Arabella de Richard Strauss, una produccion que brilla en voces y en regie en el Teatro Real de Madrid

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Christof Loy — Director de escena / Herbert Murauer — Diseñador de vestuario, escenógrafo / Reinhard Traub — Iluminador / Thomas Wilhelm — Coreógrafo

Jacquelyn Wagner — Arabella – Sarah Defrise — Zdenka

Martin Winkler — Waldner Count – Anne Sofie von Otter  — Adelaide

Josef Wagner — Mandryka – Matthew Newlin — Matteo

Dean Power — Elemer Count – Roger Smeets — Dominik Count

Tyler Zimmerman — Lamoral Count – Elena Sancho Pereg — The fiakermilli – Barbara Zechmeister — The card shooter

José Manuel Montero — Zimmerkellner

Coro y orquesta del Teatro Real de Madrid

Andrés Máspero — Director de coro

David Afkham — Director

Arabella se estrenó en 1933: el año en que Hitler se convirtió en Canciller del Reich. Hugo von Hofmannsthal había muerto dos años antes: el escritor con el que Strauss escribió muchas de sus famosas óperas. Al igual que Der RosenkavalierArabella es una ópera cómica que en ocasiones se inclina bruscamente hacia el mundo de la opereta. Sin embargo, hay muy poco de qué reírse. Este aspecto también fascina al director Christof Loy, quien lo convierte en un psicodrama en el Teatro Real de Madrid, en el que las almas atormentadas de los personajes salen a la luz de manera impactante.

La historia es muy delgada y parece una farsa. La única salvación para la decadente familia Waldner es casar a su hija Arabella, ella añora al príncipe del caballo blanco. Cuando pasa, en la persona de un rico conde, finalmente resulta que no es el supuesto héroe, sino un ser humano de carne y hueso. En resumen: Arabella es una tragedia sobre la ilusión, la realidad, el amor y el sacrificio. Un drama psicológico sobre el camino a la edad adulta y la despedida de la juventud.

La imagen del escenario, no más que unas pocas salas con paneles deslizantes, se mantiene deliberadamente sobria y minimalista. Así que toda la atención se dirige a los personajes.  Arabella, un papel interpretado refinadamente por Jacquelyn Wagner, estuvo a la altura de su reputación como cantante de Strauss, una voz de oro puro; no menos fueron las cualidades musicales y teatrales de barítono Josef Wagner quien encarnó un Mandryka, de gran exhuberancia vocal como de arrolladora interpretación escénica. Sarah Defrise fue rotunda en su interpretación de la joven travestida Zdenka. La pareja formada por el Conde Waldner (Martin Winkler) y Adelaide (Anne Sofie von Otter) fueron resueltos con buen oficio y eficacia por tan reconocidas figuras.

Muy solvente y entregado estuvo también el tenor Matthew Newlin. Atractiva y chispeante estuvo la soprano española  Elena Sancho Pereg en el rol de Fiakermilli, así como muy correctos, el resto de comprimarios. El coro funcionó con solvencia bajo la destacada labor del Mtro. Andrés Máspero.

El director David Afkham presentó su Strauss que no tiene ni pizca de falso sentimiento. Es precisamente por la suavidad de los tempos el inabordable y claro juego de líneas que su Strauss gana en expresión como emoción y la música refuerza el mundo emocional de los personajes. Afkham equilibró a la perfección entre el lirismo sutil y ese toque de decadencia que se cierne sobre las partituras de Strauss. En definitiva: un Strauss para jerarquizar la historia del Teatro Real, que demoró 90 años en estrenarse.

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