martes, 7 de octubre de 2025
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OPERA: Cobertura internacional «GUILLAUME TELL» de Rossini, un reestreno que se esperó por 80 años en el MET…

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Guillaume Tell de Rossini es innegablemente una de las obras maestras más importantes de todo el repertorio operístico, y una labor encomia ble como de mucho reconocimiento debe recibir la compañía que se atreve a ponerla en escena, como en este caso lo ha hecho la Metropolitan Opera House de New York. Su orquestación, sus partes corales e individuales transportaron al espectador a otra dimensión, y al final de esta función quedo un grato sabor de satisfacción.

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Aquí prevaleció y sobresalió principalmente la música y Fabio Luisi al frente de la Orquesta estable del MET el cual extrajo la gama de tonalidades musicales que contiene la partitura. El elenco inobjetable, El americano John Osborn se enfrenta al personaje de Arnold con inteligencia, dosificando sus medios, con un instrumento que no resulta especialmente atractivo en cuanto al color ni apabullante en términos de volumen pero que convence al espectador por el indudable conocimiento del estilo, su adecuación idiomática y por su elegancia a la hora de escalar una partitura imposible como pocas. Auténtico maratón vocal y escénico, es el propio Osborn el más perjudicado en términos de movimiento escénico, al tener que ascender y descender en no pocas ocasiones de las estructuras de madera que constituyen buena parte de la escenografía en el primer acto.
Delicado y musical en el dúo con Mathilde y espléndido en el terceto «Ses jours qu’ils ont osé proscrire», quizás la mejor página de toda la obra. Su esperada escena del cuarto acto «Asile héréditaire» seguida por la temible cabaletta «Amis, amis» fue ofrecida sin ningún corte y Osborn incluso hizo gala de resistencia intentando competir con el coro en «trompons l’espérance homicide arrachons Guillaume à ses coups» aunque sólo en la primera vuelta reservándose para un «Aux armes» final más que meritorio recibiendo un sonoro reconocimiento del respetable en un evidente y merecido gesto de reconocimiento global a su prestación.
Gerald Finley, encarnó el personaje homónimo de la ópera con un inicio dubitativo indudablemente condicionado por la tesitura excesivamente grave para su instrumento de las primeras frases «Il chante son ivresse». En el gran dúo con Arnold «Où vas-tu?» las cosas empezaron a mejorar para el barítono canadiense, que se empezó a encontrar más cómodo en el registro medio-agudo.
Deliciosa la Mathilde ofrecida por la soprano letona Marina Rebeka, que sin duda lució el instrumento de mayor calidad de toda la velada. Voz luminosa, brillante, poderosa en el registro central y agudo, aterciopelada y ajena a cualquier estridencia, impactó ya desde su escena de entrada «Sombre forêt», con un soberbio control del aire, de la media voz Fue sin embargo en su escena del inicio del tercer acto, a telón bajado, con el exigentísimo número «Pour notre amour plus d’espérance» y el dúo siguiente con Arnold «sur la rive étrangère» donde desplegó todo su potencial con una coloratura impecable en el más puro estilo de la holandesa Cristina Deutekom.

La producción del libanés Pierre Audi, con escenografía de George Tsypin, fue estéticamente atractiva, especialmente en lo referente al trabajo de iluminación de Jean Kalman, aunque con un vestuario minimalista de Andrea Schmidt-Futterer que funcionó en el caso de los opresores. Predominaron en el escenario elementos conceptuales y simbolismos de los tres cantones en forma de columnas luminosas y esbozos de construcciones y accidentes naturales con una solución para la escena del naufragio en la que se fundió la morfología de ballet y embarcación. Esmerado y desgarrador trabajo de coreografía para el ballet del tercer acto que obtuvo la aprobación del público.
Fabio Luisi ofreció una versión ágil, vibrante y hasta algo acelerada en algunos momentos, aunque siempre supo impregnar su lectura de gran fuerza vital, obteniendo una notable prestación de la Metropolitan Opera House, ya desde los primeros compases de la obertura hasta finalizar en el grandioso concertado final.
Se debieron esperar ochenta años para la nueva versión en el MET, cuantos años pasaran para volverla ver a esta obra monumental del Cisne de Pesaro…

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