jueves, 30 de octubre de 2025
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Teatro: UN HOMBRE PELIGROSO, la invocación «inmersiva» a Severino Di Giovanni

LECTURA RECOMENDADA

Un hombre peligroso. Guion y Direccion general: Ariel Nuñez Di Croce. Elenco: Horacio Romero. Camila Vaccarini, Cristian Di Fulvio, Mariano Bentivenga, Facundo Serrano, Ezequiel Montana, Tomas Castiglione, Guido Grispo, Chavo Exposto, Hernan Kochman, Adrian Santagata, Juan Martin Perez Cortes, Ariel Nuñez Di Croce. Pastores: Julia Aufgang + Jenaro Robles Urquiza. Vestuario: Elsa Sciascio
Diseño de escenografía: ANDC. Operación de luces: Joaquin Alejandro. Operación de sonido: David Brakin / Valen Croci. Diseño de Iluminación: Paula Fraga. Fotografía: Nacho Lunadei. Sala: Sigue la Polilla (Castro Barros 874) – Funciones: Jueves 20,30 y Viernes 21.hs Nuestra calificación: muy buena

Roberto Arlt, volvé conmigo a esa madrugada de 1931. A ese patio helado donde el plomo cortó el aire y Severino Di Giovanni se volvió mito con los ojos abiertos, mientras el fusil escupía la muerte y vos, temblando, escribías en el diario lo que ningún otro se atrevió a contar. Prestame tu verdad cruda, tu mirada que sabe de la miseria y el coraje, porque un hombre peligroso no es solo teatro: es el espectro de Severino que vuelve y nos sacude desde el tiempo.

Foto gentileza, producción de Un Hombre Peligroso

La obra no empieza en el escenario. Empieza cuando cruzas la puerta de ese rincón de Boedo, donde el barrio sigue guardando secretos en los adoquines gastados. Te piden que apagues el celular, como si el presente fuera un estorbo. Te alcanzan un saco que huele a pasado, y dos hombres de boina te guían en silencio, como espectros que te empujan hacia otra época. El ruido de la ciudad queda atrás y el aire cambia: estás en el Buenos Aires de los años veinte, un mundo donde el idealismo y la violencia bailan un tango feroz.

Foto gentileza, producción de Un Hombre Peligroso

Ariel Núñez se convierte en Severino sin necesidad de exageraciones. No hay gritos ni declamaciones grandilocuentes: hay una calma que inquieta, una serenidad que parece esconder tormentas. Y lo entendés: no hace falta levantar la voz para ser peligroso. Núñez nos muestra a un hombre que respira ideas y se aferra a su destino con la terquedad de quien ya decidió morir de pie.

Foto gentileza, producción de Un Hombre Peligroso

Las escenas pasan como balas en cámara lenta. Son cuadros donde el tiempo parece resquebrajarse: asambleas clandestinas donde la voz baja es más fuerte que cualquier grito; atentados que no buscan el efecto, sino el estremecimiento silencioso; traiciones que resuenan como susurros venenosos. Y en medio del caos, el amor. América Scarcó aparece como un resplandor tierno y fugaz, aunque a veces la dulzura se excede y roce lo empalagoso. Pero no importa: la obra no se deja domar por lo romántico, porque sabe que la historia de Severino es otra cosa.

El espacio se transforma ante tus ojos sin que lo notes: un patio deviene en el Parque Centenario, una pared murmura el eco de la ópera en el Teatro Colón. El público no es solo espectador: es testigo, es cómplice. Caminás entre las escenas, como si el tiempo te empujara hacia adelante, sin dejarte volver atrás. No hay discursos moralistas ni lecciones explícitas: la obra respeta la memoria sin intentar moldearla. Porque Severino no es un héroe ni un villano: es un hombre enfrentando el destino con las manos abiertas.

Foto gentileza, producción de Un Hombre Peligroso

Y cuando llega el fusilamiento, Arlt, lo sentís en la piel. No hay disparo ruidoso, no hay sangre ficticia: solo un vacío que envuelve la sala. Es el mismo frío de aquella madrugada, cuando lo viste caer con el alma intacta, y tu pluma tembló al escribirlo. El silencio se vuelve tan denso que te cuesta respirar, y entiende que la muerte de Severino no fue solo el fin de un hombre, sino el grito ahogado de una idea.

Cuando todo termina, los de Sigue la Polilla te invitan a quedarte, como si la función no hubiera terminado, como si Severino sigue ahí, fumando un último cigarrillo antes de enfrentarse a la historia. Y el barrio sigue respirando, como si aún quedaran fragmentos de él en cada esquina, en cada sombra.

Foto gentileza, producción de Un Hombre Peligroso

Un hombre peligroso no es solo una obra: es una invocación. Es volver al ’31 y sentir en la piel el vértigo de una lucha perdida pero digna, de un hombre que eligió morir sin bajar la cabeza. No dejes de ir: no por la historia, sino por el latido que queda cuando el silencio se impone y la memoria se vuelve carne.

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