, sigue siendo un milagro de resistencia y carisma.

El escenario, en un ámbito atípico para la lírica, acogió a la Sinfónica del Uruguay bajo la batuta del maestro Eugene Kohn, quien, con habilidad quirúrgica, logró que el sonido amplificado del lugar no se convirtiera en un caos reverberante. La acústica de la plaza, más pensada para rugidos taurinos que para arpegios, fue domada con precisión, y la orquesta sonó tan correcta como cabía esperar. Pero el verdadero fulgor de la velada vino de la mano de la soprano uruguaya María José Siri, una voz dramática que destiló técnica, extensión y una fraseo de belleza casi insultante. Su «Vilja, o Vilja» de La viuda alegre de Lehár fue una lección de opereta: pianos exquisitos, líneas que flotaban como si el aire mismo las sostuviera, y un público que, rendido, dejó caer sus «bravos» con merecida devoción. En el dúo de Il Trovatore junto a Domingo, Siri desató su cabaletta «M’avrai ma fredda esanime spoglia» con una fuerza que arrancó aplausos como si el Verdi más puro hubiera resucitado esa noche.

Y luego está Plácido, el titán eterno. Su presencia escénica sigue siendo un imán, un recordatorio de que la lírica no solo se canta, sino que se vive. Claro, su paso por el mundo no ha estado exento de sombras —las acusaciones de acoso a mujeres son un aditamento que no se puede ignorar—, pero en el escenario, eso queda atrás. Lo que importa es esa voz que, aunque ya no tenga la explosividad de antaño, aún sabe cómo llenar un espacio y emocionar a una audiencia que lo idolatra.

Sin embargo, no todo fue oro en esta velada. La mezzo española Nancy Fabiola Herrera, conocida por su Carmen en el Teatro Colón de Buenos Aires(2024)trajo su «Habanera» con solvencia, un timbre cálido y una fraseo que cumplió sin deslumbrar sumada a la bella intervencion del Coro Municipal de Colonia bajo la dirección de Fernando Maddalena Balbi. Pero cuando se aventuró en el «Tonight» de West Side Story , su arrebato interpretativo se estrelló contra una dicción confusa que dejó al público preguntándose qué había querido decir. Correcta, sí, pero lejos de la excelencia de Siri o del magnetismo de Domingo.

Y luego, ay, llegó el momento de Plácido Domingo Jr. Uno se pregunta qué hacía ahí, en un concierto de «titanes líricos», este cantante de crossover —o, seamos generosos, «popular»— que parece haber sido invitado solo por el apellido. No es que el género crossover sea menor, pero cuando tu padre es Plácido Domingo y tu partenaire es María José Siri, afinar debería ser lo mínimo exigible. Su «Chiquilín de Bachín» de Piazzolla fue un intento fallido de emocionar: desafinó en más de un momento y su interpretación careció de la garra que el tango exige. ¿Era necesario medirlo en este programa? Segundas partes nunca fueron buenas, y esta no fue la excepción. Su presencia fue un tropiezo en una noche que, de otro modo, rozó para el recuerdo.

En resumen, Plácido Domingo sigue siendo un coloso, María José Siri una reina en ascenso, y la orquesta, con Kohn y Herrera, un sostén digno. Lástima que el Jr. nos recordará que no todo lo que lleva el nombre Domingo está a la altura de la leyenda. El público, sin embargo, salió emocionado, y con razón: noches así no se olvidan.