El territorio del poder”, Sbaraglia y Tarrés proponen un recorrido profundo por momentos de la historia humana, evidenciando un mecanismo de poder que, pese al carácter absolutamente único de cada escena –separada de otras, a veces por siglos– opera de manera idéntica sobre nosotros los humanos.
“Los grandes hitos y las pequeñas actitudes cotidianas parecen estar atravesadas por un mismo espíritu que nos habita.
Pertenecemos a la naturaleza por la carne, por la sangre, por la muerte, y por la silenciosa ferocidad que nos empuja una y otra vez a abismos que pueden extinguirnos”…Sbaraglia esta a cargo de los relatos, Tarrés de la composición, arte visual e intervención del sonido en tiempo real, más el talentoso Damián Volotín en violín el cual extrae luz y optimismo de un espacio infinito de oscuridad, en un recorrido que devuelve fuerza y esperanza. Un espectaculo que su planteamiento es correcto, pero que su desarrollo se transforma en duracion interminable Uno reflexiona permanentemente, pero el absurdo de tomar la violencia por la violencia misma, con una incidental musica la cual parece una perfomance con acompañamiento sin final alguno. La esperanza se encuentra en el sufrimiento y el dolor. Las obras de Focault, el celebre filosofo frances, son complicadas de poder llevarla a escena, pero en este caso con los fragmentos intercalados fue una resolucion no satisfecha para este critico.
Leonardo Sbaraglia como relator, correcto, pero sin exceso, medido en su decir, y en escena. Fernando Tarrés, focalizo en atonalismos y ruidos incidentales .
En definitiva, una perfomance que no convenció y,que resulto ya sin sentido a los quince minutos de comenzada la obra.