lunes, 22 de septiembre de 2025
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Teatro: HEDDA GARCÍA BLAQUIER: Ibsen y Fiks destrozan la hipocresía moderna en El Galpón de Guevara

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Dramaturgia: Lisandro Fiks. Elenco: Federico Marrale, Ezequiel Rodríguez, Sofía González, Martina Zalazar y Lisandro Fiks. Escenografía: Micaela Sleigh. Vestuario: Jessica La Torre. Diseño de luces: Horacio Novelle. Diseño musical: Alejandro Marani. Música original: Lisandro Fiks. Producción ejecutiva: Gigi Courtade para Trías Gestión Cultural. Producción general: Maia. Dirección: Lisandro Fiks. Sala: El Galpón de Guevara (Guevara 326 – C.A.B.A.). Funciones: viernes 20 hs. Nuestra calificación: muy buena

Lisandro Fiks, con su adaptación y dirección de Hedda García Blaquier , logra un lugar destacado en la actualidad teatral: tomar la Hedda Gabler de Henrik Ibsen, estrenada en 1891, y transformarla en un espejo implacable de la sociedad contemporánea, sin perder un ápice de su esencia trágica. Con el auspicio de la Real Embajada de Noruega, Fiks repite el éxito de su anterior incursión ibseniana ( Un enemigo del pueblo ), tejiendo una propuesta que destila ironía, contradicción y una crítica mordaz a las prisiones sociales que, aunque vestidas con nuevos ropajes, siguen asfixiando a la Hedda del siglo XXI. En el escenario íntimo de El Galpón de Guevara, esta obra se erige como un diálogo punzante entre la Noruega decimonónica y la Argentina de hoy, donde la ironía social de Ibsen se encuentra eco en nuestras propias hipocresías.

El elenco, integrado por Lisandro Fiks, Sofía González, Federico Marrale, Ezequiel Rodríguez y Martina Zalazar, es un engranaje actoral de precisión quirúrgica. Sofía González, como Hedda, entrega una interpretación que es a la vez un retrato psicológico y una declaración de principios: su Hedda no es solo una mujer atrapada por las convenciones, sino un símbolo de la insatisfacción que carcome a quienes buscan trascendencia en un mundo que premia la mediocridad. González alterna entre el desdén altivo y una fragilidad que nunca se verbaliza, haciendo que cada mirada y cada pausa sean un grito mudo contra su entorno. Federico Marrale y Ezequiel Rodríguez, en sus roles complementarios, aportan una solidez que resalta las dinámicas de poder, mientras que Martina Zalazar destila una energía contenida que enriquece los matices del drama. Fiks, como actor, se integra con una sobriedad que no eclipsa a sus compañeros, pero que refuerza la cohesión del conjunto.

La dirección de Fiks es un ejercicio de refinamiento estilístico y conceptual. Su adaptación traslada la acción a un contexto argentino contemporáneo, donde la casa de Hedda —un espacio minimalista diseñado con una elegancia austera— se convierte en una metáfora de las jaulas invisibles que la sociedad actual sigue construyendo. La iluminación, con claroscuros que evocan el aislamiento emocional, y una banda sonora que susurra más que impone, crean una atmósfera densa, casi claustrofóbica, que subraya la tragedia. El vestuario, moderno pero con ecos de formalidad decimonónica, refuerza la conexión entre épocas: si en 1891 Hedda era prisionera de corsés y salones, en 2025 lo es de las redes sociales, las apariencias digitales y las expectativas de una sociedad que, bajo la fachada de progreso, sigue juzgando a las mujeres por su ambición o su rebeldía.

Lo que hace a esta Hedda García Blaquier particularmente brillante es su capacidad para exponer la ironía social con una agudeza que trasciende el tiempo. Cuando Ibsen estrenó a Hedda Gabler en 1891, la sociedad europea se escandalizó ante una protagonista que desafiaba las normas de feminidad con su desprecio por la domesticidad y su ansiedad de control. Hoy, Fiks nos confronta con una Hedda que podría ser una influencer atrapada en la paradoja de la libertad aparente: tiene un teléfono inteligente, pero no un propósito; vive en un mundo de «igualdad», pero sigue encadenada a juicios patriarcales. La ironía es devastadora: la sociedad contemporánea, con su culto a la individualidad, no ha liberado a Hedda, sino que le ha dado nuevas cadenas, más brillantes pero igual de pesadas. Fiks subraya esta contradicción con diálogos que, sin traicionar a Ibsen, incorporan giros lingüísticos porteños y referencias sutiles a nuestra obsesión por la validación externa, haciendo que la tragedia de Hedda sea tan actual como atemporal.

El Galpón de Guevara, con su atmósfera cruda y su cercanía al público, potencia esta experiencia. La sala, ubicada en Guevara 326, CABA, se transforma en un espacio donde el espectador no puede escapar de la intensidad del drama. Cada gesto de los actores, cada silencio cargado, se siente como un desafío directo a nuestra complicidad con las estructuras que condenan a Hedda. Este escenario, que vuelve a abrir sus puertas a un texto de jerarquía, reafirma su lugar como un bastión del teatro independiente que no teme arriesgarse con propuestas de alto calibre.

En conclusión, Hedda García Blaquier es una obra de refinamiento teatral que combina una dirección visionaria, un elenco brillante como también una crítica afilada a la ironía social de ayer y de hoy. Lisandro Fiks no solo honra el legado de Ibsen, sino que lo reinventa, convirtiendo a Hedda en un reflejo de nuestras propias contradicciones: una sociedad que celebra la libertad mientras la sabotea con sus juicios.¡

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