El regreso de LA FLAUTA MÁGICA en versión de «biógrafo» al Teatro Colón

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La flauta mágica,(Singspiel en dos actos de Wolfgang Amadeus Mozart sobre libreto de Emanuel Schikeneder). Producción de la Komische Oper Berlin. Dirección musical: Marcelo Ayub. Dirección de escena: Barrie Kosky y Suzanne Andrade. Repositor: Esteban Muñoz. Animación: Paul Barritt. Reparto: Joel Prieto (Tamino), Verónica Cangemi (Pamina), Peter Kellner (Papageno), Rafal Siwek (Sarastro), Anna Siminska (Reina de la Noche), Pablo Urban (Monostatos), Carolina Gómez, Florencia Burgardt, María Luisa Merino Ronda (Tercera Dama). Orquesta Estable del Teatro Colón. Coro Estable del Teatro Colón dirigido por Miguel Martínez.

El aliciente de esta nueva propuesta de una ópera tan habitual como La flauta mágica de Mozart radica en la exitosa producción del australiano Barrie Kosky, originaria de la Komische-oper de Berlín y que ha girado ya por diversos teatros. Como ocurre en otras ocasiones en la actualidad, el responsable de la escena no termina de creer en la obra que monta y, especialmente, considera un obstáculo los largos diálogos en alemán que contiene este singspiel (género teatral alemán de carácter popular que alterna música y diálogos hablados).
Probablemente, estos largos diálogos pueden representar un problema, sobre todo para aquellos espectadores que no hablan alemán y es comprensible que un director de escena busque soluciones creativas. Sin embargo, suprimirlos por completo y sustituirlos por un pequeño resumen proyectado en carteles propios del cine mudo, junto con un acompañamiento de piano, aunque permite que la audiencia pueda seguir la trama, personalmente considero que es una solución fácil y caricaturesca.

Foto gentileza de Prensa Teatro Colón /Arnaldo Colombaroli


Esta decisión plantea la preocupación de que el siguiente paso sea cortar los recitativos de muchas óperas y luego los fragmentos musicales que el director de escena de turno considere «aburridos» o que «entorpecen la acción» o la dramaturgia que haya podido idear.
La ópera es una forma de arte compleja y completa que combina música, canto, actuación con elementos escenográficos. Cada elemento desempeña un papel importante en la obra en su conjunto, y al eliminar o modificar elementos fundamentales, se corre el riesgo de alterar la visión original del compositor y del libretista, así como la intención artística de la obra.
Es comprensible que los directores de escena busquen nuevas formas de acercar estas obras al público contemporáneo y de superar las barreras lingüísticas. Sin embargo, es importante encontrar un equilibrio entre la innovación y el respeto por la obra original. La solución no debe ser eliminar o simplificar elementos esenciales, sino encontrar formas creativas de adaptación que mantengan la esencia y la integridad de la obra.
La ópera es un tesoro cultural que merece ser apreciado en su forma original, con todos sus diálogos y fragmentos musicales intactos. Al permitir que estas obras se presenten tal como fueron concebidas, se nos brinda la oportunidad de sumergirnos en la visión artística de sus creadores y experimentar la riqueza y la emoción que ofrecen.
Ahora bien, la producción de Barrie Kosky y Suzanne Andrade es una reinterpretación de «La flauta mágica» que se distingue por la ausencia de escenografía tradicional y se enfoca en proyecciones contínuas, en las cuales interactúan los actores. Este espectáculo “rinde homenaje” al cine mudo, con numerosas referencias y guiños a este género. Por ejemplo, Papageno se asemeja a Buster Keaton, Monostatos evoca a Nosferatu, Pamina se transforma en Louise Brooks, y Sarastro adopta la apariencia de Abraham Lincoln del célebre film de Griffith «El nacimiento de una nación».

