La noche deslumbrante en música comenzó con un estruendo de la Marcha para el Archiduque Albrecht, a cargo de Thielemann, quien sorprendió con su energía desenfrenada. Sin embargo, la verdadera sorpresa fue la transformación en el escenario! Aunque se esperaba a Albena Danailova como concertino, Rainer Honeck se llevó el protagonismo en una velada llena de revelaciones.
El vals de Johann Strauss hijo, Wiener Bonbons, no solo encantó por su melodía, sino por la magistral dirección de Thielemann, quien con maestría dio vida a cada nota con un juego exquisito de rubato y transiciones sin igual. La sonrisa y la alegría se manifestaron en la música, rompiendo barreras gestuales.
La noche continuó con piezas innovadoras, como la polka francesa «Figaro», que resonó con una flexibilidad encantadora. Thielemann desplegó su destreza en el vals «Para todo el mundo» de Josef Hellmesberger hijo (en su versión integral), aunque no alcanzó las cimas del género. Ohne Bremse op. 238 de Eduard Strauss trajo un contagioso impulso, coronando la primera parte con optimismo.
La segunda parte mantuvo la diversidad y el colorido con la Obertura de la opereta Waldmeister de Johann Strauss II, donde la cuerda vienesa brilló con agilidad primorosa. A pesar de algunos aplausos inoportunos y la inesperada polémica por la cantidad de mujeres en la orquesta añadieron un toque de controversia al espectáculo, dejando una huella imborrable en la velada. , la magia musical se mantuvo intacta. El vals de Ischl y la Polka del Ruiseñor continuaron encantando, destacando la elegancia y la grácil ligereza.
¡Pero la noche alcanzó su cúspide con la Nueva Pizzicato Polka de Johann Strauss II! Thielemann, sin batuta, cautivó con una interpretación sugerente y coqueta, llevando a los vieneses a la perfección en el pizzicato. La velada concluyó con el galop Feliz año nuevo, seguido de una interpretación sublime del vals Delirien de Josef Strauss.
Los encores no decepcionaron, desde la vibrante Polka Schnell hasta el clásico Danubio azul, marcando un momento conmovedor con Thielemann al mando. La Marcha Radetzky, en un nuevo arreglo, clausuró la noche con un Thielemann liderando no solo la orquesta, ¡sino el corazón y las palmas del público!
