GISELLE, con una gacela espectral NATALIA OSIPOVA – Teatro Colón

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Ay, Giselle, Giselle, Giselle … sobre un estilo literario y dramáticos del siglo XIX muy en boga en aquel entonces (La SylphideRobert le Diable , Lucia di Lammermoor …Sir Walter Scott y el romanticismo alemán)con una partitura de Adolphe llena de claroscuro, Giselle es infinitamente convincente.

La coreografía milagrosamente intacta del siglo XIX del segundo acto es parte de la atracción, pero también lo es el personaje de Giselle, la campesina que, seducida y traicionada por un noble disfrazado, se suicida en el dolor y, sin embargo, después de la muerte lo protege de las vengativas Willis (jóvenes novias que mueren antes de su noche de bodas, y que al encontrarse en el bosque con un hombre le obligan a bailar hasta la muerte).

Natalia Osipova como Giselle atrae el tipo de reacción reverente y asombrada de los amantes del ballet que aún se respira en las descripciones contemporáneas de Marie Taglioni o Vaslav Nijinsky. La elevación de Osipova ya es legendaria, pero su técnica a gran velocidad es igualmente fuente de placer. Los amantes de la música pueden encontrar dolorosos los ritmos laboriosos de las representaciones de ballet moderno, pero Osipova en el primer acto es como el mercurio: no dudo que podría hacerlo todo a la velocidad y aun así lucir sin prisas. Este prodigioso talento para el baile se une a una fuerza igual de actuación.  Viva, su Giselle tiene los ojos muy abiertos, es dulce pero ominosamente sensible. Al morir, sus dedos convulsivamente temblorosos y su rostro ceniciento tienen a todo el teatro conteniendo la respiración. Asi mismo como la “no-muerta” Willi, es fascinante: esconde esos luminosos ojos negros para mostrar su transición al mundo de los espíritus y flota como el humo a través de esos saltos de sílfide que se doblan hacia atrás, donde flota como un apóstrofe en el aire. Los puristas pueden criticar la loca escena de Osipova como demasiado febril, o el arabesco giratorio de su primera entrada como Willi como demasiado rápido, pero nadie en el teatro anoche podría dudar de que estaban viendo a una de las grandes intérpretes de Giselle de nuestra era.

Osipova, Camargo

Puede que sea cierto que «nadie nunca representó a Giselle porque tenían un Albrecht muy bueno», pero también es cierto que tener uno ayuda enormemente. En el primer acto, la inesperada pasión y sensibilidad de una campesina convierte la comedia clásica disfrazada de noble en una tragedia; en el segundo, es en realidad la sensibilidad inesperada del noble lo que evoca la suficiente humanidad recordada del espectro de Giselle para rechazar su trágico destino y permitirle, novelísticamente, salir del campo. El poder y el destino de los dos personajes pueden ser asimétricos: Giselle humilde pero segura, moribunda pero trascendente; Albrecht, poderoso pero vacilante, salvado, pero no triunfante, pero la conexión entre ellos es lo que transforma una buena producción de Giselle. 

El Albrecht de Daniel Camargo está totalmente a la sombra del triunfo de Osipova, muy difícil es ser partenaire de una etoile absoluta, pero su dote actoral en el segundo acto remarca su protagonismo convincente con su refinamiento de línea, seguridad y atención a su pareja. Una excelente conexión en el espectral acto de las Willis, Osipova parecía totalmente agotada y emocionalmente afectada por su papel, Camargo de manera similar al borde del agotamiento total cuando se derrumbaba en el escenario después de la larga serie de entrechat-six del Acto II. 

Ayelén Sánchez interpretó a Myrtha una Reina de las willis sobrenatural y aterradora, pero también extrañamente perentoria, cuyo dominio sobre las Willis se transmitía principalmente a través de brazos bruscos en lugar de la fuerza real de la personalidad.

El cuerpo de baile fue espeluznante como la masa de Willis, aunque todavía se nota sus carencias en sus líneas marcadas en formación lateral. Un conjunto que remarca los años de pérdida de escuela, ya que no se comprende que en un cuadro espectral se tenga una carencia de líneas, pensando siempre en la historia que posee el ballet estable del Teatro Colón.

Otra particularidad, es el haber repuesto la tradicional propuesta de Mollajolli que no agrega nada a la lectura básica de Giselle y que, si no fuera por la etoile absoluta de Osipova, pasaría nuevamente sin recuerdo por el escenario.

Esta reposición tradicional fue acompañada de manera competente pero poco inspiradora por la orquesta Estable del T. Colón bajo la dirección de Manuel Coves, quien destacó las cualidades cotidianas de la partitura de Adam más que sus ocasionales estallidos de riqueza melódica.

La noche fue de Osipova, y a su partenaire de excepción que es Camargo, el cuerpo Estable marcó la necesidad de un pronto renacimiento para estar a la par de estas rutilantes figuras convocadas. Una noche de etoile absoluta, una noche para el recuerdo de esta gacela espectral que es Natalia Osipova.

7 COMENTARIOS

  1. Adhiero. Simplemente la presencia de Osipova puso de manifiesto el nivel del.cuerpo de baile. De todas formas es imposible estar a la altura de un bailarín del Bolshoi, la disciplina de su formación no es la misma . La excelencia rusa es inigualable. Siempre.

  2. Me encantó Giselle en su conjunto y vi al cuerpo de baile mucho más coordinado atento y efectivo de lo que venia estando.
    Hay talento en casa.Recuerden por favor a José Neglia y Norma Fontenla.O a Julio o a Paloma.Y tantos más.
    Se puede.Hay que practicar!

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