Catedral de Notre Dame, París, Francia

Notre Dame de París o Catedral de Notre Dame es conocida principalmente por la novela de Victor Hugo, quien se propuso (y, por cierto, lo logró con bastante éxito) reavivar el amor francés por la catedral. No hay duda acerca de la existencia de este amor – durante la Revolución Francesa, los parisinos estaban dispuestos a pagar un soborno «para las necesidades de todas las revoluciones que aún ocurrirán en otros países» a Robespierre, quien de lo contrario amenazaba con demoler la catedral.

Probablemente sea a Hugo a quien se le debe agradecer la oportunidad de admirar la catedral hasta el día de hoy. Durante el reinado de Luis XIV, cien años y medio antes de escribir la novela, Notre Dame sufrió graves daños y perdió todas sus vidrieras. Sí, y la revolución no pasó sin dejar rastro para él, aunque Robespierre no lo demolió, ordenó que se decapitaran las estatuas que decoraban la catedral. Y apenas diez años después de la publicación de la novela, se inició la reconstrucción, además de devolverle su aspecto original, dando a Notre Dame y la famosa galería de las quimeras.

La construcción de la catedral duró casi dos siglos, lo que, sin embargo, solo lo benefició. En el momento de la colocación de la primera piedra, la arquitectura francesa estaba dominada por el estilo románico, que fue sustituido por el gótico durante el proceso de construcción. Gracias a esto, Notre Dame ha absorbido lo mejor de ambos, dando como resultado su propia apariencia única.
Se suponía que la catedral sería tan grande que podría acomodar a todos los habitantes de París, que en ese momento sumaban unos diez mil. La catedral es tan grande que en la nave central cabría una casa de doce pisos.

Otra característica del diseño de la catedral es que no tiene un solo muro interno. Se reemplazan por columnas conectadas por arcos, y las habitaciones están separadas entre sí por vidrieras.
Se cree que uno de los clavos con los que se golpeó la cruz para la crucifixión de Jesucristo se conserva en la catedral. Por otro lado, lo mismo se dice de una treintena de clavos más ubicados en distintos países.