Uzbekistan, entre la leyenda y la antigua URSS…

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Uzbekistán, sin duda es un país curioso muy hospitalario que mezcla la cultura soviética con un Islam casi insistente.

Uzbekistán es la joya de la ruta de la Seda y, tímidamente, combina una arquitectura gloriosa con una cálida bienvenida.

Si te atraen los lugares donde los ecos de las civilizaciones antiguas resuenan a través de los siglos, Uzbekistán podría ser un destino a no perderte. Algunos de los nombres más importantes de la historia como el gran Tamerlan dejaron su huella aquí en las ciudades que gobernaron.Uzbekistán es el país color arena y cobalto, en cuanto lo pises no tardarás mucho en entender el motivo. ¿Y qué decir de la arquitectura? Majestuosa, de esas que tienen el poder de trasladarte a otro tiempo lejano.

1. Tashkent

Hoy en día Tashkent no es la típica ciudad que resume la esencia de la Ruta de la Seda, aunque creció gracias justamente a esta legendaria ruta comercial. Antes sin embargo ya existía un asentamiento en este lugar de Asia Central, las primeras referencias a la ciudad son del siglo II a.C. ¡casi nada!

Tras ser gobernada por varios imperios y dinastías (desde los mongoles de Gengis Kan a Tamerlano  o la dinastía shaybánida), en 1865 pasó a formar parte del Imperio Ruso, hecho que cambió la suerte de la ciudad para siempre. Con la caída de los zares y el nacimiento de la U.R.S.S., Tashkent se convirtió en la capital de la República Socialista Soviética de Uzbekistán.

En 1966 sufrió un terrible terremoto que hizo añicos casi todo el patrimonio arquitectónico de la antigua Tashkent. La ciudad fue reconstruida en un tiempo récord (y sin tener que poner un duro) por el resto de los países de la Unión Soviética. De esta época es su precioso metro que, como veremos, es toda una atracción.

El colapso de la U.R.S.S. llegó en 1991, y el 31 de agosto se estableció la independencia y el nacimiento de Uzbekistán. Tashkent siguió como capital.

el fiel reflejo del presente de un país, sino porque Tashkent tiene su puntillo y gustará especialmente (aunque quizás sería mejor decir «solamente» :-p)  a los nostálgicos del estilo soviético.

Grandes bloques de edificios con reminiscencia de la antigua URSS se mezclan con auténticos bazares en los que las abuelas son las jefas. Tiendas de telefonía se intercalan entre puestos de uvas y manzanas. Extensas zonas verdes son cortadas por enormes avenidas de varios carriles. El olor a carne a la brasa de los shashlik se entremezcla con el del gas y de la polución.

Casas de té, parques, madrazas, mausoleos, bibliotecas y unas cuantas sorpresas… Y para que todas estas nuevas experiencias entren mejor, nada como el Centro Plov, donde ponerse las botas con un platazo de plov, el plato nacional uzbeko (energías garantizadas).

2. Samarcanda

El simple nombre de Samarcanda evoca un tiempo que ya no existe, de cuento de princesas y aura mágica.

Pero para evitar llevarse una decepción, es bueno llegar sabiendo que aquel importante enclave de la Ruta de la Seda, repleto de caravasares, casas de barro y bazares, es hoy la segunda ciudad más grande del país.

Dicho esto, si eres un viajero romántico en busca de belleza e historias encantadas, que sepas que queda mucho de la vieja Samarcanda. Destaca, obviamente, el Registan, una de las plazas más bonitas del mundo gracias a sus 3 madrazas (la de Ulugh Beg, la de Sher-Dor y la de Tillya-Kori). Pero hay muchos más sitios emblemáticos, como el Mausoleo del gran Tamerlán, héroe nacional que no tardarás en reconocer, o la necrópolis de Sha i Zinda.

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