RIGOLETTO de Mantua a Las Vegas, en el MET por Sergio Sosa Battaglia

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Rigoletto, función del Met 4 de noviembre
Elenco
Rigoletto: George Gagnidze
Gilda: Olga Peretyatko
Duque de Mantua: Stephen Costello
Maddalena: Katarina Leoson [Debut]
Sparafucile: Stefan Kocán
Monterone: Stefan Szkafarowsky
Borsa: Richard Troxell [Debut]
Marullo: Jeff Mattsey
Conde Ceprano: David Crawford
Condesa Ceprano: Katherine Whyte
Giovanna: Maria Zifchak
Paje: Catherine MiEun Choi-Steckmeyer
Guardia: Earle Patriarco
Director: Pablo Heras-Casado
Reggie: Michel Mayer

Rigoletto canta su último dúo sentado en el parachoques de un Cadillac con aletas. Su hija moribunda Gilda en el baúl, con un brazo colgando cerca de las luces de estacionamiento.Causa hilaridad la producción de MICHAEL MAYER. Siendo muy entretenida para Broadway pero no para el MET, aunque sin embargo conserva su profunda tristeza.
Como se recordará, el bufón jorobado de Verdi generalmente arrastra la misma a través del Renacimiento en Mantua, donde sirve a un duque decadente y a sus cortesanos repulsivos. Mayer (que hizo su nombre con «Spring Awakening», un musical sobre los adolescentes en Alemania al finales de 1800)- traslada la acción a los salones de Las Vegas, en 1960, bien al estilo Rat Pack.
Aquí él tiene sólo tiene una pequeña joroba que cualquier quiropráctico podría solucionar y un traje que sugiere lejanamente períodos más formales cuando bufones llevaban medias y gorras con campanas. Cuando Rigoletto baraja primero a la vista en el casino del duque, su traje incluye pantalones verdes, un suéter triste con un as de diamantes como motivo y medias rojas. Más tarde, se añadirá un abrigo gastado.
Sorprendentemente, nada se pierde del tormento, la rabia y el amor desgarrador que propulso en 1851 la ópera de Verdi desde sus inicios festivos a su horrible y amargo final.Mayer, en su debut en el Met (2013), captó tanto la profundidad emocional como el brillo superficial en una puesta en escena audaz que realza grandes escenas de conjunto de Verdi y los momentos privados cuando el bufón se sienta a recordar el pasado sobre el amor improbable que alguna vez experimentó con la madre de Gilda.
Esta producción show comienza cuando al levantarse el telón se ve un conjunto brillante enmarcado por dos ascensores e iluminado por luces de neón. Respaldado por coristas con plumas, el duque agarra un micrófono y canta una de sus famosas arias «Questa o Quella» , en este este caso STEPHEN COSTELLO con una voz pequeña, se lo oyó con agudos quebrados como así también con vibratos moletos.
Risa causo como Monterone, el hombre viejo que maldice a Rigoletto por burlarse de él, ataviado como jeque árabe, en este caso lo interpreto STEFAN SZKAFAROWSKY, claro ejemplo de medios vocales malos, siendo un joven cantante con voz correspondiente a una persona mayor. La gente mala, gente triste, aduladores y adictos al sexo viajan fácilmente de una época a la siguiente: Por eso la ópera sobrevive. Pero ayuda cuando un director tiene colaboradores en inventivas, todo nuevo para el Met: Susan Hilferty (trajes), Christine Jones (juegos), Kevin Adams (luces) y Steven Hoggett (coreografía).
Añadir a ellos el dúo inteligente de Michael Panayos y Paul Cremo, que actualiza los subtítulos para hacer referencia a áticos, casinos y clubes nocturnos de mala muerte, en verdad al genio de Busetto le hubiese maravillado la traslación…
El bajo STEFAN KOCAN, que forma parte de la planilla del MET, es el Sparafucille de las últimas jornadas, con su voz de bajo bastante artificial. Por lo visto como al público de la Gran Manzana parece que le ha gustado en otras funciones, sostiene el grave más de lo debido, con efecto contrario al esperado. GEORGE GAGNIDZE mientras tanto acompaña. Su “Pari siamo”tuvo solamente un agudo bien colocado al final, una escena plana lo cual remarca su no implicancia en rol.
OLGA PERETYATKO, muy contenida, con voz agradable al oído.
Sobre el final de la primera sección del dúo, el barítono se entra en nota un poco tratando de asumir el rumbo, con algunos asomos de sensibilidad paterna, pero dosifica mal el aire y en no pocas ocasiones se queda corto del mismo. Peretyaytko resultó la más convincente en el sume y reste, sin llegar a ser un portento en el primer acto.
Costello no puede con la parte alta de “E sol dell´anima”, por lo que el maestro Heras-Casado debió ayudarlo limpiándole la orquesta y alivianándole el tempo. Sin embargo del público del MET le otorgó un aplauso muy pobre. Peretyatko en el “Addio ,Addio” correctísima pero otra vez los problemas de Costello terminando en falsette, fue espantoso.
El conocido “Caro nome” estuvo en interpretación y en ejecución correcta, sin mayores luces ni adornos con ausencia de la pirotecnia vocal que esta nueva “diva” tiene acostumbrado al público. Todo como un canto ensimismado. De ahí que siendo este un momento en que el público aplaude furibundo, aquí fue muy corto, en este rol la soprano rusa no será una Gilda de los anales del MET.
En II acto, el tenor cuyas notas agudas fueron solo una aspiración, está fuera de lugar, siendo lo presentado por Costello.
El recitativo “Ella mi fu rapita”, telegrafiado y el “Parmi veder” cantado sigilosamente, ya que en cualquier momento podía caer al abismo. El ascenso vocal fue un suplicio y al final se le descolocó la emisión, en un arcoíris de colores vocales fuera de lugar. Afortunadamente solo cantó un verso del “Possente amor”, con canto estrangulado sin arriesgarse a la zona alta.
La gran escena de Rigoletto, iniciada con maneras truculentas muy propias de GAGNIDZE, no dosifico muy bien su voz dando frases de gran amplitud, pasamos a otras de ahogo, con lo que la irregularidad fue evidente. Al final tomó aire y llenó el teatro con un sonoro pietà, pero nada más.
“Sì vendetta” a todo pulmón de Gagnidze, con lo cual dejo más de un bramido en sala. Peretyatko siguió con su canto implicado y apenas toco el agudo, mientras que el barítono lanzo sus últimas notas con el poco aire que le quedaba. Con lo cual un segundo acto mediocre.