Foto gentileza de Prensa Teatro Colón /Arnaldo Colombaroli


El montaje es innegablemente producto de una imaginación e inventiva tan fecunda como llamativa (pero nada novedosa para el 2023). Se enmarca en el ámbito fantástico, popular y de cuentos, elementos que están presentes en la obra original de Mozart. Sin embargo, algunos aspectos importantes, como el mensaje humanista, ilustrado y fraternal con tintes masónicos y su impronta universal, se diluyen en esta adaptación.
El hecho de que «La flauta mágica» se reduzca a una comedia amable y divertida, casi de estilo vodevilesco, o a la banda sonora de una proyección de cine mudo humorística, no parece capturar completamente el espíritu de la obra original, transformando una obra brillante, en un espectáculo tedioso y sin brillo.

Foto gentileza de Prensa Teatro Colón /Arnaldo Colombaroli


En cuanto al reparto vocal, vaya por delante el mérito que tiene su trabajo escénico. No es nada fácil interactuar con las imágenes y su labor en ese sentido, insisto, resultó irreprochable, , pero algo hay que decir sobre su actuación vocal, que esto es ópera, aunque a veces no lo parezca . Ante todo, hay que resaltar la “modestia en cuanto a presencia y sonoridad de las voces” y eso que les favorecía grandemente, en cuanto a proyección, el tener una pantalla detrás y cantar, lógicamente, siempre en la boca del escenario.
Pamina fue Verónica Cangemi, que cuenta con una zona centro-grave totalmente sorda. Exhibió alguna nota de primer agudo con timbre y sonoridad pero a partir de ahí el sonido se abre y pierde color. Es musical y limpia, aunque no pudo evitar las desafinaciones en la complicadísima aria “Ach, ich fühl’s”. El papel de Tamino corresponde a un tenor heroico mozartiano, subrayando esto último; el español Joel Prieto fue un tenor con una voz de cierto cuerpo, pero corto de extensión y de emisión gutural. En la maravillosa aria del retrato “Dies bildnis ist bezaubernd schön” mostró sus problemas en la zona de pasaje y la falta de expansión en la zona alta (uno al escuchar este tipo de voz, se pregunta si poseen algún maestro de repertorio que los asesore y los especialice…). Más penetrante en algunos sonidos fue el Monostatos de Pablo Urban. Trabajosa en la agilidad, desabrida y sin brillo en el sobreagudo la Reina de la Noche de Anna Siminska fue caracterizada como una araña calavera de largas patas al mejor estilo de Tim Burton. Pobre el material vocal de Peter Kellner, aunque el público le resultase simpático como Papageno . Al Sarastro de Rafal Siwek, que también asumió la parte del Orador, le faltó autoridad, amplitud, densidad, anchura y rotundidad, además de un legato de mejor factura, todo ello necesario para poder exponer en toda su grandeza un aria tan sublime como “In diesen heil´gen Hallen”. Homogeneas y muy compenetradas las tres damas (Carolina Gomez, Florencia Burgard, María Luisa Merino Ronda). Desenvuelta la Papagena de María Savastano.
Marcelo Ayub, convirtió la orquestación mozartiana en una anodina “banda sonora”, que neutra y sin vida, se limitó a acompañar de fondo el espectáculo y sus intérpretes. Innegable la absoluta corrección musical, pero ni un detalle, ni un contraste, ni un atisbo de la chispa de la comedia, ni mucho menos de la profundidad del mensaje universal mozartiano. Tampoco es que la orquesta alcanzara un nivel sonoro deslumbrante. Destaco la gran presencia y corrección del coro bajo la dirección del Mtro. Miguel Martinez.

En suma, una version que no quedara en el recuerdo, sino que pasará al olvido y saben mis lectores? lo bueno es que los «registas divos» pasan y se regresa a la tradición de los genios que escribieron la historia de la música…

1 COMENTARIO

  1. No me gustó nada la versión de la flauta mágica del 13 de mayo. No hay novedad en la puesta en escena, aunque sea Berlinesa. Parece inspirada en el submarino amarillo de los Beatles.
    Toda laversion musical me pareció anodina

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