Autores: Andrew Lloyd Webber (música), Glenn Slater (letras) y Julian Fellowes (texto). Adaptación: Natalia Del Castillo y Santiago Fernández. Director general: Ariel Del Mastro. Director de actores: Marcelo Caballero. Director musical: Pablo Pupillo. Intérpretes: Agustín “Soy Rada” Aristarán, Ángela Leiva, Sofía Pachano, Santiago Otero Ramos, Germán “Tripa” Tripel y otros. Vestuario: Alejandra Robotti. Escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Lucas Gringas. Coreografía: Analía González. Teatro: Gran Rex (Av. Corrientes 857). Nuestra calificación: muy buena
¿Alguna vez hubo un mejor momento para ser un niño prodigio del rock en Buenos Aires? Los jóvenes talentos de «School of Rock the Musical» no son solo chicos talentosos, ¡son mini rockstars en toda regla, listos para darles batalla a muchas bandas adultas!
Estos chicos son la esencia de esta versión teatral de la película de 2003 protagonizada por Jack Black, donde un encantador holgazán enseña a unos niños de una escuela privada a tocar rock. ¡Son la fuerza que impulsa el musical y aportan más autenticidad rockera al escenario que las canciones de Andrew Lloyd Webber y el libreto de Julian Fellowes juntos!
La historia sigue de cerca a la película: Dewey Finn (Radagass) es un aspirante a estrella de rock que, al asumir la identidad de su amigo, un profesor sustituto, busca ganar algo de dinero extra. Termina en Horace Green, una escuela privada ultracompetitiva, donde la única salida creativa para los niños es la música clásica. Tienen un talento extraordinario, pero Dewey está decidido a liberar a las estrellas de rock que llevan dentro para ganar la Batalla de las Bandas. Sin embargo, no todo es fácil: la directora Rosalie Mullins (Angela Leiva) es un gran obstáculo, dedicada a asegurar que los niños alcancen el sueño de sus padres de ingresar a una universidad de élite.
Al final, Dewey transforma a los niños en dioses del rock, pero la verdadera metamorfosis la experimentan los adultos: Dewey aprende a canalizar su pasión de una manera más generosa y Rosalie redescubre su propia alegría. Hill dibuja este arco de manera brillante, impulsado por una energía vivaz y desenfadada que captura el espíritu de Jack Black sin ser una copia.
La narrativa es clara, permitiendo que el público de todas las edades siga la trama y entienda los riesgos, incluso si esta producción deja un poco de lado los matices emocionales más sutiles. Pero eso no importa mucho cuando la música de Lloyd Webber toma el escenario, con un estilo de rock directo. Aunque las letras de Glenn Slater no son especialmente memorables, el espectáculo incluye algunas de las melodías más pegajosas de Lloyd Webber en años, especialmente la emotiva «Yo tengo el poder» y la melancólica «¿A dónde fue el rock?» interpretada por Rosalie, que brilla en las manos de Leiva. Y luego está «Si tan solo escucharas», una canción lacrimógena en la que los niños suplican a sus padres que los comprendan. Sí, toca las fibras del corazón con más fuerza que cualquier instrumento en el escenario, pero es difícil resistirse a estos pequeños rockeros.
Casi todo en este musical está pintado con brochazos grandes, pero en su mayoría logran transmitir el mensaje. El espectáculo no tiene la misma profundidad que, por ejemplo, «Matilda» de Tim Minchin, otro musical sobre niños que se rebelan contra un régimen opresivo para encontrar su propia voz. Pero toca la mayoría de las notas correctas con confianza y es un viaje divertido de principio a fin. ¿Y ver a un jovencito tocando un instrumento casi tan grande como él? ¡Eso es algo que no se ve todos los días!