En una noche donde la música se sirvió en estílo, el joven tenor Martín Savi ofreció una presentación de alto voltaje estético y artístico en el coqueto reducto ALBUR, uno de esos espacios porteños donde el tiempo parece desacelerarse y la escucha vuelve a ser un ritual. Entre boiserie elegante, reflejos de cristales y una atmósfera de refinada intimidad, el salón se transformó en un enclave ideal para recibir a un exclusivo grupo de periodistas especializados y oídos atentos, convocados no al ruido social sino a la experiencia sensible.
Lejos de la grandilocuencia, Savi eligió la cercanía, el detalle y la complicidad. La velada tuvo como eje la presentación en carácter de estreno mundial de su último videoclip, Fever, una pieza que funciona como manifiesto estético y que expone con claridad el perfil de un intérprete en plena construcción consciente de su identidad artística.
Savi pertenece a esa rara estirpe de cantantes que piensan la voz como instrumento expresivo antes que como mero despliegue atlético. Su formación se percibe en el control del fiato, en la elegancia del fraseo y en una inteligencia vocal que le permite desplazarse con naturalidad entre registros. El pasaje hacia el agudo, abordado con técnica de contratenor, no aparece como un efecto destinado a la sorpresa, sino como una herramienta musical utilizada con criterio y refinamiento. El sempre libera a dos registros surge así como recurso estilístico, siempre al servicio del discurso, nunca como exhibicionismo.

En contraste, su centro vocal robusto, bien apoyado y de resonancia franca, le otorga una solidez ideal para páginas de raigambre lírica y canzonettística. Santa Lucia y ’O Sole mio encuentran en Savi una lectura respetuosa de la tradición, despojada de manierismos y afectaciones, mientras que Fever —pieza emblemática del crossover— se convierte en un territorio de seducción sonora, donde la voz se pliega al ritmo, al clima y a la insinuación sin perder identidad técnica ni elegancia interpretativa.
No es casual que haya elegido presentar Fever en estreno mundial ante un auditorio reducido y especializado. El gesto revela una apuesta clara por la escucha atenta, por el crecimiento orgánico y por la construcción de una carrera que privilegia el criterio artístico por sobre la urgencia mediática. Aquí no hubo espectáculo para multitudes, sino un acto de confianza en la calidad y en el tiempo.
El marco elegido acompañó con coherencia esta decisión. ALBUR no es un espacio más dentro del mapa cultural porteño. Su historia está íntimamente ligada a la tradición de los salones privados, esos ámbitos donde la conversación, la música y la estética se entrelazan lejos del circuito masivo. Concebido como un lugar de encuentro para la sensibilidad, ALBUR ha sabido construir una identidad propia marcada por el buen gusto, la intimidad y una cuidada curaduría de eventos.

Con su boiserie, sus cristales y su escala humana, el reducto remite a los clubes culturales europeos donde artistas, periodistas y melómanos compartían veladas sin protocolos rígidos, pero con la certeza de estar participando de algo singular. En ALBUR, la música no se consume: se escucha.
La confluencia entre una voz joven que se proyecta con inteligencia y un espacio con memoria y estilo convirtió la noche en algo más que una presentación social: fue una auténtica declaración de intenciones. Tanto Martín Savi como el espíritu de ALBUR reivindicaron la elegancia, el criterio y la escucha atenta como valores indispensables en tiempos de vértigo.
Una velada para recordar —y un nombre para seguir de cerca— que tendrá próxima cita con los oídos más exigentes los días 20 y 21 de marzo de 2026, cuando Martín Savi se presente en el Teatro Avenida de Buenos Aires, prometiendo nuevamente una noche musical de jerarquía, refinamiento y alto vuelo artístico
