San Juan, Argentina, 26/11/2025.En el Teatro del Bicentenario de San Juan, la nueva producción de Pagliacci ideada por Eugenio Zanetti irrumpe como un espectáculo que sitúa al público en una Italia fascista reconstruida con una potencia visual cinematográfica. El planteo no busca reproducir un verismo tradicional, sino sumergir al espectador en un neorrealismo de fuerte impronta rosselliniana, donde la Nápoles de 1940 respira control, vigilancia, miedo y tragedia inminente.

La orquesta bajo la dirección de Marcelo Ayub ofreció al espectador la posibilidad de ingresar —junto con la regie de Zanetti— a esa Italia de los años 40. Sus primeros acordes, acompañados por la voz de fondo del “Duce”, retrotrajeron al público a los tiempos del fascismo y el autoritarismo. La partitura de Leoncavallo, de expresividad directa y teatral, fue trabajada por Ayub con intensidad y claridad dramática, manejando permanentemente esa tensión entre la tragedia latente y un país quebrado por el régimen.
En lo vocal, Verónica Cangemi construyó una Nedda de un relieve excepcional, poderosa en su entrega y de una urgencia emocional pocas veces vista. Su administración del fiato realza la musicalidad del personaje, y en los pasajes más expuestos, su dicción y su entrega emocional permiten que el rol encuentre una expresividad que equilibra fuerza y vulnerabilidad. Dentro del concepto de Zanetti, su Nedda se convierte en una auténtica Anna Magnani, un retrato que evoca el cine de Rossellini y que incluso incluye un guiño estético directo a Pasaron las grullas: un dramático y violento movimiento del cortinado blanco, que vuela desde una de las puertas de ingreso a escena, símbolo del engaño, la mentira y la devastación íntima del personaje.

El debut de Roberto Saccá en el rol de Canio deja entrever un artista compenetrado, sólido en su enfoque teatral y con una línea de canto firme y correctamente proyectada. Si bien el estallido emocional característico del personaje quedó insinuado más que plenamente desplegado, su presencia actoral y su entrega permiten esperar que en las próximas funciones ese estallido tradicional termine de producirse.
El barítono Mario Cassi entregó un Silvio de notable articulación, acentos precisos y un uso expresivo del legato que realza los pliegues sádicos del personaje sin caer en el cliché. Asimismo su “Si può” se pronunció con la solidez de un artista que entiende la naturaleza híbrida del prólogo: entre el manifiesto estético y la advertencia moral.
El bajo-barítono Hernán Iturralde aportó autoridad vocal y una musicalidad de fraseo que sostuvo cada intervención con hondura. Su presencia escénica amplificó la densidad social de la propuesta, y su rendimiento vocal permaneció homogéneo, bien apoyado y estilísticamente pertinente.
El joven Joaquín Cangemi confirmó una madurez técnica en desarrollo, con una emisión frontal, clara, y una musicalidad que augura un crecimiento sostenido. Su participación sumó brillo en un elenco que se integró con coherencia.

El aporte coral resultó determinante: el Coro Universitario de la FFHyA de la UNSJ bajo la dirección de Jorge Romero, unido al Coro de Niños y Jóvenes de la UNSJ dirigido por Jorge Fuentes, ofreció una solidez vocal notoria y una correcta claridad articulatoria, fundamentales para sostener una propuesta escénica compleja y de amplia dimensión dramática.
El diseño visual aporta una contundente lectura política. Las cámaras, la gestualidad casi documental, la espacialidad opresiva y la mezcla entre teatro y cine generan una versión inmersiva que coloca al espectador dentro de una Italia sometida, temerosa y fracturada, donde cada personaje es víctima de un sistema que devora incluso los afectos más íntimos.

Zanetti no solo ofrece un espectáculo: ofrece una experiencia. Y en ese sentido, esta producción es un manifiesto. Una propuesta nacida en San Juan para el mundo, realizada por artistas sanjuaninos, que abre un camino posible y concreto: un teatro que puede competir con los principales escenarios del orbe y que puede convertirse en un motor cultural, turístico y productivo.
En definitiva, esta Pagliacci confirma al Teatro del Bicentenario como uno de los polos estéticos más estimulantes del país, un faro que —desde San Juan para el mundo— demuestra que la excelencia no es un destino reservado, sino una decisión artística sostenida.
