Concierto 11 de la O.F.B.A. – Teatro Colón (M. Lambertini, Saint-Saëns, A. Ginastera): texturas y movimientos de la creación

0
2017

El director chileno Paolo Bortolameolli, invitado a dirigir el 11º concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, interpretó un programa particularmente original y ambicioso, acompañado por el pianista italiano Alessio Bax.

Dos compositores argentinos contemporáneos fueron homenajeados por la OFBA: Marta Lambertini, cuyo “Galileo descubre los cuatro lunes de Júpiter” (1984) abre esta undécima sesión, y de Alberto Ginastera, (cuya hija estuvo presente en la sala) la pieza “Popol Vuh, la creación del mundo maya, Op. 44” (1975-1983) cerrando la noche. El programa se completó con la interpretación del pianista Alessio Bax del “Concierto para piano N°2 en Sol Menor, Op. 22” de Saint-Saëns (1868). La presencia del prodigioso solista italiano permitió que este concierto se beneficiara con el sello «Divina Italia», colaboración entre el Teatro Colón por un lado y, por otro, la Embajada de Italia y el Istituto Italiano di Cultura de Buenos Aires.

La gran originalidad del programa despiertó la curiosidad de este crítico, quien, a primera vista, se mostró dudoso en cuanto a su coherencia estética. Sin embargo, la escucha de las tres piezas nos permitió comprender mejor su fundamento, colocado bajo el signo de la creación.

Fiat lux: una odisea del espacio :

Galileo descubre las cuatro lunas de Júpiter de Marta Lambertini es una deriva espacial fascinante y lancinante, a partir de la cual se superponen hilos narrativos, como una estructura de ladrillos, a la vez un ritmo repetitivo y una melodía laberíntica. Las texturas son realzadas por la dirección precisa y atenta del director Paolo Bortolameolli, con un gesto de abrazo y caricia. La O.F.B.A. responde con gran dedicación a sus solicitudes. El protagonismo de la percusión en ésta obra es central; una máquina de viento (de menor tamaño que la utilizada con motivo de la Sinfonía Alpina de Strauss de la que informamos recientemente en estas columnas) imitando el curso indefinido y misterioso de los vientos espaciales creadores. «¡Fiat lux!», podría haber dicho Galileo en el momento de su descubrimiento, finalmente revelado, que está emergiendo. Es en ese momento cuando la sala se ilumina, jugando un grandioso e inesperado efecto teatral en plena representación, saludado por el director (y por el público) a la hora de los aplausos.

La búsqueda de un absoluto:

El misterio de la creación reside en gran parte en la búsqueda de un absoluto, y el “Concierto para piano N°2 en Sol Menor” de Saint-Saëns no escapa a la regla. Frente a su teclado, Alessio Bax extrae del 1er movimiento la flexibilidad y el equilibrio de las líneas. Es la búsqueda de una relación interpersonal con la orquesta, una búsqueda combinada del virtuosismo absoluto y del ideal dialógico entre el solista y los músicos de la O.F.B.A. Ésta es de hecho toda la historia de la complejidad humana bajo los dedos de Alessio Bax y los movimientos de los brazos de Paolo Bortolameolli. A este virtuosismo de los gestos se une una flexibilidad de emociones contagiosas y virtuosas.

Alessio Bax – Foto gentileza: Prensa Teatro Colón Arnaldo Colombaroli

La atmósfera más serena y risueña del 2º movimiento se activa con la relajación del deslizamiento de los dedos del pianista sobre el teclado. Los gestos minimalistas pero precisos del director auguran un potente marcaje de los tempi.

El 3er y último movimiento es un hábil entrelazamiento de las líneas de la orquesta y el piano, mostrando este último, una vez más, una forma de destreza sin ostentación que prefigura, bajo este principio, la pieza escogida para el bis que conmovió el autor zurdo de esta reseña: el “Preludio para la mano izquierda No. 9” de Scriabin. La lentitud de ejecución es un deleite entre languidez y soledad.

Alessio Bax fue muy aplaudido y agradecido por su talento como solista internacionalmente reconocido y como uno de los pianistas más brillantes de su generación.

En la guarida de la creación:

Popol Vuh, la creación del mundo maya de Alberto Ginastera es un poema sinfónico demasiado poco interpretado y Paolo Bortolameolli introdujo el tema musical con unos sugerentes comentarios sobre las particularidades de esta pieza y las facetas de su composición.

Es un mundo en movimiento el de los Mayas, que está en gestación en esta obra de siete partes. La gravedad de los contrabajos, la tuba y los fagotes están al frente de un universo a la vez poético y violento, porque todo nacimiento tiene sus dos vertientes. Las melodías revoloteantes de la flauta se codean así con poderosos tambores de guerra. El mimetismo sinfónico de la partitura resalta la complejidad de la obra y la dificultad de interpretación. Las texturas se entrelazan. La conducción flexible y decidida de la O.F.B.A. demuestra que Paolo Bortolameolli tiene una idea muy precisa de lo que pretende implementar. La dirección toma a veces un giro muy físico poniendo en marcha un poder evocador extraordinario. La obra adquiere ese poder de decir no al mundo maya en sí mismo sino precisamente a la idea que tenemos de él, manteniéndose libre de efectos fáciles o estereotipados. Es como si de pronto saliera a la luz en la gran sala del Teatro Colón todo un tramo de la Historia haciendo justicia a una civilización cuyo lento crepúsculo, curiosa paradoja, se finalizó con la llegada de un tal Colón.

Sin duda, la creación ha hecho su trabajo. Los corazones están subiendo. Onda de manos. La velada es triunfal. Y mucho para meditar saliendo de la sala llena…

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí