El Fondo de la Escena, dramaturgia, dirección y música: de Federico Olivera. Elenco: Fernanda Bercovich, Fabiana Brandán, Fiorella Cominetti, Cecilia Marani, Lautaro Murúa, Fernanda Pérez Bodria, Santiago Zapata. Diseño de Vestuario: Soledad Cancela. Realización de Vestuario: Jorge Maselli. Iluminación: Matías Sendón. Asistente de Dirección: Luciana Castelloni. Diseño sonoro: Edgardo Fernández. Fotografia: Cleo Bouza. Diseño Gráfico: Marianela Herlein, Ana Lumerman. Producción: Matías Yopolo. Escenografía: Natalia Byrne, Ezequiel Galeano. Sala: El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034,C.A.B.A.). Funciones:sabados 19 hs. Nuestra calificación: excelente
Desopilante. Una serie de entrecruzamientos, a cual más absurdo, en el que las relaciones e intercambios entre familiares a veces enfrentados, otras intentando alcanzar un entendimiento imposible, cada vez más inasible – una de las tres hermanas es la eficaz narradora a la vez que parte de la acción – en un medio que se deshace en un doble derrumbe: un hospital a punto de desarmarse y desaparecer, en el que pacientes y familiares vagan en una incertidumbre perpetua siempre al borde del abismo sin sentido, y que se prestan además a intervenir en la filmación de una película “de terror” cuyo argumento, destino y protagonistas ni siquiera aparecen – lo que no evita la aparición de nuevos sentimientos entre los improvisados “extras” destinados tan sólo al “fondo de la escena”… y que toma el caos existente como escenografía. Todo genera situaciones en las que se advierte que podría asomar alguna verdad temible, pero que son recubiertas de modo incesante por la risa continua que la insólita amalgama provoca en el público.
En consecuencia, tampoco aparece el director del supuesto “rodaje” y las indicaciones están a cargo de un “asistente” que tiene diversas tareas a su cargo, desde el manejo de las luces hasta el “modus operandi” de las escenas.
Una maravillosa “comedia negra” en la que hechos que podrían ser trágicos, o de intensas emociones, se atenúan por el absurdo perpetuo del medio en el que se insertan.
Es admirable el ingenio que marcha a velocidad delirante, prácticamente sin detenerse salvo por algunos cuidadosos y bien medidos momentos de pausa u oscurecimiento, para luego acelerar una y otra vez. Y también hay que subrayar la capacidad del director de indicar, dentro del casi “movimiento perpetuo” muy pequeños gestos o ademanes que pese a su microscopía consiguen efectos de intensidad plena.
En conclusión… no hay que perdérsela, ¡hay inteligencia, talento actoral, equipo sólido muy bien integrado, acertada dirección minuciosa y risas a granel!