AIDA (Festival ARENA di VERONA-cobertura internacional) – SIRI/ URMANA/ VENTRE/ MAESTRI + VASSILIEV/ BATTISTONI/ ZEFFIRELLI = INOLVIDABLE

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AÍDA

Música: Giuseppe Verdi

Libreto: Antonio Ghislanzoni (adaptado de la novela de Camille DuLocle, sobre una idea de Henri Mariette)

Festival Arena di Verona, 19 de Julio de 2018

Elenco :

Aida: Maria José Siri  / Radamès: Carlo Ventre  / Amneris: Violeta Urmana  /Amonasro :Ambrogio Maestri

Ramfis: In Sung Sim / El Rey: Romano Dal Zovo  / Sacerdotisa: Francesca Tiburzi  / Un mensajero: Carlo Bosi

Primeros Bailarines:
Beatrice Carbone
Petra Conti
Gabriele Corrado

Orquesta y Coro de la Arena de Verona

Director de orquesta: Andrea Battistoni

Regie y escenografía: Franco Zeffirelli

Vestuario: Anna Anni

Coreografia: Vladimir Vasiliev

Fotos, Prensa Festival Arena di Verona

Aída es una ópera que tiene todo para atraer al público: Dos enamorados divididos entre la pasión, el deber y la lealtad a la Patria, que además deben enfrentar los celos de otra amante despechada. A esto hay que añadir que la acción transcurre en el Antiguo Egipto, lo que permite desplegar lujo y exotismo en la escena. Y desde luego (y no en último lugar) el elemento fundamental es la  música del genial Verdi, un Verdi maduro que escribió paginas sublimes como «Celeste Aida», «Ritorna vincitor», la famosísima escena triunfal, la hipnótica oración de la Sacerdotisa, la delicada escena nocturna del Nilo, la tremenda escena del juicio a Radamés y los lamentos de Amneris.

Por eso, cada representación de Aída es un hito en la temporada de cualquier teatro lírico y es más que comprensible que La Arena de Verona la haya adoptado como parte permanente de su repertorio, sacando el máximo provecho a la monumentalidad del escenario.

En esta ocasión, la destacada soprano uruguaya María José Siri, de exitosa carrera internacional, se puso en el rol de Aída. De emisión clara y limpia, llegó con facilidad a los agudos, mostró potencia pero también suavidad en los pianissimi. Dominó sin problemas las dificultades de sus arias principales “Ritorna vincitor” y “Oh, patria mia”, siendo muy aplaudida por el público al final.

Radamés fue representado por el tenor Carlo Ventre, también nacido en Uruguay, con una interpretación que fue mejorando al transcurrir de la ópera. Fue muy buena su intervención en el dúo con Aída a orillas del Nilo y el dúo con Amneris al comienzo del cuarto acto, recibiendo también merecidos aplausos.

Amneris estuvo a cargo nada menos que de Violeta Urmana, la famosa mezzosoprano lituana reconocida internacionalmente , que con potencia y timbre oscuro le dio a su rol fuerza e intensidad dramática, logrando un lucimiento total en el cuarto acto (“Gia i sacerdote adunansi…” y “Ohimé, morir mi sento…”) El público la aplaudió, reconociendo su gran actuación.

El papel de Amonasro, rey etíope y padre de Aída, fue interpretado por Ambrogio Maestri, barítono de voz potente de bellos matices: puso mucho sentimiento a su papel de padre cariñoso, pero a la vez amenazante, que presiona a su hija para conseguir la información militar y así poder vencer en la batalla.
El elenco se completó con las participaciones de Francesca Tiburzi  como la Sacerdotisa, de voz hermosa,  Romano Dal Zovo como el Rey, aplomado y de presencia elegante, Ing Sum Sin como un Ramfis sombrío y  Carlo Bosi  como un Mensajero.

El coro y la orquesta de la Arena de Verona, dirigidos por el maestro Andrea Battistoni , tuvieron una muy buena labor, a tono con el elenco y dentro del espíritu verdiano.

Merecen mención aparte los primeros bailarines Beatrice Carbone, Petra Conti y Gabriele Corrado, de gran agilidad y plasticidad,  que tuvieron a su cargo llevar a escena la coreografía de Vasiliev.

El vestuario de Anna Anni fue colorido y lujoso, pero de buen gusto y adecuado a la acción. La escenografía estuvo a cargo de Franco Zefirelli, que sugirió la ambientación repartiendo el espacio con una gran pirámide central que podía girar sobre el eje, planos y escalinatas y tres esfinges a cada lado, además de esculturas de dioses egipcios en segundo plano, dejando el lugar necesario para el desplazamiento del coro y los figurantes. Fue muy delicado el efecto de final, con la procesión de sacerdotisas a oscuras, llevando las lámparas

En resumen, fue una función para disfrutar desde lo musical y lo visual.

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