Temporada 2024/2025 Falstaff: Giuseppe Verdi. Teatro alla Scala; Orchestra e Coro del Teatro alla Scala. Director: Daniele Gatti Regia: Giorgio Strehler, reposición de: Marina Bianchi. Escenografía y vestuario: Ezio Frigerio. Iluminación: Marco Filibeck. Coreografia: Anna Maria Prina. Elenco: Ambrogio Maestri (Sir John Falstaff), Luca Micheletti (Ford), Juan Francisco Gatell (Fenton), Antonino Siragusa (Dott. Cajus), Christian Collia (Bardolfo), Marco Spotti (Pistola), Rosa Feola (Mrs. Alice Ford), Rosalia Cid (Nannetta), Marianna Pizzolato (Mrs. Quickly), Martina Belli (Mrs. Meg Page). Función vista 29/1/2025 – Nuestra calificación: buena.
Oh, nobles y gentiles espectadores, prestad oído a esta crónica de La Scala, donde la gran comedia de Verdi ha vuelto a alzar vuelo, cual fénix renacido del polvo dorado de los tiempos pasados. Mas, ¿es este «Falstaff» un festín de carcajadas o un banquete recalentado? Aguardad, pues aquí ha de contarse.
Mirad cómo el espíritu del gran Strehler, cual espectro burlón, ronda aún los pasillos del augusto teatro. Su puesta de 1980, rescatada de las telarañas del tiempo, brilla con la pompa de antaño, aunque más por la nostalgia que por la innovación. La granja rústica del Bajo Po resplandece bajo la dorada luz de Marco Filibeck, un escenario tan hermoso que hasta los rufianes más avezados soltarían un suspiro. Mas, ¿no es acaso un eco de glorias pasadas, un perfume exquisito en una botella demasiado tiempo abierta?
Y hete aquí, en el centro de la escena, al veterano Ambrogio Maestri, que antaño fuera el Falstaff supremo, mas que hoy, ¡ay!, carga su panza no con brío, sino con el peso de los años. Su voz, otrora potente, ahora se desliza con fatiga entre la orquesta de Gatti, quien, en su empeño por la exquisitez, ha convertido este vino espumoso en un brebaje más refinado que burbujeante. Un «Falstaff» sin desmadre es un festín sin vino, y aquí se echó en falta la embriaguez del caos cómico.
Mas no todo es desventura en esta noche de mascarada, pues hubo quienes brillaron con luz propia. Oh, Juan Francisco Gatell, noble trovador de dulcísima voz, cuyo Fenton elevó corazones como alondras al alba. Con un fraseo tan delicado como la pluma de Petrarca y una frescura que haría ruborizar a la misma primavera, su canto fue bálsamo para el oído y delicia para el alma. A su lado, la Nannetta de Rosalía Cid se sonrojaba y temblaba como doncella en romance de antaño, tejiendo junto a él momentos de pura ensoñación.

Luca Micheletti ofreció un Ford apasionado, de pisada escénica notoria en su “È sogno? O realtà?” donde demostró lo «buen interprete»gentleman» que es, si bien la Alice de Rosa Feola relumbró con gracia, se diría que su fuego necesitaba más leña para arder con el fulgor que exige la farsa. No obstante, su voz, radiante y segura, acarició el aire con la elegancia de una dama de alta cuna. Marianna Pizzolato, en su papel de Mistress Quickly, fue la dueña de las risas, modulando su voz con tal picardía que hasta el mismísimo Falstaff debería haberse inclinado en reverencia.
Oh, Scala, templo sagrado del bel canto, que en tu obsesión por la perfección has servido un banquete donde cada plato fue cocinado con maestría, pero del que algunos hubieran deseado una pizca más de sal, una chispa más de locura. La orquesta, precisa y meticulosa bajo la batuta de Gatti, tejió finos encajes de sonido, aunque quizá olvidó que esta comedia no requiere bordados de oro, sino confeti en el aire.
Y así, entre vítores y algún murmullo disidente , se cerró el telón sobre esta resurrección de «Falstaff». Que los dioses del teatro vitoreen a Juan Francisco Gatell, cuya voz arrebató aplausos y encendió pasiones. Y que los nostálgicos brinden por la memoria de Strehler, pues su obra aún sobrevive, aunque su eco, como todo lo que envejece, suene hoy con menos estrépito. ¡Larga vida a Verdi, al desvarío, y a los galanes que aún encienden el fuego de la ópera!