Manon Lescaut de Giácomo Puccini, por Buenos Aires Lírica en el Teatro Avenida
El arte que todos amamos», esta frase consignada en el programa de mano me inspiró a pensar que justamente en uno de los ejes fundacionales se encuentra el Teatro Avenida y ha sido desde su fundación un faro y refugio social, un reencuentro con las paginas mas celebres de la Opera.
En este caso Buenos Aires Lirica (BALirica) ofreció una puesta de Manon Lescaut de Puccini. Si bien hay bastante para charlar de la tercera producción profesional del compositor toscano podemos ir hilando entre la puesta que disfrutamos y las idas y vueltas de esta historia; de su composición y del impacto que sigue teniendo hoy en día. No en vano asistimos a una cruzada por los derechos de la mujer que tiene antecedentes en esta misma obra. En la versión original se manifiesta un cambio en el paradigma femenino, en 1880 al adaptar la novela del Avate Prevost (1731 Puccini se la ve en figurillas para representar, hacer creible, lo que era no tan bien visto sobre el escenario.
Y que es eso? Pues una mujer frívola, vana, que quiere libertad sin pensar en consecuencias. No es la Butterfly posterior, abnegada y sacrificada; no es la colérica Floria.
No, es hueca, pretenciosa, y claramente llevar, presentar un personaje así, no era fácil; debía negociar con las moralinas de la época (tan superficiales 3 insubstanciales también después de todo).
Así, la puesta de André Heller-Lopez se debate en presentar a Manon como una cándida señorita, de vestido de flores y ademanes inocentes, cuando en realidad esta indomable esllevada por su familia a un convento.
La puesta bañada por la luz dorada del vil metal se plantea en una paleta de oros y negros. Con buena iluminación, que ayuda en los climas y cambios de escenas con no muchos elementos. Interesante y bien resuelto el cuarto acto, en vez del tradicional desierto se ven las ruinas, las columnatas de la opulencia pasada.
La mezcla entre un vestuario de fantasía y los trajes de los hombres funcionó en la apertura de telón, obligando a prestar atención a los detalles. Un bello uso de los géneros en los vestidos de las mujeres le dio colorido al escenario.
La orquesta fue timoneada por el experto en Puccini, Mario Perusso que llevó a los instrumentistas por los matices que requiere la obra, y se lució en el intermezzo.
El coro dio la nota de color, no solo cantan sino que ocupan las actuaciones de figurantes con gran soltura. Empezó tímido y con poco volumen pero se fue afianzando en el primer acto. En el segundo sonaron un poco desajustados y con menos volumen en las escenas de musical madrigalista. Ya en el tercero y cuarto sumaron al sonido las actuaciones de las coreutas y se escuchó más ajustado rítmicamente.
Macarena Valenzuela lució no solo su voz sino además su bella figura; con acierto de la reggie y la vestuarista le dio la dimensión coqueta y despreocupada a una Manon a la que por momentos sus joyas le son más importantes que sí misma. Tiene una voz potente, con buen centro y graves, aunque llega a los agudos de manera eficaz. Difícil es la partitura, con partes que ni siquiera parecen cantadas, se recitan apenas cubriendo la voz o con voz de pecho para que el sonido corra por la sala.
Eric Herrero fue un interesante des Grieux, fiel a la tradición mezclo el carácter con la candidez juvenil del personaje.
Ernesto Bauer fue pura actuación, dándole la fuerza del villano al personaje de Lescaut, que cuasi anónimo es el primero en sacrificarse, pero el que más impulsa a la joven a esa vida frívola que el tambien disfruta.
Norberto Marcos en el papel de antagonista resolvió la parte vocal correctamente.
Ivan Maier se lució desde lo actoral, un tenor ligero con gran movimiento escénico siempre alegra la puesta.
El resto del elenco resolvió y sorteo las dificultades con éxito para esta puesta moderna y vistosa del clásico de Puccini.
Y asi seguimos gratificados por el «arte que todos amamos».
Laura Ferrarini
Nota de frivolidad de la autora: Champagne en copa de plástico en los intermedios? (oh!)