«UNA NOCHE ILUMINADA» CONCIERTO DE CÁMARA, SECCION DE CUERDAS DE LA ORQUESTA DEL TEATRO ARGENTINO

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Mira! ¡El universo entero resplandece!
Hay un aura que circunda todas las cosas.

Concierto de la Sección de Cuerdas de la Orquesta del Teatro Argentino de La Plata, en el teatro Coliseo Podestá.

El miércoles 15 de marzo se realizó el primer concierto de la sección de cuerdas del Teatro Argentino de La Plata en el teatro Coliseo Podestá. La noche lluviosa se llenó de envidia el escuchar tan sensible repertorio.

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A cargo de la dirección musical, el concertino de la orquesta, Nicolas Favero, de larga trayectoria. Con expresividad cuasi angelical supo llevar a la orquesta que se destacó en el larguetto de «Serenata para cuerdas en mi menor Op.20» de Edward Elgar, exigente en matices y del delicado fraseo de las líneas melódicas. Tanto las pequeñas apariciones solistas y los tuttis estuvieron controlados y medidos correctamente.

La joya de la noche fue seguramente la obra de Arnold Shoenberg «La noche transfigurada, op 4», con un poema de Richard Dehme, una obra fantástica, que surge del viejo siglo XIX y susurra lo que va a ser la música del siglo XX.
Podemos charlar largo y tendido sobre el poema, pero he decidido transcribirlo. Sólo su lectura (a través de las sufrientes traducciones) acompañada de la meditación profunda puede dar la luz que requiere.

Noche Transfigurada

Dos personas caminan por un bosque gélido y desnudo
y contemplan la luna que los acompaña.
Una luna que se pasea sobre los altos y viejos robles;
no hay nube alguna en el cielo,
sobre el que se dibujan las cumbres oscuras.
Y una mujer alza su voz:

Llevo un hijo dentro de mí, y no es tuyo.
Cargo con mi pecado, mientras paseo contigo.
Me he deshonrado gravemente.
No creí que la felicidad pudiera existir para mí;
y, con todo…, tuve un fuerte deseo
de albergar vida en mí, de sentir
las alegrías de la maternidad,

y sus obligaciones.
Por eso di el paso.
Por eso permití que mi sexo se estremeciera
con el abrazo de un extraño,
y fui bendecida por ello.
Y ahora la vida se ha cobrado su venganza,
pues me he encontrado contigo. Contigo.”

La mujer camina con paso desmañado.
Mira hacia la cima, hacia la luna
y su mirada sombría se colma de luz.
Y un hombre alza su voz:

“Que el hijo que has concebido
no sea una carga para tu alma.
¡Mira! ¡El universo entero resplandece!
Hay un aura que circunda todas las cosas.
Tú y yo somos náufragos en un mar helado,
pero hay una llama viva de calor
entre ambos: de ti hacia mí, de mí hacia ti.

Y es ese calor el que transfigura al niño.
Tú vas a concebir ese hijo para mí y de mí;
tú me has traído un fulgor,
tú me has convertido en un niño.”
El hombre la agarra por las caderas poderosas;
sus alientos se besan en el aire.
Dos personas caminan por la noche alta y clara.

(Traducción: Francisco Giménez Gracia)

Sin dudas fue un acierto la novedosa idea de reproducir el texto del poema en tanto se ejecutaba la obra musical, además de la explicación, breve charla a cargo de Antonio Formaro un aporte fundamental para su compresión y disfrute. Solo objetable la dura, notarial, traducción elegida (Traduttore, Traditore!)

Sin caer en panfletismos, la necesidad de estas manifestaciones artísticas constantes es lo que nos lleva a peregrinar en busca de de escuchar apreciar las finas artes que ayuden a curar el alma herida.

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