Desastre en el Met: Mariusz Trelínsky Destroza La Fuerza del Destino de Verdi con un Despliegue Absurdo y Desconectado

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En una tarde que prometía grandeza artística, la MET se hundió en la oscuridad de una reinterpretación carente de alma y sentido. La obra maestra de Giuseppe Verdi, «La Forza del Destino», fue mutilada y despojada de su profundo significado por el cineasta polaco Mariusz Trelínsky, en un intento fallido de modernización.

Desde el momento en que las luces se atenuaron, las imágenes «oniricas» asaltaron el escenario, superponiéndose con una paleta de colores más propia de un carnaval grotesco que de una tragedia operística. El director musical del Met, Yannick Nézet-Séguin, lideró una interpretación discordante y desapasionada de la partitura sombría y conmovedora de Verdi, arrebatándole toda su grandeza y profundidad.

El romance entre Leonora y Álvaro, lejos de ser convincente, se sintió artificial y vacío. En lugar de representar el poderoso vínculo entre dos almas destinadas a la perdición, la pareja parecía perdida en un mar de clichés superficiales y banalidades. La tragedia que debería haber sido palpable se desvaneció en una neblina de mal gusto y falta de autenticidad.

A pesar de su trama romántica forzada, «La Forza del Destino» sigue siendo una historia de amor inverosímil más que convincente en el teatro, ya que desciende a un retrato oscuro de una sociedad condenada que consume a sus hijos. El amor tortuoso entre Leonora y Álvaro, lejos de surgir de manera orgánica, se desarrolla como una salida desesperada ante circunstancias intolerables de la vida. Leonora, atrapada en la decadencia de la nobleza, y Álvaro, marcado por el estigma racial, se aferran mutuamente como si fueran la redención para sus penurias. Sin embargo, este amor está condenado al fracaso, atrapado en un contexto histórico que lo consume todo.

Las interpretaciones en la representación de la Met dejaron mucho que desear. Igor Golavatenko, como Don Carlo, ofreció una actuación sin brillo vocal, la soprano Lise Davidsen, en el papel de Leonora, mostró un control vocal inconsistente que dejó dudas sobre su capacidad para alcanzar las notas altas con precisión. Aunque su presencia escénica era imponente, su voz carecía del poder necesario para los registros graves exigidos por Verdi. El tenor Brian Jagde, como Álvaro, mejoró a lo largo de la velada, pero la mezzo Judit Kutasi, como Preziosilla, tuvo una interpretación dolorosamente deficiente. El resto, del elenco estuvo de acuerdo con la dirección musical, un intento fallido en reivindicar la partitura del gran Verdi.

La integración de los elementos musicales, si se le puede llamar así, fue un desastre total. Verdi, un maestro en la manipulación de la música para resaltar el drama, fue traicionado por una dirección musical insípida y carente de visión. Los momentos musicales que deberían haber sido emocionantes y conmovedores cayeron planos, ahogados en un mar de indiferencia y falta de dirección.

En resumen, la versión de «La Fuerza del Destino» presentada por la Met fue un fracaso monumental. En lugar de honrar la obra maestra de Verdi, el director y el equipo creativo la despojaron de su grandeza y la redujeron a una caricatura vacía y sin sentido. Esta actualización equivocada no solo decepcionó a los amantes del arte, sino que también manchó el legado de una de las óperas más poderosas y conmovedoras de todos los tiempos.

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