Viva la mamma, Donizetti, Ópera de Cámara del Teatro Colón… Jerarquía vocal en clave de vodevil chispeante

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Director musical: Javier Mas
Director de escena: Pablo Maritano
Escenografía: Nicolás Boni
Vestuario: María Emilia Tambutti – Iluminación: Verónica Alcoba

Daria Garbinati: Marina Silva
Procolo: Alejandro Spies
Biscroma Strappaviscere: Luis Gaeta
Donna Ágata Scanagalli: Víctor Torres
Luiga Castragatti: Florencia Burgardt
Guglielmo Antolstoinoff: Iván Maier
Cesare Salzapariglia – Poeta: Gustavo Gibert
Impresario – Director Teatral: Alejo Alvarez Castillo
Dorotea: Estefanía Cap
Pianista: Cecilia Fracchia
Coro: Bruno SciainiAgustín DraniczarekFlavio Fumaneri

Esta obra, de Gaetano Donizetti posee originalmente dos versiones, estrenadas respectivamente en 1827 y luego en 1831 en el Teatro Nuovo de Nápoles, se inspira en la ópera bufa del siglo XVIII. El tema de las Conveniencias e Inconveniencias Teatrales, tan apreciado incluso más de un siglo después de Il teatro alla moda (1720) de Benedetto Marcello, está brillantemente expuesto por el compositor que, familiarizado con el teatro, conoce a la perfección un entorno que retrata con un verdadero sentido del detalle y la comedia.  El célebre bergamasco aprovecha para arañar la sensibilidad de los grandes nombres de la opera, Rossini a la cabeza cuyo éxito obliga a cualquier compositor a medirse con él si quiere imponerse, para lo cual al comienzo de esta bufonada exquisita compone la parodia de la Canción del sauce del Otello de Rossini, transformándola en la Canción de la bolsa interpretada por un travestido, “la Mamma”, un rol que lo trae de la ópera italiana del siglo XVIII.

Pero claro, dada esta introducción vayamos al Centro Cultural 25 de Mayo…al abrirse el telón nos hallamos frente a una sala de ensayo en derredor de los años 60, cuadros de las celebridades de otrora (Callas, Tebaldi, Sutherland, Caballé, etc) cuelgan de la pared principal observando desde sus retratos a los convocados por el Maestro a punto de comenzar los ensayos de una nueva ópera seria: Rómulo y Ercilia.

Fotografía gentileza Arnaldo Colombaroli – Prensa Teatro Colón

La Garbinatti (prima donna) llega acompañada por su marido Procolo, la segunda soprano, Luiggia, luego el resto de la compañía Guglielmo (el Tenor), Próspero (el Poeta), Dorotea (el Primo Musico) y el coro.

“La Garbinatti” tiraniza a todos e inflige sus caprichos a sus colegas, así como al libretista y al compositor, un vaudeville, en un ambiente a plana ebullición. El ingreso de Agata,” la mamma” de Luiggia es el alter ego la cual será desencadenante de toda la acción pues a partir de aquí como en un quasi ringside se enfrentará a “La Garbinatti”, con el propósito de hacer valer los derechos de su hija y tambien lograr un rol para sí. Un enfrentamiento con hábiles intervenciones en recitativos donde se nombran a los celebritos de altri tempi, en este caso trayendo al mítico enfrentamiento entre Callas /Tebaldi. Todo es un acertado pasticcio escénico, el todo hace el justo momento en esta ópera, no hay un personaje solo que se resalte, el todo se marca en la hora cuarenta que dura tan magnifica propuesta.

A posteriori de la escena “pugilística” uno siente como que más debe ocurrir en tan desopilante argumento y aparecen ya en su segundo cuadro, los atributos de pasticcio libre que el propio compositor marca para destaque de cantantes. Uno ingresa al ensayo de Rómulo y Ercilia… en primera parte Guglielmo (el tenor alemán) recurrer a interpretar In fernem land (Lohengrin – Wagner) teniendo en su mano un desgañitado cisne, siguió luego el célebre duo Mira o Norma (Norma – Bellini), en el cual Dorotea y Luiggia entregarán el bel canto a todos los espectadores, y asi la gran aria de Mamma Agata, un divertimento de entremés barroco con belcanto en donde los picattos son las burbujas de un buen “spritz”.  Aquí el estallido de tutti gli personaggi, a puro ego enfrentado y con problemas ante el fisco (en esta nueva dramaturgia) el escape será la solución como finale.

