FAUSTO, de Gounod – Teatro Colón …»Una apertura de temporada lírica, sin ningún brillo»…

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Ópera en cinco actos – Libreto: Jules Barbier Michel Carré

Música: Charles Gounod

Solistas: Liparit Avetisyan, Alexei Tikhomirov, Anita Hartig, Vinicius Atique, Juan Font, Florencia Machado, Adriana Mastrangelo

Dirección de escena, Coreografía, Escenografía, Vestuario e Iluminación Stefano Poda

Coro Estable

Dtor. Miguel Martínez

Orquesta Estable del Teatro Colón

Dtor. Jan Latham-Koenig

Para el crítico que ya ha estado expuesto en varias ocasiones a los espectáculos de Stefano Poda, tal vez sea inevitable una sensación de cansancio ante el Fausto. Todos los espectáculos firmados por este hombre del teatro italiano tienden a parecerse entre sí, cuando el tema es serio: paredes blancas, ritual hierático, extras desnudos en alguno de sus momentos. Por otro lado, reconoceremos la auténtica elegancia de estas producciones, donde la paleta cromática es tan reducida como llamativa: negro, blanco y rojo para este Fausto coproducido con Liege, Turín (el bastión de Poda) y Tel Aviv. El elemento espectacular es un anillo gigantesco que gira y gira, dominando a veces toda la altura del escenario y ofreciendo variados espacios de juego: este objeto simboliza casi todo, según el director. Muchas cosas ya no significan nada, y sus virajes son completamente gratuitos porque no tienen ningún significado dramatúrgico. Sin embargo, el efecto decorativo es innegable. El vestuario, también firmado por Poda, es moderno y respeta la morfología de los actores, aunque uno se pregunta ¿por qué Mefistófeles cambia de atuendo en cada escena? El paso de un acto a otro es tanto más fluido cuanto que los diferentes lugares de la acción son evocados por el mínimo de detalles (una cruz luminosa para la iglesia, un tronco de árbol nudoso para el jardín de Margarita). Incluso la coreografía es bastante imaginativa, con una treintena de bailarines y extras reclutados para la ocasión. 

Fotos, gentileza @prensateatrocolon – Máximo Parpagnoli

Por supuesto, se podría imaginar una producción más o menos idéntica para cualquier otra ópera del repertorio, pero después de todo, ¿está obligada toda producción a aportar algo nuevo a nuestro conocimiento de una ópera?  Según la respuesta que demos a esta pregunta, juzgaremos de diversas formas esta propuesta de la célebre obra de Gounod.

En esta producción no se impide que nadie disfrute de la música, lo cual también es una virtud. La versión de la partitura es la de 1869, con inclusión del ballet reducido a la mitad. 

Otro aspecto de análisis son los solistas elegidos para el elenco “internacional” Fausto (armenio), Mefistófeles (ruso), Margarita (rumana) Valentin (brasileño), lo cual ya produce problemas en la dicción de la lengua de Molière… Margarita por la rumana Anita Hartig, no decepciono, uno pudo disfrutar en este rol con sopranos de voz más llena, con un timbre más embriagado; en este caso fue rotunda en su amplio manejo del agudo, aunque no asi convincente en su zona media vocal. Como Fausto, Liparit Avetisyan no fue destacable en ningún momento,un novato Fausto de voz complicada para definir, que se esfuerza a fin de llegar al célebre do en su cavatina …” Salut, demeure chaste et pure” …  Mefistófeles, Aleksei Tikhomirov  tiene todas las notas, pero no el espíritu: ni ironía, ni distancia, su personaje permanece imperturbable hasta el final. Lástima que tampoco trate de cuidar más su articulación francesa. Vinicius Atique es un Valentin apenas correcto, teniendo a su alcance una de las más bellas arias de la ópera…” Avant de quitter ces lieux” … La voz de Florencia Machado en Siebel, es preciosa en los graves y medios, recordemos que este personaje no siempre fue prerrogativa de las mezzos. Adriana Mastrangelo una suntuosa Dame Marthe, quien junto a Machado dieron ejemplo en interpretación, destacando el buen hacer de nuestros cantantes.

El coro (acortado para esta producción) estuvo dirigido por el Mtro. Miguel Martínez, quien cual supo ponerlo en un lugar destacado ante la masa orquestal. El coro, realizo un tour de forcé en todas sus intervenciones. Pensemos que cantar sobre una plataforma giratorio y con anteojos oscuros es un verdadero despropósito para cualquier cantante. En verdad uno sintió que el coro cargo sobre sus espaldas el despropósito escénico, logrando momentos de vigor, aunque en el foso el director jugara con tempos lentos.

Fotos, gentileza @prensateatrocolon – Arnaldo Colombaroli

Uno se pregunta que difícil es realizar una propuesta musical integral cuando solamente a la salida del espectáculo, se habla de la escenografía… Uno aquí sostiene y acepta que los tiempos cambian, que los registas son las “estrellas “ de cualquier producción, pero la partitura no puede dejar de ser el centro. En este caso el Mtro. Latham –  Koenig realizo su propia interpretación, donde los excesos de tempos lentos emergían desde el foso, apagando el brillo de la orquesta, una pena que una partitura que posee todos los climas de la grand opera, tenga su célebre vals en sonido abigarrado instrumentalmente. La noche de Walpurgis cercenada dio ya el efecto de cómo se planteó la partitura.

Veinte años han pasado desde la última vez que se dio en el Teatro Colón, el mundo cambio y el público también. Regresar a la Gran Opera, es volver a un estilo, en donde la muestra de arte conceptual del hoy, va en contra de un libreto clásico. La música está escrita para tesituras determinadas, y se completa con una elección de voces adecuadas. Fue una lástima el transformar una ópera de Gounod en la opera de un regista; eso provoca tristeza ante un mañana de la lírica…

2 COMENTARIOS

  1. Qué grato es leer un crítico que sigue interesado en la música y la partitura. En 3 horas de espectáculo de «alto impacto visual», la música no ocupó un lugar de relevancia, tan sólo fue un acompañamiento al ego desmedido del puestista. Una pena que nuestro teatro Colón acepte tan mansamente estos usos de moda que subordinan la música a lo plástico y conceptual. La misma falta de sensibilidad se observa en la crítica local que dedicó tres cuartos de su labor a la interpretación del mamotreto escénico del señor Poda haciendo alarde de tilingueria de país pobre que se babea con escenografías vistosas y caras, sobre todo. Una excepción a la regla By Battaglia. Se agradece y lo seguiremos.

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