TAKING SIDES, de Szabo … El juicio a Furtwängler …¿Puede un artista combatir el régimen en el que crea su arte? (crítica y film subtitulado)

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El film es una gran reflexión sobre la relación entre el arte y la política en un Estado totalitario que utiliza el arte con fines propagandísticos. La historia se basa en hechos reales y sigue una comisión de investigación que tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial, centrada en el director de orquesta Wilhelm Furtwängler, quien había estado vinculado al régimen nacionalsocialista. La película adapta la obra teatral del mismo nombre escrita por Ronald Harwood en 1995, y su guion fue elaborado por Harwood y Szabó.

Más allá de determinar la culpabilidad de Furtwängler en su colaboración con el régimen, lo más importante de la película son las preguntas que plantea sobre la interacción entre el arte y la política. ¿Es posible separarlos? ¿Puede un artista combatir el régimen en el que crea su arte? ¿Puede el arte provocar una catarsis que evite la barbarie? ¿Tiene el arte el poder de resonar más fuerte que las bombas? Estas preguntas se conectan con uno de los dilemas cruciales en la filmografía de Szabó: ¿merece la pena involucrarse en la política? ¿Es posible cambiar el sistema desde adentro?

El filme también recurrente aborda otros aspectos en el cine del director húngaro, como la duda de quedarse o emigrar en situaciones desfavorable. En este caso, destaca que la película no se centra en la vida privada del artista, lo cual permite que tomar partido, se convierta en una de las películas más destacadas de Szabó.

En Tomar Partido, Wilhelm Furtwängler, es un personaje polémico, el cual cree firmemente en la necesidad y la posibilidad de mantener el arte y la política separados. Durante uno de los encuentros entre Furtwängler y el comandante Steve Arnold (interpretado por Harvey Keitel), encargado de liderar la comisión de investigación, el artista expone su punto de vista: «Debes entender quién soy y qué soy. Soy un músico y creo en la música. Soy un artista y creo en el arte. El arte en general, y la música en particular, poseen poderes místicos que satisfacen las necesidades espirituales de uno».

Esta visión idealista del arte, desvinculada de cualquier conexión real con el contexto sociopolítico en el que se crea, genera el conflicto principal entre los dos protagonistas: el acusado y el acusador. Arnold, este último personaje ficticio que solía trabajar como ajustador de reclamaciones de seguros antes de participar en la Segunda Guerra Mundial, es seleccionado precisamente por su habilidad para desentrañar situaciones complejas y determinar la responsabilidad de cada parte. Esto pone en aprietos el discurso de Furtwängler, ya que Arnold señalará todos los aspectos problemáticos de su actitud durante el régimen nacionalsocialista. Como resultado, se exponen las visiones ocasionalmente ingenuas del músico, como él mismo admite en los intercambios dialécticos a lo largo de la película: «Creo que el arte y la política deben separarse,

Furtwängler es un idealista que cree en la capacidad de la música para influir en la mentalidad de las personas y provocar un cambio significativo en la sociedad. Al menos eso es lo que se dice a sí mismo para convencerse de que las decisiones que ha tomado son las correctas…

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