En una osada apuesta escénica, Leo Muscato decide confiar todo a un sistema de paneles móviles, creando un Ernani estático, opresivo y sumido en las sombras de un oscuro y poco cautivador montaje. La elección de trajes estilo Risorgimento se ve empañada por un descorazonador moustache, que resta efectividad al personaje de Carlos V.
Las perplejidades no se limitan al escenario, sino que también alcanzan las actuaciones de los protagonistas. Francesco Meli, a pesar de su bien entonado instrumento y fraseo inteligente, muestra ciertas carencias en las notas altas y abusa de las medias voces falsetanti. Su Ernani resulta ser suave y soñador, pero carece de los arrebatos heroicos esperados de un bandido en guerra.
El resto del elenco masculino deja mucho que desear. Vitalj Kowaliow encarna a un Silva sombrío y agresivo, con una voz fuerte pero una dicción imperfecta. Roberto Frontali como Don Carlo parece desenfocado, especialmente en la gran aria del tercer acto. La nobleza y grandeza del soberano en ciernes se desvanecen en una interpretación global poco convincente.
En medio de la mediocridad masculina, destaca la soprano María José Siri como Elvira, con una actuación convincente y heroica. Su timbre cremoso y notas altas sólidas aportan una chispa de brillantez a la producción. Los actores secundarios, Xenia Tziouvaris, Joseph Dahdah y Daniele Piva, ofrecen un respiro de calidad en medio de la decepción general.
Aunque el espectáculo es cuestionable en muchos aspectos, el brillo se sostuvo no solamente por Siri sino tambien por la dirección de Conlon y el coro dirigido por Lorenzo Fratini. Conlon logra una lectura apremiante y enérgica, destacando momentos de grandeza y ritmos tensos que rescatan la esencia del primer Verdi. A pesar de los traspiés, la música se erige como el único elemento rescatable en este Ernani malogrado.