Mucha gente piensa que la permanente sólo apareció en los años 70 y 80. Pero en realidad, ¡la historia de su aparición se remonta a 1908!
Entonces, el alemán Karl Ludwig Nessler era peluquero, pero siempre quiso aportar algo nuevo e inusual a este mundo. Pasó el tiempo y en octubre de 1908 abrió el primer salón, ofreciendo a las mujeres hacer una permanente química del cabello. El proceso del invento lo demostró con su esposa Katharina la cual demostró se una mujer fuerte, porque en el proceso de los experimentos, varias veces recibió quemaduras en el cuero cabelludo. Pero siempre creyó en su marido y en su invento. El amor hace maravillas, qué más se puede decir…
La máquina para rizar el pelo tenía un aspecto realmente intimidatorio: tubos metálicos que salían de una gran base sujeta al cabello, todo entrelazado con cables, varillas y Dios sabe qué más. Parecía más bien un instrumento de tortura…
Así que, durante la demostración, se ensartaron 12 varillas de latón en el pelo de Katarina y luego se conectaron a una base calefactora. Con semejante construcción en la cabeza, ¡la chica tuvo que permanecer sentada durante al menos 5 horas! Pero, tras retirar todos los tubos, el pelo de Katarina se rizó. Cuando la vieron por la calle unos días después, su pelo seguía exactamente igual que el día de la demostración.
Más tarde, a principios de 1910, Carl Ludwig Nessler recibió una patente británica por su aparato eléctrico llamado máquina de ondas permanentes.
Afortunadamente para las fashionistas, 30 años más tarde, un tal Arnold Villat desarrolló una solución especial que permitía hacer permanentes. Y desde entonces, no ha hecho falta la temida máquina. Bastaba con aplicar al cabello una solución especial, consistente en un derivado del ácido tioglicólico -el tioglicolato de amonio-, y retorcer el pelo en unas varillas especiales. La sustancia tenía un efecto tan fuerte en el pelo que cambiaba su estructura, rizándolo, ¡y las chicas sólo tenían que estar un par de horas a temperatura ambiente!…