Un Rendimiento a Medias: Luces y Sombras en la Interpretación de ‘Madama Butterfly’ en el Teatro Colón

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Madama Butterfly, tragedia japonesa en tres actos, con libro de Luigi Illica – Giuseppe Giacosa, música de Giacomo Puccini. Con Daniela Tabering, Fermín Prieto, Cecilia Diaz, Leonardo Lopez Linares, Gabriel Centeno, Fernando Grassi, Emiliano Bulacios ,etc y Christian Peregrino. Iluminación de José Luis Fiorruccio, escenografía de Nicolás Boni, vestuario de Sofía Di Nunzio y régie de Livia Sabag. Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Carlos Vieu)

Función jueves 16 de Noviembre 2023

Giacomo Puccini desplegó en esta ópera una música delicada y elegante, de amplia repercusión universal. Sin embargo, tras esa aparente simplicidad, se oculta una complejidad que exige a los intérpretes sumergirse en ella para desentrañar el drama propuesto, especialmente en relación con el personaje central y el tratamiento orquestal.

Butterfly, protagonista omnipresente, comparte escena con una orquesta poderosa que desempeña un papel crucial, exigiendo una resistencia vocal considerable de la intérprete. El canto de este personaje debe conjugar la delicadeza de una geisha, descrita por Pinkerton como «leve como un frágil vidrio soplado», con el dramatismo de una figura condenada al desastre. A pesar de conocer esta condena desde el inicio, la fidelidad inquebrantable de Butterfly resiste los embates de la realidad, contrastando con la percepción de los demás personajes.

La orquesta, consciente de la tragedia que se avecina, subraya, anticipa y comenta los hechos, revelando los sentimientos de Butterfly, desde el enamoramiento más tierno hasta la desesperación que la lleva al suicidio.

Traducir este complejo personaje requiere un canto a la altura, especialmente cuando Puccini lo modela con líneas vocales extensas y sinuosas que exigen un legato impecable, firmeza en la columna de aire y la capacidad de transitar fluidamente entre aria, arioso, recitativo y parlato. Las medias voces, los reguladores, la fuerza expresiva y el empaste en los constantes dúos son desafíos adicionales.

En este contexto, la voz de Daniela Tabernig, aunque logra desenvolverse con soltura y cierta credibilidad en las escenas dramáticas, no parece ser el instrumento ideal para el personaje de Butterfly. Las notas graves y su zona media tuvieron proyección y una amplitud correcta, aunque los brillos en las notas altas se presentaron únicamente en forte, sin gradaciones ni sutilezas. Aunque se aprecia cierta destreza en el rol, queda claro que interpretar a la geisha requiere mucho más, y este logro no se alcanzó plenamente.

Foto gentileza, Arnaldo Colombaroli – Prensa Teatro Colón

En el inicio de la ópera, Pinkerton anuncia su futura unión con una mujer estadounidense, y finalmente, aparece junto a ella al final. Su momento de satisfacción personal se presenta en «Dovunque al mondo», de manera superficial; su expresión de pesar (aunque no pueda llamarse dolor) se encuentra en «Addio fiorito asil», y su genuina emoción se manifiesta en el maravilloso dúo con Butterfly que cierra el primer acto («Viene la sera»). En esta representación, el papel fue desempeñado por Fermín Prieto, poseedor de una voz agradable y de potencia correcta al no tener una presencia extensa en la obra (aparece sólo en el primer acto y al final del tercero), no enfrentando los mismos desafíos de resistencia que Cio-Cio-San. Aunque sus arias son breves y su rango vocal incómodo, en general, las interpretó de manera satisfactoria.

Sharpless, en su papel ambiguo entre la complicidad con el engaño y la compasión hacia Butterfly, necesita capturar esa dualidad. A pesar de tener una presencia limitada en escena y carecer de arias propias, Leonardo López Linares encarnó al cónsul americano con facilidad, reflejando las contradicciones del personaje.

Cecilia Díaz entregó una interpretación comprometida como Suzuki, aunque le faltó un punto de proyección vocal y un contraste más marcado con la voz de la protagonista.

Foto gentileza: Arnaldo Colombaroli, Prensa Teatro Colón

Gabriel Centeno (Goro) demostró su habilidad para proyectar su voz sobre la orquesta, al igual que Emiliano Bulacios (el tío Bonzo). Actuaciones más pequeñas pero cumplidas fueron realizadas por Rosario Messiano (Kate Pinkerton), Fernando Grassi (Yamadori), Juan Barrile (comisario imperial), Marina Torres (madre de Cio-Cio-San), Edgardo Zecca (oficial del registro) y Marian Crosio (el tío Yakuside).

Se ha destacado previamente la función crucial de la orquesta en esta partitura, y es necesario resaltar la abundancia de leitmotivs en ella. Aunque de naturaleza diferente al enfoque wagneriano, son un elemento que la batuta y los músicos deben considerar. La orquesta, en una obra que busca fluidez sin números cerrados, propone un sonido contínuo que mantiene la cohesión del drama. Abunda en detalles y matices, desde dinámicas y agógicas hasta colores instrumentales (contrastes, reguladores, combinaciones de timbres, cambios de tempo, acentos, articulaciones, etc.), convirtiéndose posiblemente en el personaje más relevante después de Butterfly.

Carlos Vieu condujo con expresividad errática, especialmente en los pasajes fuertes, aunque esta fuerza en el volumen eclipsó a los cantantes, un problema que afectó esta producción. El coro exhibió finura y proporcionó las atmósferas adecuadas bajo la dirección de Miguel Martínez.

El segundo problema surge en el aspecto escénico (Nicolás Boni) y la regie (Libia Sabag). Considerando el amplio escenario del Teatro Colón con su altura tradicional italiana, la falta de protección en los laterales y la disposición de los cantantes en rampas inseguras generan preocupación por la seguridad de los solistas, planteando una seria dificultad.

Un director de escena debe considerar el confort de los cantantes para que su emisión vocal contribuya a un espectáculo de alta calidad. En este caso, ese objetivo no se cumplió. La propuesta escénica presentó una paleta de colores sepia, la casa de Cio-Cio San prácticamente se fundía con la colina por sus tonalidades. El primer acto no logró transmitir la arrolladora pasión y atracción que siente protagonista por Pinkerton. Además, la representación de la destrucción de la casa no transmitió la anticipada y frustrante llegada del marino.

El cuadro escénico planteó escenas rígidas entre los solistas, lo cual limitó la expresividad y la intimidad entre ellos, y la introspección nunca se presentó de manera convincente.

En resumen, esta versión no satisface a este crítico, y nuestros cantantes demostraron al público que hicieron lo mejor posible frente a una propuesta escénica y orquestal, que no les brindó las oportunidades para alcanzar la excelencia que el Teatro Colón exige.

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