Fondazione Donizetti – Riccardo Frizza, Dirección. Stephen Langridge, Dirección de escena. Katie Davenport, Diseño de escena, Diseño de vestuario. Peter Mumford, Diseño de iluminación. Orchestra Donizetti Opera.Coro dell’Accademia Teatro alla Scala. Elenco: Jessica Pratt, Elisabetta. John Osborn, Robert Devereux. Simone Piazzola, Duca di Nottingham. Raffaella Lupinacci, Sara, Duchessa di Nottingham. David Astorga, Lord Cecil. Ignas Melnikas, Sir Gualtiero Raleigh. Salvo Sgrò, Director del coro. Nuestra calificación: excelente
Hay ocasiones en las que una producción de ópera parece trascender lo que conocemos del género, y este Roberto Devereux, encargado de inaugurar el décimo Festival Donizetti en Bérgamo, es una de esas raras joyas. Bajo la dirección escénica de Stephen Langridge y el impecable liderazgo musical de Riccardo Frizza, esta obra gótica, cargada de simbolismo y teatralidad, deslumbró en todos los niveles.
Escenografía: El Barroco se Encuentra con el Cine Noir
Langridge no se conforma con la estética Tudor habitual. No, aquí opta por un despliegue visual que parece más sacado de un museo de arte conceptual que de un teatro clásico. Inspirado por Los embajadores de Hans Holbein, Langridge llena el escenario de relojes de arena, plumas, libros y calaveras, desplegados con una precisión casi obsesiva. Y, por si faltara algo, introduce un esqueleto animado que persigue a Elisabetta como una figura de la muerte salida de un cuento gótico.
El vestuario de Katie Davenport se luce, especialmente con el vestido de Elisabetta, estampado con objetos de naturaleza muerta. Este simbolismo desborda de teatralidad, aunque bordea lo caricaturesco en momentos. ¿El marco de neón cegador? Quizás innecesario y un reto para leer subtítulos, pero logra su cometido práctico: mantener el ritmo sin pausas. Todo es excesivo, gloriosamente excesivo, como un homenaje barroco que coquetea con el kitsch.
La Batuta que Todo lo Une
Riccardo Frizza es el verdadero alquimista de la noche. Apostando por la edición crítica de Julia Lockhart, elimina la obertura parisina con referencias a Dios salve a la reina para recuperar la esencia del estreno de 1837. Su dirección logra un equilibrio perfecto: tempos ajustados que mantienen el drama fluido, sin sacrificar el brillo técnico del bel canto. La Orquesta de la Ópera de Donizetti responde con carácter, destacándose los instrumentos de viento en una ejecución que fue puro deleite.
Jessica Pratt: Reina y Divinidad
Si hay un motivo para considerar esta producción un éxito absoluto, es Jessica Pratt. Su Elisabetta combina una soprano ágil y ligera, reminiscente de las grandes figuras del bel canto, con una fuerza dramática capaz de estremecer. Su interpretación de “Quel sangue versato” encapsuló la furia, el dolor y la humanidad de la reina, con una precisión vocal que dejó sin aliento. Pratt no solo canta; construye un personaje de carne y hueso, al borde de la tragedia.

John Osborn y el Drama de Roberto
John Osborn brilla en el papel titular con su tenor flexible y lleno de matices. Su aria “Come uno spirto angelico” fue un ejemplo de control y expresión, aunque su papel, limitado por el libreto, queda en un segundo plano frente al imponente protagonismo de Elisabetta.
Piazzola y Lupinacci: Pasión y Venganza
Simone Piazzola como Nottingham aporta un barítono robusto, aunque ahora algo más áspero, que encarna a la perfección la nobleza traicionada. Por su parte, Raffaella Lupinacci, como Sara, sorprende con una intensidad que compensa un aria inicial poco inspiradora. Su dúo con Roberto y el enfrentamiento con Nottingham encendieron chispas, demostrando que este papel es mucho más que un simple apoyo.
Un Coro y Secundarios que No Fallan
El coro juvenil del Teatro de la Accademia alla Scala añadió vigor, y los roles secundarios, aunque pequeños, fueron interpretados con destreza. Todo encajó en esta máquina teatral perfectamente calibrada.
¿La Mejor de las Tudor?
Roberto Devereux es un triunfo indiscutible. Con esta producción, Donizetti no solo se alza como un maestro del drama histórico, sino como un compositor cuya obra sigue vibrando con vida y relevancia. Entre la majestuosa teatralidad y la excelencia musical, Langridge y Frizza han elevado esta ópera al nivel de un espectáculo total, casi insolente en su perfección. Si Elisabetta es la reina en escena, Roberto Devereux se corona como la joya gótica del repertorio de Donizetti.
