Los sueños han sido siempre para el ser humano un enigma, una premonición, una fuente incomprensible y generadora de sentimientos diversos (angustia, tristeza, dolor, recuerdos difusos…). “Que todo en la vida es sueño, y los sueños, sueños son” dice el príncipe Segismundo al final de tal vez uno de los monólogos más famosos del teatro del Siglo de Oro español. Alli Calderón de la Barca expone la conclusión a la que llega su torturado protagonista en “La vida es sueño”. Shakespeare, por su parte, hace múltiples referencias al tema en algunas de sus obras. Pero no sólo el teatro se ocupará de los sueños…, buena parte de la literatura de todos los tiempos (y especialmente del Romanticismo) hace de ellos elementos importantes en las tramas de novelas y poemas. A veces incluso, esos sueños pueden confundir al individuo, alejándolo de la realidad más cercana, como ocurre en la novela “Gradiva” de Jensen (Hay un muy interesante estudio de Freud sobre esta obra y su tema).
Sin embargo, será precisamente Sigmund Freud quien echará una nueva luz sobre el tema de los sueños en su obra “La interpretación de los sueños”, publicada en el año 1900 (inicio de un siglo que será sinónimo de cambios profundos y rupturistas en el Arte en general). Obra fundamental de la Teoría del Psicoanálisis, revoluciona la forma de analizar los sueños, con sus cargas de represiones, deseos contenidos, sexualidad, conflictos infantiles… Y gracias a esta teoría, algunos movimientos artísticos del pasado siglo desarrollaron sus creaciones dejando aflorar esos elementos que el inconsciente guarda hasta que pueden salir a la luz…, una posibilidad es a través de los sueños. El más conocido ejemplo es el movimiento Surrealista.
En definitiva, los sueños no sólo acompañan a todos los mortales, sino que también fueron y siguen siendo fuente de creación artística. Pero…. y si vamos más allá? ¿Podrían dos personas tener simultáneamente “el mismo sueño”?, ¿y cuáles serían los efectos sobre ellos y su entorno inmediato?

Esto es el planteo, el punto de partida de “MÁRMOL”, la obra de la dramaturga irlandesa Marina Carr, que se representa en El Tinglado, con dirección de Oscar Barney Finn. Sólo cuatro personajes: dos amigos y sus respectivas esposas (cada matrimonio con dos hijos cada uno). El conflicto se pone de manifiesto cuando uno de los amigos confiesa al otro que tuvo esa noche un sueño en el que tenía un encuentro íntimo con su esposa, en una habitación cubierta de mármol. Pero además, al regresar a su casa, su esposa le cuenta que esa misma noche tuvo exactamente el mismo sueño, el encuentro íntimo con el amigo de su esposo, en el mismo ambiente cubierto de mármol. Los dos personajes del sueño lo sueñan en simultáneo; y además se repetirá en todas las noches sucesivas… Esto desatará el conflicto que arrastrará a los cuatro personajes por crisis individuales y matrimoniales cada vez más profundas, más conflictivas, más terminales…
Se trata de un valioso texto de Carr, que en manos del director Barney Finn (Premio ACE 2021 al mejor Director de teatro alternativo) encuentra la forma de presentárnoslo de una manera notable. Se trata de una puesta despojada y simbólica, inspirada en la estética del gran pintor Edward Hopper, permitiendo los climas adecuados para cada escena. La escenografía, la iluminación y hasta el vestuario responden a esos climas que se encuentran en las obras del gran artista norteamericano, con sus personajes solitarios e introspectivos. Gran director de actores, Barney Finn una vez más lo demuestra en esta obra, contando con cuatro actores que se meten en la piel de sus personajes y nos los hacen creíbles. Ellos son Cecilia Chiarandini, Diego Mariani, Pablo Mariuzzi y Alexia Moyano. Muy buenas labores, que seguramente se profundizarán en calidad a lo largo de las próximas funciones.

Estamos, sin lugar a dudas, frente a una de las más destacadas ofertas de la cartelera teatral de Buenos Aires; una obra que no habría que dejar de ver. Y que nos hará seguir pensando en los comportamientos de esos personajes que viven una extraña experiencia, que provoca reacciones diversas. ¿Cuál sería la nuestra en ese lugar? Imposible olvidar las cuatro sillas que quedan vacías al final de la función, en primer plano del escenario…, ¿esperan por nosotros?
Tal vez valga recordar la frase que Francisco de Goya y Lucientes escribió en el grabado 43 de su Serie “Los caprichos”: “El sueño de la razón produce monstruos”.