En ‘El maestro que prometió el mar’, se nos presenta la historia de Antoni Benaiges, un joven maestro destinado en Bañuelos de Bureba durante el convulso período de 1935-36. Su enfoque pedagógico innovador y su firme ideología chocan con un pueblo dividido por la tensión histórica, aunque logran ganarse el aprecio de sus alumnos, quienes encuentran en él un mentor que les inspira y les enseña a disfrutar del aprendizaje.
La película, si bien posee méritos, no logra escapar de los clichés y arquetipos predecibles que lastran su originalidad. Los personajes ‘malvados’, como el cura, el alcalde y los militares, parecen sacados de un molde preestablecido, lo que resta frescura a la trama.
Además, la trama contemporánea que se entrelaza con la historia principal, centrada en Ariadna y su búsqueda de los restos de su bisabuelo ejecutado durante la Guerra Civil, resulta ser el eslabón más débil de la película. Esta subtrama parece oportunista y no aporta significativamente al desarrollo de la historia principal, que es donde radica el verdadero interés y la emoción.
Otro punto cuestionable es la falta de ritmo y equilibrio entre las dos líneas temporales que aborda: el presente de 2010 y los acontecimientos relacionados con las fosas comunes. Mientras que la narrativa del pasado destaca por su riqueza en detalles costumbristas y la magnífica interpretación de Enrique Auquer, la del presente carece de la misma fuerza, resultando en una experiencia desigual y poco convincente.
A pesar de estos fallos, la película cuenta con momentos destacables, especialmente en su inmersión en el pasado y en la interpretación de ciertos personajes. La defensa del laicismo en la enseñanza por parte del protagonista, interpretado por Auquer, ofrece uno de los momentos más sobresalientes de la película. Sin embargo, estos destellos de brillantez no son suficientes para compensar sus defectos más evidentes.
En resumen, aunque la película ofrece una mirada interesante sobre un período histórico complejo, su excesiva dependencia de clichés y su falta de cohesión narrativa la hacen caer en la mediocridad. A pesar de ello, su mensaje sobre la importancia de la educación como herramienta de libertad sigue siendo relevante, aunque su ejecución deja mucho que desear