Roberto Alagna, Anggun, Bruno Pelletier – Livret et musique /Jean-Félix Lalanne. Mise en scène / Jean-Louis Grinda .Chorégraphie / Caroline Roëlands. Décors / Eric Chevalier. Costumes / David Belugou. Lumières / Laurent Castaingt. Direction artistique / Jean-Marc Ghannassia. Nuestra calificación: buena
Nuestra critica de la reciente publicacion del musical frances AL CAPONE… Con un despliegue de lujo en escenografía y un reparto de voces reconocidas, Al Capone promete sumergirnos en los oscuros callejones del Chicago de los años 30, donde la ley y el crimen libran una batalla feroz en la época de la Prohibición. El gánster legendario, Al Capone (interpretado por Roberto Alagna), y el agente del Tesoro estadounidense Eliot Ness (interpretado con sobriedad y entrega por Bruno Pelletier) encarnan las tensiones de un mundo dividido entre el delito y la justicia, mientras que el inesperado romance entre Ness y la hermana de Capone introduce una nota de ambigüedad emocional. Sin embargo, lo que en papel promete ser un drama vibrante de rivalidades y pasiones se diluye en escena, dando paso a un musical que, aunque vistoso, se siente disperso, desprovisto del pulso necesario para sostener sus ambiciones.
Uno de los puntos más problemáticos es la descompensación vocal. Roberto Alagna, en el papel principal, domina la escena con una voz robusta y profunda, pero esta supremacía termina por ahogar el resto de las intervenciones. En una obra que debería funcionar como un cuerpo coral, este desequilibrio se siente contraproducente. Bruno Pelletier, por ejemplo, aporta matices a su Eliot Ness, con una interpretación más controlada y matizada que, sin embargo, se pierde en el peso de la presencia de Alagna. Al tratar de construir una dinámica de enfrentamiento entre los personajes principales, se descuida el desarrollo de otros secundarios, como la esposa de Capone, interpretada por Anguun, cuya presencia en escena es más un adorno que un aporte significativo a la trama. Anguun ofrece su talento y entrega a un personaje que, por desgracia, queda reducido a un estereotipo carente de profundidad, sin que el libreto le permita expresarse más allá de su relación con el protagonista. Esto resulta no solo decepcionante, sino también problemático desde una perspectiva narrativa, ya que desperdicia la oportunidad de mostrar una visión más completa de la vida de Capone.
El libreto tampoco contribuye a salvar las deficiencias de esta producción. Las líneas de diálogo, en lugar de ser punzantes y dramáticas, se sienten en muchos momentos forzadas y triviales, privando a los personajes de la densidad que uno esperaría en una obra centrada en figuras históricas de tal calibre. Esta falta de profundidad en el guion da lugar a una historia que, aunque inspirada en hechos reales y personajes legendarios, se percibe superficial y carente de la emoción que estos personajes deberían evocar.
El apartado musical, que podría haber sido la redención del espectáculo, deja mucho que desear. Las composiciones, aunque no desagradables al oído, carecen de momentos memorables y de la emotividad necesaria para acompañar la gravedad de la trama. Las melodías se sienten intrascendentes, sirviendo más como un telón de fondo que como un componente esencial del espectáculo. En un musical de estas características, se esperaría que las canciones no solo acompañen la acción, sino que eleven los momentos de tensión y drama. Aquí, sin embargo, la música apenas deja rastro en la memoria del espectador, resultando en una experiencia que rápidamente se desvanece.
Lo que sí destaca en esta producción es la ambientación. La escenografía logra trasladar al espectador a la era de la Prohibición, con un diseño de vestuario que recrea con acierto los estilos de la época. Cada detalle en los trajes y en los decorados ha sido cuidadosamente pensado para reflejar el ambiente oscuro y opresivo de un Chicago gobernado por el crimen organizado. Sin embargo, este esfuerzo visual se ve opacado por una dirección que no logra imprimirle al espectáculo el ritmo necesario para que la trama avance con fluidez. Las escenas, que deberían encadenarse con intensidad creciente, en su lugar caen en un ritmo pausado y desarticulado que convierte el desarrollo en un ejercicio de paciencia.
Por momentos, la historia parece intentar ser una suerte de Romeo y Julieta en los tiempos de la mafia, con la relación imposible entre Ness y la hermana de Capone como núcleo emocional. Pero esta subtrama no alcanza el peso dramático necesario y se siente más como un añadido accesorio que como una verdadera columna vertebral de la obra. La dirección, que debería haber subrayado este conflicto central, permite que la historia se desvíe hacia momentos que no aportan al desarrollo de los personajes ni al avance de la trama. Como resultado, la conexión emocional que el público debería sentir con los personajes es casi inexistente.
En conclusión, Al Capone fracasa en su intento de ser un musical impactante. Aunque la producción cuida los detalles visuales y cuenta con intérpretes talentosos, el desequilibrio vocal, el libreto débil y la música olvidable impiden que la obra despegue. A pesar de la rica ambientación y el vestuario de época, el ritmo lento y los problemas estructurales llevan al público a una experiencia que, lejos de cautivar, termina por agotar. A fin de cuentas, Al Capone deja la impresión de ser un espectáculo visualmente atractivo pero vacío, un producto que, aunque interesante en concepto, no logra trasladar la intensidad de su premisa a las tablas.