Albert Einstein, el genio indiscutible de la física, dejó una marca indeleble en la historia de la ciencia, pero su vida personal estuvo lejos de ser tan luminosa como sus teorías. Su relación con Mileva Maric, su primera esposa, fue un reflejo complejo de las tensiones entre la vida doméstica y la genialidad científica, y el contrato matrimonial que acordaron muestra una faceta sorprendentemente fría y calculadora del hombre que transformó nuestra comprensión del universo.
Un Contrato de Distancia
El contrato matrimonial que Einstein impuso a Mileva en 1914 no era un simple acuerdo prenupcial; era un documento que delineaba las estrictas condiciones bajo las cuales Mileva debía vivir si quería seguir siendo su esposa. Este acuerdo fue un reflejo brutal de las prioridades de Einstein, centradas en su trabajo y en mantener una distancia emocional que resultaría impensable en la mayoría de los matrimonios.
«Debes cuidar,» le ordenaba Einstein en la primera cláusula del contrato, «que mi ropa y ropa blanca estén cuidadosamente dobladas; que coma adecuadamente tres veces al día en mi habitación; que mi dormitorio y estudio estén siempre en perfecto orden, especialmente que mi escritorio sólo esté a mi disposición.» No había espacio para el cariño ni para el compañerismo; Mileva debía desempeñar el papel de ama de llaves más que el de esposa.
Más allá de las tareas domésticas, Einstein exigía una renuncia total a cualquier relación personal significativa: «Renuncias a todas las relaciones personales conmigo excepto aquellas necesarias para mantener la decencia social.» Esto incluía no acompañarlo en sus salidas o viajes, y no esperar afecto alguno de su parte.
La Resignación de Mileva
Quizás lo más doloroso de este contrato fue la exigencia de Einstein de que Mileva «no esperara de mí afecto y no me lo reprochara», una demanda que refleja un abismo emocional insalvable. Einstein quería asegurar su libertad para concentrarse en su trabajo, sin las distracciones ni las demandas emocionales de la vida en pareja. Mileva, en un gesto de resignación que habla de su carácter, aceptó estas condiciones.
A pesar de su gran intelecto y su formación en física, Mileva Maric fue relegada al papel de esposa sumisa, dejando de lado sus propias ambiciones profesionales y su posible contribución a la ciencia. Existe una versión que sugiere que Mileva fue coautora de la teoría de la relatividad, una hipótesis que ha sido debatida durante décadas. Sin embargo, el contrato matrimonial deja claro que, en la mente de Einstein, su relación con Mileva era puramente funcional.
El Precio del Divorcio
El matrimonio de Einstein y Mileva terminó en divorcio en 1919, y aunque Einstein aceptó pagar una pensión alimenticia y la mitad de su salario, Mileva vivió con modestia. Sus hijos quedaron bajo su cuidado, y cuando Einstein ganó el Premio Nobel, los 32 mil dólares del premio fueron transferidos a Mileva para asegurar el bienestar de sus hijos. Con ese dinero, Mileva compró tres casas en Zúrich, pero la situación financiera se complicó cuando tuvo que vender dos de ellas para cubrir los costos del tratamiento psiquiátrico de su hijo Edward.
El resto de la casa fue transferida a Einstein, quien continuó manteniendo a Mileva y a su hijo enfermo. A pesar de sus problemas de salud, Mileva vivió hasta los 72 años y fue enterrada en el cementerio de Nordheim.
El Legado de Mileva Maric
La historia de Mileva Maric es una de las más tristes y complejas en la vida de Einstein. Su relación con él, marcada por el sacrificio y la renuncia, refleja las tensiones de una época en la que las mujeres con talento y ambiciones propias eran a menudo eclipsadas por las de sus maridos. El contrato matrimonial que Einstein le impuso es un testimonio de cómo incluso las mentes más brillantes pueden estar atrapadas en las convenciones y expectativas de su tiempo.
El posible rol de Mileva en el desarrollo de la teoría de la relatividad sigue siendo un tema de debate entre historiadores de la ciencia, pero lo que está claro es que su vida estuvo marcada por una lucha constante entre su propia identidad y las demandas de un matrimonio con uno de los hombres más brillantes y, al mismo tiempo, más exigentes de la historia.
La historia de Mileva Maric es un recordatorio de los sacrificios personales que a menudo se esconden detrás de los grandes nombres y los grandes logros. Y aunque su nombre no esté grabado junto al de Einstein en la historia de la física, su legado como una mujer que luchó en la sombra por su familia y su dignidad perdura como un capítulo conmovedor y agridulce en la historia de la ciencia.