A medio camino entre la representación teatral y la ópera, esta obra de Donizetti requiere no sólo del talento de excelentes cantantes sino también del dominio escénico y teatral de experimentados actores, lo cual el regista Pablo Maritano supo a pleno lograr. Es imprescindible una total complicidad con la orquesta, donde la improvisación implica ruptura, expectación o reacción inmediata por parte de la misma que desde el inicio gracias a la excelente dirección del Mtro. Javier Mas sonó en una dinámica alegre y contrastante. Una partitura compleja en donde el diálogo debe establecerse a lo largo de esta ópera para imitar mejor una situación de ensayo, lo cual nos lleva a la comedia italiana en su forma más feliz. Una ópera dentro de una ópera, como escribieron Mozart, Salieri y, más tarde, propuso Richard Strauss (Ariadne und Naxos), interminables dramas personales y de relaciones sumado al crescendo de egos, situaciones claves de esta ópera en dos cuadros. 

La auténtica prima donna que es Marina Silva se entregó a un juego de auto burla, con el retrato de una verdad sorprendente. Su técnica es notable, el estilo, el oropel ostentoso, todo estuvo ahí. La extrema dificultad del papel radica no sólo en el virtuosismo requerido, sino en la capacidad de subrayar sus rasgos, con elegancia. Informal, altiva, con un orgullo sin igual, desdeñosa, es adorada por su marido de circunstancia, Procolo, aquí Alejandro Spies, el cual en sus intervenciones es certera, desde su primera aria “Che credete che mia moglie” hasta el recitativo “Vergine sventurata”, la Virgen encarnada por Mamma Agata, irresistiblemente divertida. De emisión clara, sólida, natural, al igual que su dicción. Florencia Burgadt encarna a Luigia, la seconda donna, con frescura e ingenuidad. Hermosa voz, luminosa, conducida con arte. Ivan Maier es este primo tenore alemán que descaradamente desolla al italiano. La voz es flexible, ágil, con agudos claros e interpretación ejemplar. Gustavo Gibert, interpretó a un libretista de buen semblante: un excelente actor y cantante experimentado en Donizetti que muestra su sobrado talento. Estefania Cap en el rol de Dorotea, da brillo en contrapunto con Luiggia en el segundo cuadro, cuando realizan ambas el célebre dúo “Mira o norma”. Luis Gaeta, un referente de buffo, ya con su sola presencia en escena da clase de estilo en su rol del compositor, expresividad y sobre todo recalco “estilo”, como clase de un Maestro.

Fotografía gentileza Arnaldo Colombaroli – Prensa Teatro Colón

Pero claro queda Mamma Agata y la magistral actuación de Víctor Torres, quien notablemente supo interpretar el papel travestido de Mamma con un asombroso sentido de la actuación y la comedia. Pero también en su interpretación, utilizando voz de bajo para dar aún más relieve a esta enorme farsa que se desarrolla bajo la mirada divertida y chispeante de los espectadores. 

Una versión que fue como un “Spritz”, a lo cual uno diría ¡ OTRA MÁS !

1 COMENTARIO

  1. La dramaturgia brilló por su ausencia. Un copy-paste mal hecho donde el sentido de desarrollo dramático de una obra se pierde y no se entiende, por ejemplo, el orígen de la compañía de ópera y el abrupto final sin ningún otro sentido de que «se alarga mucho, rajemos». Es en serio el comenetario sobre Ivan Maier? Toda nota por encima del pasaje del tenor está tragada y sin proyección. De hecho, el público no es tonto y los aplausos que recibió son de consuelo por el esfuerzo realizado. La inclusión de las dos escenas de Lohengrin y Norma no tienen ninguna justificación dramática, principio fundamental de cualquier puesta en escena de teatro tradicional. Por otro lado parece que Victor Torres encontró su fach en el bajo buffo. Le queda pintado el rol.

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