Adentrarse en en el territorio de la casa en donde vivió Chéjov en Melikhovo es sentir como que el tiempo de repente se ralentiza e incluso retrocede.
Uno descubre el ala en donde creó la obra «La gaviota».
Ver su escritorio, poder ojear con permiso alguno de los libros de las estanterías. Mirar en su pequeña habitación, como así también su dispensario en donde ejerció su profesión de médico.
Explorar su comedor e incluso la cocina independiente.
Pasea por los senderos, respirar el aire puro, acribillado por los granos de lluvia, y, al marcharse, uno piensa que definitivamente regresará alguna vez más en la vida.