Acto final, un Gagnidze con sonoridad llamativamente oscura, fuera de estilo verdiano. Un Costello, el cual en “La donna è mobile” la versiono de manera displicente, sin mayor arte, con agudo final gritado y más corto que un pestañeo, ya que hay cuidar el honor…
En “Bella figlia dell´amore”, Costello intentó salvar la interpretación como pudo, dio la sensación de que se iría a quebrar, pero salió airoso, aunque el resultado no es grato al oído. Peretyatko llevando la batuta, entretanto Gagnidze buscando su lugar. Voz suntuosa la de la mezzo KATERINA LEOSON como Maddelana, y para concluir los falsettos finales del tenor con sus ascensos peligrosos

Muy bien concertada la escena en la taberna interviniendo Gilda, Sparafucille y Maddalena. Paradójicamente con la mediación de dos secundarios ha levantado el nivel y es que esta etapa de la acción es difícil que no crispe los nervios, con el magistral coro recreando la tormenta. Se nota la mano del director. Y con un agudo de alumno en formación vocal, se nos despidió Costello, llegamos así a final de la historia.
Gagnidze ya casi para terminar, tratando de interpretar algo, aminorando sus medios vocales, pero ya es demasiado tarde.
Peretyatko canto un dulce”Lassù in cielo”, alargando una que otra nota para lucimiento.
Concluyendo con un bramido sin mayor sustancia y un Rigoletto de calificación baja tirando a mala.
Sin embargo el público fue benévolo y aplaude a todos, aunque ya en esta función había menos dela mitad de la sala del MET.

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